Emilio Nouel 08 de diciembre de 2017
En
estos días puse particular atención a lo declarado por el secretario general
del sindicato petrolero de Paraguaná, Iván Freites, la cual pone los pelos de
punta a cualquiera que la haya oído.
El
general ignorante que ahora “gerencia” PDVSA ordeno que pusieran en
funcionamiento –“arrancaran”- las plantas de aquel complejo refinador, que,
según el declarante, tienen daños serios en sus estructuras, tuberías y algunas
están en reparación, todo sin cumplir con los protocolos y normas de seguridad,
exponiendo a los trabajadores, a la empresa y la población circundante a correr
riesgos físicos que podrían ser irreparables.
Agregaba
el sindicalista, que el milico en cuestión tenía previsto incorporar manu
militari a cientos de miembros de la milicia -improvisados e inexpertos en la
materia, por supuesto- para que, a como diera lugar, esas plantas entraran en
operación.
De ser
cierto lo que denuncia Freites, y no me extrañaría para nada que lo fuera,
estamos ante una demostración más de la conducta nociva, irresponsable y
destructora que caracteriza a los que nos gobiernan.
El
notorio estado lamentable del país, de su economía e instituciones, del nivel
de vida de los ciudadanos y del entorno moral, es consecuencia directa de un
modo de gobernar, si así puede llamarse este, que es expresión no solo del
desconocimiento de lo que tal actividad compleja comporta, es también el
resultado lógico de una ideología demencial, lindante con la barbarie.
Muchos
acusan al gobierno de comunista, y cuando veo cosas como la mencionada al
comienzo de estas líneas y los otros cientos de desaguisados perpetrados
durante casi 20 años, no puedo estar más en desacuerdo con tal caracterización.
Esto que padecemos en Venezuela no es comunismo, es algo peor aún.
Porque
a pesar de que el comunismo es una funesta ideología, totalitaria y fracasada, la experiencia nos indica que en
él había, al menos, un orden, un mínimo de sentido común que lo hacía funcionar
para los fines, por supuesto, que conocemos.
Pero
lo que vemos en este país es otra cosa. No hay orden, ni preparación técnica,
ni plan que se ejecute bien; ni siquiera las locuras que se les ocurren son
ejecutadas medianamente (el estado comunal, el trueque, el sucre, etc) . Todo
es un caos, una chapuza, una reiteración de errores, en los que la barbarie más
primitiva e iletrada se ha impuesto al interior de la Administración pública,
para descoyuntarla y/o demolerla, sin levantar otra que la sustituya.
Más
allá de su ideología, en la antigua Unión Soviética nunca se les hubiera ocurrido
nombrar, para dirigir el programa espacial, a un ignorante en la materia.
En la
Venezuela revolucionaria, nos damos el lujo de colocar al frente de cruciales
funciones administrativas, como la educación, la salud, el transporte o la
industria petrolera, a personas cuyas credenciales son las de estar intoxicadas
de una doctrina desquiciada, sin valores éticos ni experiencia.
El
gobierno se caracteriza por poner a redomados incompetentes o simplemente a
chafarotes iletrados, que solo han generado la debacle social más grande que se
haya podido conocer en nuestra nación.
No
otra cosa podemos esperar de este gobierno de los peores, de los mediocres,
cuyos méritos son o los de pertenecer al partido de gobierno o a una de las
mafias que lo dirigen.
Hambre,
destrucción y caos social es lo único que exhiben. Sin el chorro petrolero, no
se hubieran mantenido en el poder por tanto tiempo, porque el desbarajuste
quizás se habría adelantado. Y quien quita que ya se habrían marchado estos
atilas, para bien de los venezolanos.
Con
ellos no puede haber futuro. Solo un viraje hacia otro modelo político y
económico puede hacer recuperar la esperanza en una Venezuela prospera.
EMILIO
NOUEL V.
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