Por Arnaldo Esté
La investigación académica
generalmente está vinculada a una institución o dicho más generalmente, está
institucionalizada. Sigue métodos y procedimientos de aceptación en las instituciones
o comunidades de investigadores. Como bien lo saben los profesionales, ella
puede conducir a creaciones o simplemente acopiarse como ratificación de una
anterior investigación o al propio currículo formal de la persona.
La creación agrega, construye,
para lo ya existente en las ciencias, en las artes o en las áreas borrosas de
ambas, algo que cambia su curso o lo profundiza. Con construir queremos decir
algo ya muy repetido: a partir de lo que ya se tiene como acervo, más allá de
aprender, se agrega otra cosa.
Tanto la investigación como la
creación son cosas de los humanos y, así, crece y se hace mejor su propia vida.
Si acaso se pueden hacer balances de la historia, como muchos lo han hecho, y
se puede ser optimista. A pesar de guerras y acciones estrafalarias que
perviven, cada vez los humanos somos mejores. Esto no suena bien en las
conversas periodísticas, mediáticas y enredadas, donde lo que atrae y es
noticia es, mayormente, la mala noticia.
Si aceptamos la educación como
formación de valores y competencias nos toca decir que la investigación y, más
aún, la creación prosperan en ambientes donde se los cultivan.
La dignidad, que
lamentablemente es una palabra muy maltratada y manoseada (pero por más que
trato de salirme de ella, no lo puedo), expresa la tenencia de sí mismo como
sujeto –subjetividad– pleno. No es condición necesariamente consciente. Es cosa
de todo el cuerpo, de una corporeidad integral, sin escisiones cuerpo-espíritu.
Se actúa desde esa condición. Ella, como otros valores, se cultiva en su
ejercicio constante. No como una prédica, lección o sermón, sino como un
ejercicio perseverante, como un ambiente en el que se usa la vida en costos y
disfrutes altos.
Las aulas, pese a logros y
avances en algunos países y en algunas escuelas, en Venezuela, como espacios
sociales de la petrofilia, son ahora de dominio autoritario. Una relación que
recuerda la servidumbre. Una condición en la que la persona ve, a veces sin
saberlo, su dignidad menguada. Apresado en ese menoscabo, asume la actitud de
sobreviviente que tiene que someterse a las exigencias de la autoridad para
permanecer.
Pueblos y personas toman y han
tomado los caminos de investigarse, de comprenderse y actuar en grandes gestas.
Una comprensión que con frecuencia ha tomado expresiones simbólicas o cuasi
religiosas que concitan a los constituyentes de esa corporeidad propia, o a los
diversos integrantes del conjunto social. Es cuando encontramos a esas personas
o naciones zumbadas, metidas en su propia realización.
arnaldoeste@gmail.com
02-12-17
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