JOEL RODRÍGUEZ RAMOS 30 de noviembre de 2017
Produce
rabia, dolor, impotencia, desconcierto lo que estamos viviendo los venezolanos.
Mientras peor es el régimen, más poder acumula y aparentemente con apoyo
popular. Y no es apoyo popular lo que lo sostiene, es una actitud inescrupulosa
y escandalosa por su perversidad. La oposición parece incapaz de vencer siendo
mayoría. Este último fin de semana he visto y leído todo tipo de comentario
sobre el régimen que en cualquier lugar del planeta produciría su caída. He
recordado la renuncia de Richard Nixon en USA, en 1974. Nixon cayó por mucho
menos de lo que acá vivimos hoy. De La Rúa en Argentina, se vio obligado a
renunciar también por mucho menos de lo que acá sucede. Zelaya en Honduras, era
tal la inmoralidad de su régimen que lo sacaron del país sin juicio y en
pijamas terminando destituido por el Poder Legislativo. Y sin ir tan lejos, CAP
fue destituido por una mínima ayuda concedida a la presidenta Violeta Chamorro
de Nicaragua, cuyos recursos salieron de una partida secreta que por razones de
seguridad manejaba el Presidente de la república.
Hoy
pasa de todo en Venezuela. El gobierno ampara actos de corrupción, de
violaciones legales, de montajes de estructuras paralelas a las previstas en la
Constitución Nacional y orgías degradantes y los sectores democráticos
terminamos aceptándolas sin rubor alguno. Enerva el espíritu ver, por ejemplo,
al candidato a la gobernación del estado Zulia, declarar que él está dispuesto
a juramentarse ante la ANC y ante quien sea. Me imagino que todos los
candidatos a alcaldes de oposición están dispuestos a lo mismo, después que
hemos dicho, por activa y por pasiva y hasta en un hermoso plebiscito que la
ANC no existe, es írrita, inconstitucional, fraudulenta, inválida. Qué siente
nuestra gente al presenciar tales espectáculos: desazón, tristeza, amargura que
ni el mejor tratamiento puede evitar. Pero además, nos vemos terriblemente
desunidos. Pareciera que no hay conciencia de que la lucha a librarse exige un
gran esfuerzo de unidad y desprendimiento, ambas cosas. Desprendimiento total
de ambiciones subalternas y personalistas. Un gran ejemplo de desprendimiento
nos dio Ramón Guillermo Aveledo cuando ocupó la Secretaría Ejecutiva de la MUD.
Su norte fue siempre la cohesión opositora y el justo equilibrio en los
pareceres de cada integrante de la coalición. Por ahí leí un artículo según el
cual había que inventar una nueva oposición. Me pareció injusto ese artículo
con Ramón Guillermo Aveledo, quien siempre demostró tener muy claro lo que se
debe hacer y la naturaleza del monstruo satánico que nos gobierna. Por eso
alguna vez le dije “vuelve Aveledo”.
Me da
lo mismo, absolutamente lo mismo, que el candidato opositor y próximo
presidente de Venezuela sea Ledezma, Ramos Allup, Capriles, María Corina,
Leopoldo López o cualquiera otro serio y de convicciones democráticas que
surja, sólo les pediría conversar entre ellos, entenderse con sinceridad absoluta,
construir una sola voz, un solo programa, una sola meta. Es hora de los grandes
sacrificios.
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