Páginas

sábado, 9 de julio de 2016

Un gran vacío por @miglatouche


Por Miguel Ángel Latouche


Siempre que puedo intento releer las Catilinarias de Cicerón. Me llama la atención no solo la calidad del discurso y la manera de presentar sus ideas, sino sobre todo la fuerza vital con la que fue construido. Se trata de un discurso que permitió salvar a la República Romana de un Golpe de Estado, de reducir la acción de los conjurados, desmovilizar a Cesar, al tiempo que obligó a Catilina a escapar de Roma. En política el discurso es acción y la acción política se juega en la construcción de un discurso que interprete el momento histórico, que convoque a las masas y que movilice los apoyos correspondientes.

La acción pública que no se fundamenta en una construcción discursiva no es más que una acción vacía, cuyos contenidos no pueden justificarse válidamente. Uno tendría que preguntarse si el pueblo ingles hubiese podido resistir los embates del ejército alemán sin aquel discurso en el cual Churchill les convocaba a luchar en las playas, en las carreteras, en las casas, en contra de una posible invasión. Un discurso que movió a ese pueblo, que lo colocó al frente de su destino.


Uno debe recordar aquella corta alocución en la cual el mismo Stalin, llamaba a los hermanitos rusos a luchar en contra de la invasión alemana. Se trató de una construcción política que movió a la gente a trabajar sobre la idea de que era necesario un sacrifico para luchar a favor de algo que era mucho mayor que ellos mismos: la salvación de la nación. Uno no puede hacer política sin que exista claridad en las ideas. Allí donde aquellas no están claras existe el riesgo de perdernos.

Así, por ejemplo quienes nos dicen que las cosas deben cambiar, tienen la responsabilidad de indicarnos cuál es la dimensión del cambio que proponen. No basta con anunciar la voluntad de hacer las cosas de manera distinta, es necesario decirle a la gente las razones que justifican cada propuesta y el impacto de las mismas. Es difícil pensar que la gente se movilice sin que existan razones trascendentes y objetivas para hacerlo. La política entonces es mucho más que un acto de voluntad. Requiere de una comprensión acerca de las características del tiempo histórico, de las necesidades de la gente, de sus aspiraciones. Pero requiere además de la capacidad para transmitirles a los demás las ideas sobre las cuales se fundamenta el llamado a la acción.

En general los discursos vacios no convocan a nadie, al contrario, tienden a desmovilizar a las personas, generan cansancio, aburren. A fin de cuentas, el discurso genera un sustrato que permite la construcción de la actividad política, permite tocar a los demás, genera empatía y apoyos. Nadie puede pretender que en una situación tan dramática como la que vivimos los venezolanos de estos tiempos el discurso se limite al lugar común, a la frase fácil. Necesitamos un discurso que se redimensione en los términos del problema que enfrentamos que no es otro que la perdida de la república civil.

Cuando uno se enfrenta al ámbito público discursivo venezolano se encuentra con un discurso preponderante que es el discurso de Hugo Chávez. Ese discurso se ha posicionado sobre un sector importante de la población venezolana. No es casual que en el canal del Estado se apele de manera permanente al mismo, se le presente como si de una ‘verdad revelada’ se tratase. El chavismo burocrático no ha logrado construir un discurso alternativo, así como tampoco ha logrado hacerlo la oposición. Nos encontramos ante la ausencia de un discurso que nos ayude a mirar hacia adelante, estamos anclados en el pasado reciente sin la posibilidad de mirar hacia el futuro.

El problema crucial que enfrentamos los venezolanos tiene menos que ver con el referendo revocatorio que con la necesidad de construir una idea movilizadora de la acción política. Están equivocados los que creen que en la repartición de cargos se juega el destino del país. Es evidente que Maduro le hace daño al país, que dirige uno de los peores gobiernos que hemos tenido en nuestra historia republicana. Sin embargo necesario es reconocer que su fortaleza es equivalente a la ausencia de alternativas asociadas con la construcción de un proyecto de sociedad que podamos discutir.

Los venezolanos tenemos dificultad para entender las dimensiones del ‘tiempo político’, nos la pasamos azorados detrás de nuestras propias ilusiones y de múltiples discursos sin interconexión que no se juegan en el largo aliento. Al final de la historia estamos atrapados en un gran vacío, en una gran habladera de paja que no le sirve a nadie.

06-07-16




No hay comentarios:

Publicar un comentario

Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico