Por Paulina Gamus
Quienes hayan pasado por la
dolorosa experiencia de ver como se va encaminando hacia la muerte un ser
querido víctima de cáncer, saben perfectamente que después de agotados todos
los recursos científicos, se acude a cualquier ensalme, brujería, brebaje,
ejercicios corporales y de meditación, lo que sea y donde sea para aferrarse a
una esperanza.
Venezuela es en estos momentos
un enfermo terminal. No voy a detenerme en el inventario de tragedias que nos
acosan y que pueden resumirse en hambre generalizada que va in crescendo y
muertes, también en aumento diario por falta de medicamentos y de recursos
hospitalarios. Sumemos la violencia y la delincuencia irrefrenables que
han convertido al país en un conjunto de ciudades y pueblos fantasmas
apenas oscurece.
Para salvar a ese enfermo cuyo
mal se inició hace 19 años, se ha hecho todo lo que el librito de la política
aconseja: manifestaciones multitudinarias, paro indefinido, referéndum
revocatorio en 2004, elecciones presidenciales y parlamentarias, lucha
frustrada por otro referéndum revocatorio en 2016, un plebiscito
simbólico en 2017 y varios meses de este año con las calles tomadas por la
oposición y con el trágico saldo de asesinatos cometidos por los cuerpos
armados del régimen, y de prisioneros políticos sometidos a torturas y
vejámenes de toda índole.
El mal, el cáncer está representado
por un gobierno cuyo carácter no solo dictatorial sino delictivo, es de
conocimiento universal. Los intentos ortodoxos, es decir democráticos, por
combatirlo han fracasado uno tras otro. El fracaso no se puede atribuir solo a
los abusos y atropellos del gobierno sino también a errores de la
dirigencia política opositora. Pero al hablar de oposición con sus
errores, no podemos referirnos solo a los que en su momento cometió la
Coordinadora Democrática y luego la Mesa de la Unidad Democrática MUD. Ha
existido desde hace esos mismos diecinueve años, una especie de quinta columna
instalada dentro de la oposición, es como una extensión de la metástasis. Es
esa oposición de la oposición que destruye con sus críticas malsanas y con su
lluvia incesante de sospechas y anatemas lanzados contra la dirigencia
opositora, la confianza que debería respaldarla.
La quinta columna opositora no
está asociada con el régimen, no llegaré a esos extremos de acusación, pero le
ha brindado un servicio inestimable que es ir colocando piedras en el
camino de cualquier intento de salir de la dictadura. Son columnistas de prensa
que llevan el mismo tiempo de la llegada de Hugo Chávez a la presidencia,
repitiendo idénticas acusaciones contra la dirigencia política
opositora porque no ha sido capaz de hacerles el trabajo que ellos pretenden
-desde su cómodo escritorio- que hagan otros. A estos vertedores de veneno
impreso se han sumado los managers de tribuna y héroes del teclado, que han
hecho de Twitter y Facebook sus armas mortíferas contra esa dirigencia.
Después de un diálogo que el
mismo gobierno dinamitó, al enfermo terminal que es Venezuela se le abre una
rendija de esperanza y es un proceso de negociación avalado por varios países
amigos y con participación -no solo de dirigentes políticos- sino además de
representantes de distintos sectores del país. No han sido
solamente los vertedores de odio en letras quienes atacan ese proceso y
llaman traidores y otras lindezas a quienes participan. Los abanderados han
sido dirigentes opositores que se desmarcaron de la Unidad con propuestas
vacías como “la salida ya”, “calle y más calle”, “Maduro vete ya”,
“busquen la partida de nacimiento de Maduro”, “saquen a ese CNE”,
etcétera. El argumento que utilizan con más énfasis es que con
delincuentes no se negocia y que el gobierno se burlará nuevamente de los
negociadores de oposición.
¿Puede alguien a estas alturas
garantizar que el proceso de negociación que se iniciará el 1º y 2 de diciembre
próximos en República Dominicana será exitoso? Pero ¿puede alguien asegurar
desde ya que será otro fracaso? No olvidemos que estamos ante un enfermo
terminal, que ese enfermo es nuestro país y que nada de lo que se haga para
salvarlo es banal y prescindible.
01-12-17
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