Por Miguel Velarde, 25/01/2016
El país fue víctima de un saqueo sin precedentes
Finalmente, todo el mundo parece haber comprendido la gravedad del
problema en el que estamos metidos. Todos, menos quienes nos gobiernan.
No existe sector del país que no viva en carne propia las consecuencias
de la crisis más profunda que haya conocido Venezuela. La “fiesta electoral”
pasó rápidamente, el optimismo que generó una contundente victoria opositora en
las elecciones parlamentarias también y la realidad no necesitó muchos días de
enero para asentarse una vez más en el día a día del venezolano.
Lo más preocupante es lo relacionado a medicinas y alimentos. Los
anaqueles están cada día más vacíos, los precios inalcanzables, las colas más
largas y los ciudadanos hartos. El jueves, el presidente de la Federación
Farmacéutica Venezolana, Freddy Ceballos, consideró como “crítica” la situación
de ese sector debido a que la carencia de medicamentos supera el 80%. Ceballos
llegó incluso a calificar como una “crisis humanitaria” lo que se está viviendo
y a pedir que se busque ayuda internacional.
El desastre es tan evidente que se ve desde cualquier parte del
planeta. Tanto organismos internacionales como agencias de análisis y la banca
de inversión muestran su preocupación por el año que Venezuela tiene por
delante.
La semana pasada, el Fondo Monetario Internacional anunció que prevé
que la inflación en el país para el 2016 llegue a 720%, mucho mayor incluso al
275% de 2015. Así mismo, la revista Forbes afirmó, en un artículo
publicado el pasado miércoles, que Venezuela caerá en un default inminente,
debido a una grave recesión aunada a una contracción acumulada de
aproximadamente 16%. “Ya no se trata de sí lo hará, sino de cuándo”, sentenció
la revista especializada en economía.
Como si no fuera suficiente, el petróleo se desploma. El precio
promedio de la semana pasada fue de 21,63 dólares por barril, un nivel casi
igual al costo de producirlo. Debe quedar claro que esta nueva realidad no es
coyuntural, lo que nos obliga a enfrentar una dura realidad: es hora de
replantearnos nuestra relación con el petróleo. Se acabó el mito del “país
rico”.
Nada de esto que vivimos es culpa de una “guerra económica” ni del
“imperio”. El país fue víctima de un saqueo sin precedentes, la causa real por
la que nos enfrentamos a una crisis económica, política, social y hasta moral
de esta magnitud.
Mientras tanto, el Ejecutivo tiene un único objetivo: el choque de
poderes. Quienes hoy tienen la responsabilidad de asumir las consecuencias de
su fracaso, solamente buscan profundizar el conflicto, para lograr quién sabe
qué.
En términos simples, esto que vivimos es la locura absoluta.
Miguel Velarde
@MiguelVelarde
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