Por Arnaldo Esté
Es difícil escapar de los
lenguajes radicales que se generan en las redes y en los discursos fáciles y
violentos que cultivan fidelidades. Crean un ambiente coactivo que limitan la
comunicación y, por tanto, los acuerdos necesarios para superar la crisis
general.
Cuando hablamos de gobierno de
coalición nos referimos a la integración de todos los sectores políticos o no,
chavistas o de oposición para en un gobierno de transición que inicie la
difícil y larga construcción, apartando el camino de la retaliación.
Esto no es fácil y requiere
tanto capacidad política como necesidad de país, pero las encuestas y la
sensatez indican que es posible. En muchos países las coaliciones y
transiciones han llegado luego de muy altos costos en vidas y destrozos.
A eso no hemos llegado, aun
cuando hay violaciones de la Constitución, derrumbe de las ya menguadas
instituciones, presos políticos, hambre, mengua y caída económica, la violencia
política no se iguala ni acerca a la violencia callejera. Pero ese panorama
podría cambiar en la medida en la que la crisis general se profundiza.
Un colega me decía: “Mi
problema no es político, es personal, el gobierno ha hecho que mis hijos
emigren y que no encuentre medicinas para mis enfermedades crónicas”. Por allí
va la cosa y hace que se busque el escape con lenguajes agresivos.
Al gobierno le pasa algo
similar, pero de otro signo: sintiéndose agotado vocifera y pelea hasta con
enemigos inventados, con un tono de sabor personal, de mal estilo y pobre
lenguaje. Muestra armas y juguetes bélicos humanos y mecánicos, incluyendo
algunos generales que repiten palabras de aquel argentino Videla que terminó
preso y enfermo con el odio de los compatriotas que había desparecido,
torturado y despojado de sus hijos.
11-03-17
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