+Jorge L. Urosa Savino, Cardenal Arzobispo de Caracas 13 de
diciembre de 2017
A los
venerables sacerdotes y diáconos, a las religiosas y religiosos y a todos los
fieles de la Arquidiócesis de Caracas: Salud y Bendición en el Señor.
Mis
queridos hermanos:
Vivimos
en Venezuela tiempos muy difíciles, hasta el punto de que algunos dicen que no
se puede celebrar la Navidad. Ante esa afirmación derrotista nosotros, los
católicos, sentimos que hoy, más que en otras ocasiones, en estos tiempos
oscuros, es preciso celebrar la Navidad.
Porque
la Navidad, mis queridos hermanos, no es un carnaval, una fiesta sin sentido ni
causa. Es la celebración del amor de Dios manifestado en Nuestro Señor
Jesucristo, rostro de la misericordia del padre. Por esto, en estas semanas de
Adviento nos preparamos para celebrar con alegría la venida de Jesús el Señor,
el Hijo de Dios hecho carne, a nuestra realidad humana. La Navidad es una
fiesta religiosa. Es la fiesta de la manifestación de la misericordia y de la
bondad de Dios, nuestro amoroso Padre celestial, que “¡tanto amó al mundo que
le entregó su Hijo único, para que todo el que crea en Él tenga vida y vida
abundante!” (1)
La
Navidad es la celebración del nacimiento de Jesús de Nazaret, Dios y hombre
verdadero, nuestro hermano, redentor y salvador, el Alfa y Omega de la historia
y de la humanidad. Al festejar el cumpleaños de Jesús lo hacemos con profunda
fe en el amor infinito de Dios, que ha querido hacernos hijos suyos, discípulos
de Cristo y miembros de la Santa Iglesia Católica para abrirnos las puertas del
cielo; para darnos la salvación y la felicidad eternas.
Por
estas razones es tan hermosa la Navidad. El cántico de los ángeles en Belén
reveló a los pastores la finalidad del nacimiento del Niño Dios: “Gloria a Dios
en el cielo y en la tierra paz a los hombres que ama el señor” (2). Cristo nace
en Belén para dar gloria a Dios y para traer paz alegría y felicidad a los
seres humanos. Por esa razón nos llenamos de gozo y esperanza aun en medio de
dificultades. Y debemos convertirnos y prepararnos con un corazón renovado a
recibir a Jesús en nuestras vidas, en nuestra existencia diaria, y
particularmente en cada familia.
Precisamente
en estos tiempos duros, de penuria, angustia e incertidumbre, es preciso
renovar la vivencia de nuestra fe, para acoger y comunicar la paz que Cristo,
Rey pacífico, ha venido a comunicarnos. Las circunstancias actuales de grave
crisis política, económica y social, nos exigen a todos los cristianos,
independientemente de nuestras simpatías políticas, el trabajar activamente por
la paz. Debemos luchar activamente en defensa de nuestros derechos, en pro del
bien común, en favor de los grandes valores de la libertad, la justicia y el
progreso, pero sin dejarnos llevar nunca por la violencia, el odio o el rencor.
Sin duda alguna este es un momento muy grave y duro en la historia del País.
Para que haya paz entre nosotros es preciso que se imponga en todos los
corazones la necesidad de respetarnos mutuamente: de respetar y defender los
derechos del pueblo, de respetar las opiniones de los demás. Hemos de ser
solidarios con los más pobres, y compartir nuestros bienes con los necesitados.
Por estas intenciones hemos de orar fervientemente en este tiempo de
preparación a la fiesta navideña, que debe ser para cada familia, para cada uno
de nosotros, una oportunidad de crecer en el amor, en la esperanza, en la fe en
Dios vivo y presente en nuestra historia.
Queridos
hermanos: Navidad es luz en las tinieblas (Cfr. Jn 1, 5). A pesar de la
oscuridad que nos rodea, celebremos la Navidad, llena de la luz de Cristo,
reafirmando nuestra fe en el amor de Dios, participando en los actos
religiosos, y festejando sobriamente, en familia, la venida del Niño Dios a
nuestras vidas. Que no falte en ningún hogar el Nacimiento, así sea sencillo y
humilde. Participemos activamente acudiendo a la celebración eucarística el 25
de diciembre y el 1 de enero, recibiendo los sacramentos de la Reconciliación y
la Comunión, abriendo nuestros corazones a los pobres, y llevando alegría a
nuestros semejantes.
Navidad
es la luminosa y alegre manifestación de la inmensa bondad de Dios. Recibamos
sus dones de amor y salvación con un corazón abierto, y seamos constructores de
la paz en medio de nuestros hermanos.
Manifiesto
mi más viva solidaridad con quienes tienen un luto reciente, con las víctimas
de la violencia, con los que pasan hambre, los presos y los enfermos, con
quienes se sienten solos y abandonados, y con todos los que sufren,
Con mi
afectuosa bendición episcopal les deseo una Navidad muy feliz y un año 2018
lleno de abundantes bendiciones celestiales.
+Jorge
L. Urosa Savino
Cardenal
Arzobispo de Caracas
Agradezco
a los sacerdotes y diáconos leer ese mensaje en todas las Misas del próximo fin
de semana. En las Escuelas Católicas en todas las aulas en la primera
oportunidad.
Notas:
1. Cfr. Juan 3, 16
2. Lucas, 2,14
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