Miguel Méndez Rodulfo 15 de septiembre de 2018
Recientemente
el régimen tomó dos medidas de esas que son las correctas en una nueva
gobernabilidad, pero que en el chavismo son un contrasentido, una cortina de
humo, sin efecto ni credibilidad alguna. Me refiero a la eliminación del
control de cambio sobre el dólar y a la restitución de los convenios operativos
de la Faja del Orinoco. La eliminación de la libre convertibilidad de la moneda
fue una medida tomada por el chavismo en el temprano 2003; en ese momento no
había ninguna justificación económica para implementar tal decisión; lo que si
había eran poderosas razones políticas para controlar al sector privado y a la
sociedad venezolana. Desde entonces, continuamente se ha demostrado la
inconveniencia de esta disposición, como ha ocurrido en el mundo entero, pero
el gobierno ciego en sus errores, enfocado solamente en el control político y
en la permanencia indefinida en el poder, tercamente, con muy poco sentido de
la realidad y de una manera que enaltece la brutalidad, se había empeñado en
mantener el control cambiario. Ahora, de súbito, en medio de este maremágnum
que significa el paquetazo madurista, el régimen, como si nada, se contradice
de 15 años de bestialidad.
La
verdad es que no hay tal libre convertibilidad ya que explican los
especialistas que “las operaciones entre privados deben hacerse a través de
Dicom y cuando se refiere a remesas éstas deben transarse por medio de la banca
o casas de cambio (autorizadas por el gobierno). El sector privado exportador
sólo podrá conservar 80 % de las divisas generadas ya que debe vender 20 % al
BCV, lo cual incluye al sector turismo”. Además, añaden: “mientras se limite la
cantidad a comprar, el tipo de cambio de subastas entre privados (Dicom) se
ancle, y se penalicen las operaciones del mercado paralelo, el control de
cambio sigue vigente aunque mute” Bueno, aunque es clave destacar porqué esta
medida es pura retórica que busca crear apariencias y confundir (cambiar las
cosas para que todo siga igual), aquí, como en el caso de los convenios
operativos de la industria petrolera, que fueron execrados por el régimen y
acusados de todos los males de la economía, lo importante a destacar es que el
chavismo recalcitrante tuvo que tragar entero y enmendar la plana. Tuvieron que
dar marcha atrás en los asuntos más medulares e ideológicos del régimen y tomar
las medidas que la ortodoxia recomienda.
Durante
15 años, el dólar siguió su carrera imparable al ascenso y de nada sirvieron
los distintos mecanismos que el chavismo inventó para controlarlo. Así, a pesar
de Cadivi, Sitme, Cencoex, Sicad, Sicad I, Sicad II, Simadi, Dipro, Dicom y
Dicom 2, la moneda norteamericana pasó de Bs. 2,15 por dólar en 2003, a los
estratosféricos Bs. 10.000.000 actuales; sin embargo, a pesar de las evidencias
del fracaso de la medida, el gobierno ensimismado en su visión ideológica, se
negaba por motivos políticos a aceptar la realidad. De manera que la economía
se hundió, disparate, tras disparate. Aunque es cierto que no hay una verdadera
convertibilidad, como tampoco que habrá una real apertura petrolera, lo
interesante es que se tuvo que dar un viraje de 180°, lo que implicó el costo
político para el régimen de tirar por la borda la porquería de políticas que
venían aplicando y tener que afrontar su fracaso durante tres lustros, aunque
de la boca para afuera no lo reconozcan.
Algo
que este régimen nefasto nunca va a reconocer es que para tomar medidas
drásticas, que reviertan el desastre político, financiero y económico en que se
haya hundida Venezuela, debe dársele paso a una nueva gobernabilidad, porque la
que causó el desastre nunca va a generar confianza en los actores económicos,
políticos y sociales. Nadie en su sano juicio va a traer su dinero de afuera
para correr el riesgo de que le arrebaten el capital que logró ahorrar con años
de esfuerzo. El régimen no engaña a nadie, se engaña a sí mismo.
Miguel
Méndez Rodulfo
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