Por Hugo Prieto
El juego político
está trancado, pero no por falta de mecanismos institucionales, sino por la
inercia de una cultura muy arraigada en la sociedad venezolana, que juega al
desgaste, al reacomodo, aunque el costo sea perverso y elevado.
En realidad, hay poca
disposición de ánimo y no hay estómago para jugarse a Rosalinda o para dar el
jaque mate. Vamos a ver una sucesión de conflictos, de quebraderos de cabeza,
pero al final del día, muy probablemente, lleguemos a una consulta electoral,
mientras tanto, el gobierno y la oposición mueven sus piezas.
Ricardo Sucre,
politólogo, tiene la costumbre de decir lo que piensa, lo que le ha traído no
pocas mortificaciones. No tiene el deseo de agradar a los actores políticos, ni
siquiera a su interlocutor. Solo el compromiso, el ánimo, de manifestar una
opinión independiente. Ha pagado un precio elevado, entre otras cosas, porque
la sociedad venezolana es benévola con los desaciertos y con aquellos que suele
equivocarse, más por placer que por cualquier otra cosa.
Después del 6-D, la
expectativa de la gente se resumía a una pregunta: ¿Vamos a ver qué pasa? Se
instaló la Asamblea, se dispararon los conflictos institucionales, hay una ley
de emergencia económica y, mientras tanto, la cotidianidad de los venezolanos
sigue siendo una penuria, una calamidad. ¿Han pasado cosas, pero no ha pasado
nada?
Diría que están
pasando algunas cosas, pero tal vez no tienen el calado, las expectativas que
en buena medida se hicieron o se hacen las personas, frente a lo que está
ocurriendo. Sí, efectivamente, se instaló la Asamblea Nacional y lo que estamos
viendo es una cierta regularidad de la relación que habrá entre el poder
legislativo y el Ejecutivo… conflictiva o menos conflictiva. Si bien la reunión
de Maduro con los empresarios no es una novedad, se da en un contexto distinto.
Un contexto, en definitiva, donde los actores políticos están buscando una forma,
un modo, de relacionarse, que si lo sintetizo podríamos llamar el modo de
cohabitación o el modo de buscar una solución “definitiva”, una confrontación o
un conflicto. Pareciera que no está pasando nada, pero hay que advertir que los
conflictos y las soluciones se dan o se plantean sobre la marcha. Me refiero a
la impugnación de los diputados de Amazonas o al episodio de los retratos de
Bolívar y Chávez, por ejemplo. Lo que ocurre es que no hay un patrón definitivo
en la forma en que los actores políticos intentan relacionarse.
Tenemos una gran
experiencia en esta guerra de trincheras, al menos en el terreno social, con la
polarización y los episodios políticos (y mediáticos) que se han construido
alrededor de ella, en estos 17 años de lo que algunos llaman la era
chavista. Hay toda una cultura en este tema, pero los actores políticos están
viendo cómo se tratan, cómo se relacionan, ¿No cree que los caballos estén
detrás de la carreta?
No, porque en estos
17 años, en lo que llamas la era chavista, había un modo de relacionarse.
Chávez logró, por medio de la fuerza, el carisma o la persuasión, que la
sociedad lo respetara. La sociedad toda. Ahora lo llaman el muerto, el
galáctico, pero en vida era el presidente Chávez. La sociedad aceptó el modo de
relacionarse de Chávez, ¿Cuál era ese modo? Pues bien, la hegemonía la
tengo yo, puedo perder, puedo ganar, pero la hegemonía la tengo yo; las reglas
de juego las impongo yo. Hagamos un poco de memoria, en las elecciones
parlamentarias de 2010, ningún analista, ninguna de las figuras políticas,
pensó que la oposición podía sacar algo más del 60% y mi hipótesis es, más allá
de sus cálculos erróneos, que en su mente no cabía la posibilidad de algo
diferente que Chávez no mandara. Ahora es distinto.
