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domingo, 12 de marzo de 2017

¿Por qué la OPEP está condenada y qué significa para Venezuela? Por @prodavinci


Por Andrés M. Guevara


Venezuela fue uno de los países fundadores de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP). En 1960, Juan Pablo Pérez Alfonso, ministro de minas e hidrocarburos, desempeñó un papel clave alineándose con Irán, Irak, Kuwait y Arabia Saudita para crear una organización que controlaba más de 80% de las reservas de petróleo del mundo, pero lo más importante, un tercio de su producción.

La organización (o cartel en este caso) basa su poder en los principios de la oferta y la demanda. La lógica es que si se posee una proporción importante de la oferta de un producto determinado y puede controlarse su producción, entonces puede controlarse el precio de ese producto para la ventaja del cartel.

Sin embargo, los miembros de todos los cárteles sufren de falta de disciplina para atenerse a los acuerdos y tienen una tendencia natural a hacer trampa después de un tiempo, lo que en última instancia resulta en el fracaso para mantener el precio del producto al nivel esperado. La cuestión fundamental radica en el hecho de que los cárteles no tienen una forma de hacer cumplir los acuerdos de suministro entre sus miembros. Por ejemplo, Venezuela puede estar de acuerdo con Arabia Saudita en reducir la producción, pero no puede obligar a Arabia Saudita a reducir su producción o viceversa. Así, por ejemplo, si todos los países acordaron reducir la oferta 10%, esperando que los precios aumentaran 20% como resultado, el precio aumenta cuando se hace el anuncio, pero después de un tiempo los mismos productores que abogaron por reducir la oferta pueden ser fuertemente tentados a producir más sin informar y así beneficiarse secretamente de los precios más altos. Finalmente, el “mercado”, una masa heterogénea formada por productores, consumidores, informantes, transportistas, Estados, etc., se da cuenta de que el corte de la oferta no fue tan profundo ni tan prolongado como se anunció y los precios, eventualmente, caen de nuevo.


Esta ha sido una característica constante de la OPEP en los últimos cincuenta años que ha dado forma a los precios históricos del petróleo. A pesar de la falla fundamental del cártel, es cierto que históricamente la OPEP ha influido efectivamente en el precio del petróleo durante ese período.

Sin embargo, en la última década la oferta cambió de forma estructural. Mientras una revolución estaba ocurriendo en Venezuela, otra completamente diferente se estaba desarrollando en los Estados Unidos (EEUU) a través de una combinación de tecnologías de petróleo y gas: las más importantes, la combinación de perforación de pozos horizontales con la fracturación hidráulica de yacimientos. Cientos de empresas privadas de todos los tamaños lideraron el camino de una revolución energética conocida como la Revolución del Shale o esquisto. Como resultado, EEUU ha incrementado significativamente las reservas y producción de petróleo (un aumento de 2.8 millones de barriles diarios entre 1998 y 2016) y gas. EEUU ahora exporta gas natural barato al mundo a través de gasoductos y gas natural licuado. También redujo considerablemente su dependencia de las importaciones de petróleo y comenzó a exportar crudos livianos, algunos de ellos a la República Bolivariana de Venezuela para mezclar con el crudo extra pesado de la Faja Petrolífera del Orinoco “Hugo Chávez Frías”. Los consumidores estadounidenses ahora disfrutan de gasolina y gas natural barato que además de favorecer las ventas de Hummers ha hecho posible una ola reindustrializadora en ese país.

¿Cómo se explica este cambio fundamental?

La mejor manera de explicarlo es a través de una curva de oferta, la cual determina a qué precio una determinada cantidad de un producto puede ser producido rentablemente por los productores en el mercado.

Históricamente la curva de oferta del petróleo era tal que si la cantidad producida se reducía en una cantidad modesta, entonces el precio aumentaba desproporcionadamente en relación con la reducción de la oferta. En el contexto de la OPEP y de sus países miembros, el aumento del precio compensaba con creces la reducción de la producción, aumentando en general los ingresos petroleros de los países miembros.


Pero la revolución de esquisto cambió la forma de la curva de oferta. La nueva curva de oferta, refleja el impacto de los avances tecnológicos que han desbloqueado los recursos naturales gigantes de esquisto que se pueden producir más económicamente que muchas otras fuentes de suministro de petróleo, como petróleo en aguas profundas en el ártico e incluso el crudo extra pesado como el que predomina en Venezuela.

La curva de oferta posrevolución de esquisto genera un pequeño aumento de precio a pesar de cortar la producción en la misma proporción que antes.

Nos damos cuenta de que estamos en un mundo donde el precio del petróleo se mantendrá relativamente bajo y por un buen tiempo. EEUU ha desbloqueado un recurso tan vasto y ha aumentado tanto la producción, fuera del control de la OPEP, que a pesar de los recortes de la producción de la OPEP o el conflicto y la inestabilidad en el Oriente Medio, los precios del petróleo no superan los 60 dólares por barril. Es relativamente seguro decir que no vamos a ver los días de 100 dólares por barril de petróleo de nuevo. Y a menos que el señor Trump prohíba el fracking hidráulico (que es extremadamente improbable, si no imposible) la curva de oferta continuará presionando el precio a la baja en la medida en que tecnología siga avanzando.

Las implicaciones de este cambio en la curva de oferta son profundas, y cuando se suma a esto que la demanda de petróleo podría alcanzar su pico histórico en la década de 2030 (o inclusive antes) y de ahí en adelante caer, comenzamos a notar cambios fundamentales en el comportamiento de los participantes del mercado.

