Pedro
Palma 30 de enero de 2016
El 16
de diciembre de 2015 la Reserva Federal de Estados Unidos incrementó su tasa de
interés referencial en un cuarto de punto porcentual, poniendo así fin a una
congelación de esta durante 9 años. Eso hizo más atractiva la tenencia de
dólares, y estimuló la liquidación de activos en acciones, opciones de compra
de commodities y otras formas, contribuyendo ello a debilitar aún más varias
divisas como la libra y el yen, y a acentuar la tendencia a la baja de los
mercados de valores y de los precios de muchos productos básicos. Esa situación
se exacerbó por la reciente minidevaluación del yuan chino, lo cual aumentó el
escepticismo de los inversionistas acerca de la estabilidad de esa moneda,
llevando a muchos de ellos a liquidar sus inversiones en ese país para adquirir
dólares, y protegerse de la esperada depreciación del yuan. Eso generó el
desplome de la bolsa de valores de Shanghái, cuyo índice bajó casi 19% en tan
solo un mes, contribuyendo ello al debilitamiento más acentuado de los
principales mercados bursátiles, que cayeron cerca de 10% en promedio durante
los primeros 20 días de enero de este año.
Esa
tendencia cambió bruscamente el viernes 22 de enero pasado, cuando los
presidentes de los bancos centrales de los países industrializados, reunidos en
el Foro Económico Mundial, celebrado en Davos, Suiza, decidieron actuar con el
fin de tranquilizar a los nerviosos inversionistas, entre quienes se estaba
consolidando una expectativa muy negativa acerca del futuro de la economía
mundial, hablándose de una posible nueva crisis global similar a la de 2008.
Varias de las autoridades monetarias allí reunidas anunciaron su intención de
poner en marcha políticas monetarias expansivas con el fin de estimular las
economías industrializadas, y un alto funcionario chino declaró que el gobierno
de su país no tenía planeado devaluar nuevamente el yuan en el futuro previsible.
Esos anuncios hicieron que ese día la bolsa de Shanghái subiera más de 5% y que
los mercados de valores de Estados Unidos, Europa y Japón se recuperaran en
promedio en más de 2,5%. Los precios de loscommodities, por su parte, también
experimentaron fuertes alzas ese día, no siendo el petróleo una excepción, al
punto de que los crudos marcadores Brent y WTI experimentaron aumentos
superiores a 9%. No obstante, esa euforia duró poco, ya que unas declaraciones
del presidente de Aramco, la gigante petrolera de Arabia Saudita, en las que
dijo que su país intentaba y podía mantener bajos los precios petroleros por un
largo tiempo, hizo que el lunes 25 de enero aquellos crudos marcadores bajaran
más de 5%.
Todo
lo anterior demuestra la altísima volatilidad de los mercados globales en la
actualidad, los cuales están reaccionando de forma desproporcionada a
acontecimientos de relativa poca monta, como ajustes marginales de tasas de
interés en Estados Unidos o pequeñas devaluaciones de una moneda como el yuan,
acciones que en otras épocas se consideraban normales.
Esa
situación puede reflejarse de forma importante sobre una economía como la
venezolana, tan dependiente de sus exportaciones petroleras, haciéndola
particularmente vulnerable. Como se sabe, el precio promedio de la cesta
venezolana pasó de algo más de 99 dólares en junio de 2014 a tan solo 21,63
dólares en la semana del 18 al 22 de enero de 2016, no existiendo sólidas
razones para esperar un cambio de tendencia en el futuro inmediato. Por el contrario,
en unos mercados internacionales tan volátiles y sensibles como los actuales,
cualquier adversidad puede suceder, no siendo de extrañar que los precios
petroleros sigan deprimidos por un tiempo o experimenten bruscas caídas, máxime
después del reciente levantamiento de las sanciones a Irán por Estados Unidos y
algunos países europeos, lo cual muy posiblemente llevará a un nuevo aumento de
la oferta mundial de petróleo, pudiendo ello presionar aún más los precios a la
baja.
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