¿Por qué ninguna de
estas dos fuerzas visibles, en medio de esta especie de limbo político, ha sido
capaz de tomar la iniciativa? No es algo que lo podamos atribuir al chavismo o
a la oposición ¿por qué eso no ha cuajado?
No ha cuajado por una
razón fundamental: en el fondo, en el mero fondo, ninguno de los dos puede
imponerse y tomar una iniciativa de mayor calado, entre otras cosas, porque eso
significa que uno tendría que anular al otro adversario. Ninguno de los dos
puede hacerlo, o no están dadas las condiciones para hacerlo. Y por eso se
apela a este juego de resolver los conflictos sobre la marcha. Porque ¿cuál
sería esa iniciativa? En el caso de la oposición, ¿van a decidir cuál sería la
permanencia del gobierno? ¿Y la del gobierno? ¿Van a radicalizar la revolución?
¿Van a tomar medidas más extremas? Yo creo que ninguno de los dos está en
capacidad de hacer eso. Ni buena parte de la sociedad tiene estómago para
asumir ese costo. Quizás no sería una solución definitiva, pero pondría el
juego político en otro nivel.
¿Dónde está el
liderazgo?
Bueno, haciendo lo
tradicional. No tenemos un liderazgo transformador. El gran problema es que el
liderazgo no es capaz de trascender al país. Me refiero a la visión que tiene
ese liderazgo de ese país. Pero ese no es solo un problema político. Es de otra
índole. Lo que estamos viendo es un reacomodo del estatus quo, que a lo mejor
pasa por una nueva forma de relacionarse y permita que cada uno lleve su
agenda. ¿Habrá consciencia en el país, en el liderazgo de uno u otro sector político,
de romper con eso? Siento que no. Liderazgo en esos términos no hay.
Uno podría pensar que
el gobierno está acorralado por la crisis económica y que el tiempo juega a
favor de la oposición, pero si no hay liderazgo, el tiempo, sencillamente, pasa
a ser un dato y no una variable decisiva en el juego político.
En un país tan
conservador como Venezuela, el tiempo sin liderazgo puede ser un factor
decisivo. A lo mejor, en una y otra esfera política, se juega al desgaste, que
podría llevar a una solución electoral. Tampoco la sociedad se hace muchas
exigencias, tal vez quisiera a una persona “que diga lo que yo
quiero oír”. Voy llevando las cosas, haciendo lo mío, pero a lo mejor esa
resolución nunca llega. Creo que al final del juego, nadie quiere romper y
cuando digo esto me refiero a sacar al gobierno o acabar con la oposición. Hay
una situación de crisis que tampoco da para eso. A lo mejor esa sensación de la
que hablamos al principio, “¿Qué va a pasar”, pasa por estirar el juego, llegas
a un punto de crisis, resuelves, vuelves a poner el contador en cero, confiando
en que el tiempo puede jugar a tu favor, porque tienes, entre otras cosas, una
serie de consultas electorales y sobre eso la gente se va a definir.
Trasladar el
conflicto a la consulta electoral (referéndum revocatorio) sería muy riesgoso;
sería jugarse a Rosalinda.
Sí, porque lo estás
poniendo todo sobre la mesa. Lo puede hacer, perfectamente, aunque para el
revocatorio, institucionalmente, hay que superar más obstáculos. Quizás la
oposición opte por una enmienda, que se ve más sencilla. Pero igual sería
jugarse a Rosalinda. Perdiste, muy bien. Ganaste, hay recorte del mandato y el
gobierno podrá presentar su candidato. El punto, creo, es que eso no va a tener
un efecto decisivo. Venezuela, políticamente hablando, es una sociedad
inelástica, al no existir mecanismos de pesos y contrapesos o de
responsabilidades. La enmienda puede ser aprobada con la mayoría parlamentaria.
Pero allí está la lucha política. En todo caso, la oposición irá avanzando.
¿Cuál es su
pronóstico? ¿Cree que la oposición va hacer esa jugada?