Del lado de la OPEP la consigna solía ser la protección de precios y ahora se centra principalmente en la protección de la cuota de mercado —a pesar del reciente acuerdo para reducir la producción durante 6 meses—. Eso significa maximizar la producción y no perder cuota de mercado. En 2016 la producción de Arabia Saudita alcanzó récord máximos. Por otra parte, Arabia Saudita, que ha sido siempre muy reservada y cerrada sobre su industria petrolera, decidió abrirse vendiendo 5% de la empresa Saudi Aramco en la bolsa de valores. Es mejor tener efectivo en mano hoy que correr el riesgo de no tenerlo en un futuro no tan lejano. Por último, Arabia Saudita y  Emiratos Árabes Unidos han creado sendos fondos de inversión mil millonarios para diversificar sus economías petroleras de cara a un futuro sin petróleo.

¿Cómo leer todo esto? En los viejos tiempos, un barril que no se produjo hoy podría ser producido en el futuro. Actualmente, un barril que no se produce hoy podría permanecer bajo tierra para siempre. Otra forma de verlo es que cada barril que la OPEP recorte podría ser reemplazado por un barril de esquisto de EEUU.

Fuera de la OPEP, Rusia también produjo máximos récords en 2016 y los EEUU permitieron exportar petróleo nuevamente después de décadas de una ley que lo prohibía. Rosneft, la empresa rusa, también vendió 20% de sus acciones a inversionistas privados y México abrió su sector petrolero aguas arriba rompiendo el monopolio de Pemex de 75 años. Y en EEUU, cada vez que se da una señal de precio (bien sea porque la OPEP anuncia un nuevo recorte o por alguna interrupción geopolítica de la oferta) los cientos de productores de petróleo de esquisto reaccionan simplemente abriendo los pozos y produciendo mas crudo a ese precio mayor. El resultado es que el petróleo de esquisto estadounidense se ha convertido en un techo para los precios del petróleo mundial.

En general, la producción de petróleo de alto costo se ha vuelto poco competitiva y será desplazada lenta pero seguramente por el crudo de esquisto estadounidense que es más económico de producir. Lamentablemente, Venezuela en lugar de seguir a Arabia Saudita o Rusia ha hecho lo contrario. Su producción ha disminuido a alrededor de 2 millones de barriles por día, un nivel de producción visto por última vez en la década de 1970 antes de la nacionalización de la industria.

Las implicaciones para Venezuela y su sociedad en el mediano y largo plazo pueden ser enormes. De los casi 300 mil millones de barriles de reservas que poseemos, el tres cuartas partes es petróleo extra pesado que es costoso de producir, transportar y procesar. Es sólo cuestión de mirar al norte, a Canadá, que posee la segunda mayor reserva de petróleo pesado del mundo, para darse cuenta de cómo la inversión en petróleo pesado está cayendo rápidamente en beneficio de alternativas más competitivas como el petróleo de esquisto. Y no menciono la exploración del petróleo del ártico que se detuvo completamente.

Venezuela debe despertar a esta nueva realidad. Permanecer miembro de la OPEP o no es una cuestión irrelevante en esta etapa. El cártel perdió efectivamente su capacidad para controlar los precios del petróleo. Todavía se puede ser un miembro de este club para acceder a la información de mercado y tener una que otra palanca de política exterior que podrían ser útiles algún día.

Lo que realmente importa es que internalizamos el hecho de que hay nuevos competidores que nos obligan a reorientar nuestra industria de hidrocarburos hacia la maximización de la producción de manera competitiva. Por ejemplo, he repetido hasta el cansancio la idea de enfocar nuestra política energética hacia el gas natural. También será clave la revitalización de la exploración y producción de crudos convencionales de bajo costo (medianos y livianos en lugar de pesados). Podemos lograrlo definiendo términos fiscales y de participación atractivos que nos permitan competir en este nuevo mercado y desbloquear nuestro potencial. Al cambiar nuestro enfoque con rapidez y audacia tenemos la oportunidad de extraer algunos de los casi 300 mil millones de barriles de reservas que hacen de Venezuela el mayor poseedor de reservas en el planeta y con eso proporcionar las recursos financieros tan necesarios para nuestra sociedad.

Nota técnica:

La curva de oferta muestra a qué precio una determinada cantidad de un producto puede ser producido rentablemente por los productores en el mercado.

Históricamente, la curva de oferta del petróleo era tal que si la cantidad producida se reducía en una cantidad modesta (x), entonces el precio aumentaba desproporcionadamente (y) a esta reducción de la oferta. En el contexto de la OPEP y de sus países miembros, el aumento del precio compensaba con creces la reducción de la producción, aumentando en general los ingresos petroleros de los países miembros.

Esta lógica es válida porque la curva de oferta del petróleo era bastante inclinada. Con esta forma de curva de oferta tiene sentido cortar la producción para aumentar el precio. Los economistas dirían que esta curva de oferta es inelástica, ya que una pequeña reducción en la cantidad producida puede producir un gran aumento en el precio.

La revolución de esquisto cambió la forma de la curva de oferta al achatarla y desplazarla hacia la derecha. La nueva curva de oferta refleja el impacto de los avances tecnológicos que han desbloqueado los recursos naturales gigantes de esquisto. La curva de oferta posrevolución de esquisto genera un pequeño aumento de precio (y) a pesar de cortar la producción en la misma cantidad (x). Esto es lo que los economistas llaman una curva de oferta elástica en la que los cambios en la oferta no mueven casi el precio.

10-03-17




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