Por Froilán Barrios
En las primeras décadas del
modelo puntofijista los encontronazos en el mundo sindical eran dirimidos, en
numerosas circunstancias, por los cabillazos del más fuerte, e incluso por las
tropelías de las cuestionadas bandas armadas de los burós sindicales; en aquel
entonces la democracia obrera sufría el control férreo de los partidos, lo que
no impedía que los trabajadores eligieran en diferentes niveles a sus
dirigentes.
Fue una época en la cual los
actuales gobernantes se rasgaban las vestiduras por la libertad sindical, leían
los textos de Lenin sobre los sindicatos y eran fanáticos del filme del
italiano Elio Petri La clase obrera va al paraíso (1971), y del
personaje central Gian Maria Volonté, quien se transforma de símbolo de
empresarios burgueses en el líder de la rebelión obrera. Fueron momentos en los
que soñaban con un sindicalismo democrático hasta que llegaron al poder, y
mostraron su verdadero rostro ante la democracia sindical.
Todo viene al caso ya que
acaban de realizarse las elecciones del Sindicato de Trabajadores del Metro de
Caracas (Sitrameca), donde militaron largo tiempo y mantienen una influencia
directa quienes ejercen hoy la presidencia de la República y el flamante
ministro del Trabajo actual, proceso que, debiendo ser un modelo de libertad,
de participación laboral acorde con los sueños juveniles de revolución, es
fundamental que sea conocido, ya que si los medios de comunicación no lo
registran simplemente no sucedió.
En realidad el proceso de
elegir libremente a los dirigentes de Sitrameca se convirtió en una tragedia
para los 8.000 afiliados a este sindicato, ya que desde un principio la
gerencia del Metro de Caracas y la actual directiva del sindicato secuestraron
el proceso electoral con la colaboración del Estado, impusieron la comisión
electoral, excluyeron la única plancha independiente del gobierno y sus
partidos, utilizaron al CNE para avalar unas elecciones fraudulentas, y
finalmente al TSJ que desechó la medida cautelar solicitada por la fórmula
sindical independiente ante tanta irregularidad, lo que impidió que los trabajadores
del Metro eligieran libremente a sus dirigentes.
Todo este curso antisindical
fue complementado con el despido de una decena de trabajadores cuyo delito fue
presentar una plancha contra la directiva sindical patronal, premiada
finalmente con un nuevo mandato, a través de unas elecciones en las que los
trabajadores fueron obligados a votar, y amenazados con represalias de no
obtener la victoria el sindicalero de turno.
Como podemos observar, hay
demasiada coincidencia de lo sucedido en Sitrameca con el resto del
sindicalismo venezolano, citado en los casos de los petroleros y su federación
Futpv, los sidoristas con el sindicato Sutiss, donde se identifica una práctica
de realizar las elecciones al tener absolutamente controlado el resultado y
cuando las realizan se identifica la violación y el suplicio a la libertad
sindical sufrida por los trabajadores del Metro. Cualquier coincidencia con la
realidad, con la suspensión de elecciones en poderes públicos no es pura
casualidad, es la visión del nuevo Estado comunal dictatorial.
08-03-17
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