Yo sí creo que vamos
a llegar a un punto donde el mecanismo de consulta se va a plantear. El tema de
la enmienda, por lo visto, va a ser considerado muy seriamente.
Siguiendo la cultura
del desgaste, a la que estamos tan acostumbrados, ¿No sería mejor copar otros
espacios de poder mediante la lucha electoral? A fin de año habrá elecciones de
gobernadores y alcaldes, sería una forma de voltear la tortilla.
Claro, pero allí
entramos en las dos visiones que hay en la oposición, donde tampoco un criterio
se puede imponer sobre el otro. Hay una postura próxima a lo que tú planteas,
en la cual yo me inscribiría. Vas agarrando fuerza, vas constituyendo. Por eso
es tan importante que la AN funcione. Por eso, yo sí creo que están pasando
cosas, a lo mejor no las que uno quisiera ver, pero hay unas ciertas
regularidades institucionales. Si eso alcanza su velocidad de crucero, su
propia dinámica, puede ser que apuntale el planteamiento de ir acumulando
fuerzas y espacios de poder.
¿Siguiendo el curso
electoral?
Sí, pero no de forma
pasiva o sentados en una mesa.
RIcardo Sucre
retratado por Roberto Mata
¿Cuál sería la agenda
política para esa opción?
En primer lugar, que
la Asamblea funcione, que cumpla sus actividades, que sus comisiones puedan
hacer su trabajo. En segundo lugar, que la MUD retome su papel como instancia
política y de debate. Uno siente que la MUD se apagó, que la Asamblea es el
centro, pero la MUD tendría que tener su centro de gravitación. Y pensaría,
además, en la relación con el gobierno, fórmulas de cohabitación. Es cierto que
esta palabra no le gusta a todo el mundo. Pero es la fórmula que yo buscaría.
Si el gobierno no las acepta o no se dan, porque es su naturaleza, entraríamos
al escenario donde habría que discutir el mecanismo de consulta popular.
Estaríamos pisando la raya amarilla, pero primero buscaría una cierta
normalización política, que vaya dándote músculo. Al principio, la gente puede
ser escéptica, pero a partir de esa base, más sólida, puedes plantear cosas de
mayor envergadura que la sociedad demanda y para que tengas éxito.
Un sector de la
oposición podría decir: el señor Ricardo Sucre está loco. Aquí la única opción
es activar la consulta electoral y chao.
Ahí la cosa es muy
sencilla. Que la MUD anuncie que se va a declarar en sesión permanente, con el
propósito de considerar cuál sería el mecanismo de consulta y ya. No es para
dentro de seis meses. Tendría que ser hoy mismo para que finiquites ese asunto de
una vez. Pensando que Ricardo Sucre está loco, te voy a decir otra locura. Yo
le diría a Aristóbulo Istúriz (vicepresidente)mira, nosotros te queremos
participar, para que a su vez se lo hagas saber a la presidente de la
República, que vamos a adelantar esta iniciativa, que la vamos a llevar a cabo,
con las relaciones y con los conflictos. Lo que sea, lo tiene que decidir ya.
No es que en julio veremos qué vamos a hacer.
¿No dijo que la MUD
está desaparecida?
Eso implica que la
MUD se active, que retome su centro de gravedad que vuelva a retomar sus
reuniones, su organización, el eje cuatro, el eje seis o el eje nueve (grupo
directivo), con el secretario ejecutivo.
El gobierno espera
como caimán en boca de caño, porque vistas las cosas así, parece que el tiempo
juega a su favor. Se concentra en el frente económico, mientras la MUD sigue
desaparecida.
Allí el tiempo es una
variable dependiente, porque la variable independiente es lo que pueda hacer o
no la oposición, lo que pueda hacer o no el gobierno. Si el escenario es ese,
si la discusión va a girar en torno a la consulta electoral, lo que va a hacer
el gobierno, y ya lo está haciendo, es construir sus cortafuegos de
legitimidad, con el tema económico, con el mensaje. Pero tampoco hay garantía
de que el tiempo juegue a su favor.
En la legislatura
pasada (2010-2015), el trabajo de la oposición en la AN fue bastante mediocre.
¿Por qué sería diferente en esta ocasión?
Por varias razones.
Una, hay una mayoría. Dos, veo un país más vigilante. Casi la mitad de los
diputados de la legislatura pasada optaron por cargos de elección popular, me
atrevería decir que si eso ocurre en esta ocasión, la opinión de la sociedad va
a ser muy severa. Tres, la oposición es responsable de un poder. Y el mandato
de la oposición fue muy claro. Hay más incentivos para que hagan sus trabajos.
Ya no se pueden
victimizar.
Efectivamente, y ese
fue el mandato de los electores. El mandato de los electores es claro, esa
cantidad de votos para que no se victimizaran. Es decir, los electores dijeron
si este juego está trancado, si este juego no fluye, lo que voy a hacer es
repartir la capacidad de retaliación, la oposición también tiene su bomba
atómica, vamos a utilizar esa metáfora, esa imagen, el gobierno también la
tiene.
¿Qué le dice a la
gente que vislumbra una hambruna, que no hay tiempo, que apaguen la luz, que
esto se acabó, que estamos a las puertas de un estallido social?
Les diría que el año
pasado se dijo lo mismo. Nada de eso se descarta, pero cuál es la historia. El
año pasado, por estas fechas, se dijo algo similar, que venía un default, que
venía una hambruna, lo que ocurre es que la gran fortaleza que tienen estas
visiones catastróficas es que nunca pueden ser probadas. En cambio, si no crees
en eso, que es mi caso, uno tiene que estar dando explicaciones de por qué no
van a ocurrir. Te repito, yo creo que Venezuela es una sociedad sumamente
inelástica, puede haber bajones, donde precisamente, estamos, pero una
hambruna, una crisis humanitaria, un Caracazo, no creo que vayan a ocurrir.
Ricardo Sucre
retratado por Roberto Mata
¿Cuándo dice que la
sociedad venezolana es inelástica a qué se refiere?
A que tiene una gran
capacidad de resistencia, tiene muchos mecanismos de rebusque político, por
decirlo coloquialmente. Tiene muchos amortiguadores, muchas formas de compensar
los golpes. Podrán gustar unos y otros no tanto.
Pero funcionan y para
prueba tenemos el .
Justamente, ese es un
mecanismo de compensación, que no sólo opera en los sectores populares. Ahí
tienes una dinámica política que lo permite. Puede ser perverso y a un costo
social muy alto, pero esta sociedad no hace el jaque mate. Va moviendo sus
piezas. Y al final, lo reitero, creo que vamos a llegar a una consulta sobre la
permanencia o no del gobierno.
Está de moda el
discurso del rentismo petrolero, de la Venezuela productiva, de los miles de
millones de dólares que se despilfarraron. Un discurso, una película repetida a
lo largo de un siglo.
Sí, es correcto
y yo creo que al país no le interesa cambiar esa película. Vamos a sembrar el
petróleo, vamos a producir lo que comemos y eso se repite como un ritornelo. Yo
creo que la sociedad no quiere dejar eso. Lo que a la sociedad le interesa es
quién controla esa renta, quien controla esa distribución. Y parte del problema
de Maduro es que no tiene el respaldo de los dólares como lo tuvieron otros
presidentes, incluido Chávez y de ahí lo que comentamos más arriba, por qué la
sociedad le aceptó tantas cosas, en parte porque Chávez supo administrar esa
renta. La sociedad no quiere cambiar eso, porque eso supone una nueva relación
y cancelar esa “cualidad” inelástica. Yo creo que nadie quiere salir de esa
zona de confort, pero eso supone un precio muy alto, que se diluye con esos
mecanismos de resistencia, pero el precio lo estamos pagando tú, yo y el que va
a leer esta entrevista.
24-01-16
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