Por Luisa Pernalete
El grupo de niños y niñas de
siempre estaba en el parque de la comunidad. Jugaban a “toqui-toqui”, al
“paralizado” y esos juegos así. Las niñas del primer grado aceptaban a los de
segundo, siempre y cuando no empujaran. En eso, Victoria vio una pareja con
cara de cansancio y dijo: “Deben venir de la cola para comprar harina. Con esa
cara llega mi mamá también”.
Pero no venían de esa cola,
venían del hospital de Guaiparo, en San Félix. La señora, muy bonita, estaba
muy gorda, y Any, que sabe mucho porque su mamá es maestra, dijo que esa señora
no estaba gorda por comer: “Yo creo que está embarazada, porque así se puso una
vecina que tuvo un bebé”.
Y de una vez salió Gastón,
un morocho que es del Cardenales -como su papá-, y dijo que él sabía cómo eran
los niños recién nacidos: “Son chiquiticos. Y no pueden comer arepas como
nosotros”.
La pareja se sentó en el
único banco que queda en el parque. Los niños se acercaron a preguntar si
querían algo, porque se les veía la cara de preocupación.
- Señor, ¿su esposa está
gorda por comer o está embarazada?- se atrevió a preguntar Lorena, que es de
segundo grado. “Está embarazada, y ya va a dar a luz. Pero en el hospital nos
dijeron que no podían atenderla–, dijo el señor. Y Juan José comentó que ese
hospital tenía tiempo que no atendía a ningún niño. Él sabe de hospitales
porque su mamá trabaja en uno.
“Mejor no vaya al de Uyapar,
en Puerto Ordaz, porque ahí tampoco atienden. Ni tampoco al de Barquisimeto,
dicen que los niños se mueren por unos bichitos”, dijo Martina, una morocha que
baila mucho y que sabe de Barquisimeto porque ahí vive su abuela.
Los niños se reunieron, como
cuando van a tener actividad especial en la escuela. “¡Hay que hacer algo!”,
dijeron como en un coro. “Las mamás no pueden dar a luz en la calle. Yo nací en
un hospital limpiecito!”, dijo Samanta, la otra morocha.
Se pusieron a pensar y
entonces José Tomas dijo con sus ojos grandes: “Tengo una idea: ¡Que nazca en
la escuela! Mi primer grado está muy adornado, porque la maestra nos enseñó a
hacer dibujos muy bonitos”. Y su hermanita, Mary Cori, dijo que era verdad, Y
que era buena idea. “Además- agregó Raúl, el otro morocho- La maestra Anyerling
es muy buena gente, siempre nos complace, y ella nos dijo que la directora,
Mirian, es enfermera y sabe de ayudar a parir a las señoras. Eso me lo dijo mi
mamá, que es amiga de ella y la conoce muy bien”.
“Y yo he visto cómo hacen en
la tele cuando una mamá va a dar a luz: respire, respire… eso debe ser para que
el bebé no tenga tanto calor y pueda salir de la barriga”, añadió Henry Tomas,
que dice ser experto en primeros auxilios y juega siempre con su papá a la
ambulancia.
Rápidamente todos se
movieron: Victoria fue a hablar con su mamá para que le diera el teléfono de la
maestra; Henry Tomás dijo que hablaría con su papá que es bombero voluntario
para que llevaran a la señora y al señor a la escuela Gabriela Mistral; Camila
también se apuntó y dijo que hablaría con su mamá que es Madre Promotora de
Paz, porque en su escuela las mamás también estudian -así es esa escuela-, y
esas señoras, que se llaman “comadres”, ayudan a todo el mundo. Seguro que las
señoras Del Valle, Gabriela y Maritza correrán a la escuela, agregaron las
morochas.
Lorena fue la encargada de
hablar con la pareja. “No se preocupe señor, ya lo arreglamos todo. Les vamos a
acompañar a nuestra escuela y su bebé puede nacer ahí. Ya hablamos con la
directora y nosotros le vamos a acompañar: los niños no puede nacer en la
calle, porque hay moscas y se pueden enfermar”.
Llegó el carro de los
bomberos, con el papá de Henry Tomas y se montaron todos los que pudieron.
Otros se fueron a pie apuraditos.
Al llegar ya estaba la
directora y la maestra de primer grado, también estaban otras maestras, Aida,
Jazmín, la maestra Petra que saben de niñitos. Y la directora le preguntó el
nombre a la pareja: “Mi esposa se llama María y yo me llamo José y somos de
Nazaret” – Cuando la directora escuchó los nombres, se sorprendió: “¡Quue!,
¿Ustedes son José y María? Entonces el Niño que va a nacer es Jesús! A correr
todos para preparar ese nacimiento!”.
Y todos abrieron los ojos
grandísimos, como esas almendras que antes llevaban de regalo los papás.
Rápido los niños barrieron
dos veces el salón, buscaron telas del rincón de los juguetes del salón de
preescolar, y pajitas del jardín, sin estropear las flores, andaban como los
pajaritos cuando van a hacer un nido. Afortunadamente el día anterior había
llegado el agua y se pudo limpiar.
“¿Cómo hacemos con la mula y
el buey?”, preguntó Raúl. “Aquí no hay esos animales, yo ni se cómo son”-
Victoria dijo que no importaba: “Todos tenemos perros, gatos y loros en
nuestras casas, y todo sabemos dibujar. Hagamos dibujos de nuestras mascotas y
los ponemos en cartelera” y Beatriz, mas pequeñita, apuntó que en su casa había
una guacharaca y eso pintaría ella.
Una vez que cada quien dijo
qué pintaría, le pidieron permiso a la maestra para sacar los colores del
estante. En todas las hojas, que eran de reciclaje, dibujaron un sol, radiante
y cada quien hizo a su mascota para que el pesebre quedara completo.
Luego comenzaron cantar esos
aguinaldos que la maestra Luisa les ha enseñado, algunas con letras inventadas,
porque así es esa maestra: “Corre caballito vamos a la escuela, que hoy va a
pasar una cosa muy bella”. Y por si acaso eran pocos, los morochos dijeron que
ellos invitarían a Alejandro y a Amanda. “Ellos no vienen al cole todavía, pero
cantan muy lindo los aguinaldos”. Y ahí llegaron los dos cantando Con mi
burrito sabanero muy afinados.
En eso escucharon unos
ruidos en la calle. Y salieron, adivinen: unos uniformados armados echando
tiros. -“¡Buscamos a un delincuente! El Jackson, ustedes lo conocen. Roba motos
y cosas así”- gritaron los uniformados.
“No pueden seguir haciendo
eso, está naciendo un Niño Jesús en la escuela y las balas matan. Las armas no
son juguetes”. Sí, dijo Any.
Mientras se escuchaba desde
la escuela unos cantos “Nació el Redentor, nació, nació. En humilde cuna, para
dar al hombre la paz la paz…” -¿No escuchan? – preguntaron los niños. Y después
se escuchó “Niño lindo ante ti me rindo/ Niño lindo, eres tú mi Dios”.
Entonces pasó algo como de
magia. Uno de los uniformados se detuvo: “Yo cantaba eso cuando estaba
chiquito. Me lo enseñó señor mi maestra…. Yo estudié en esa escuela…Creo que
los niños tienen razón…” Y se le vio como una luz en su mirada. “Yo no quiero
herir a nadie más. Hay que ver qué hacemos en la comunidad con los jóvenes de
mala conducta, pero no podemos seguir disparando… Yo me rindo ante el Niño
Lindo”. Y se ve que tenía influencia entre sus compañeros, porque poco a poco
todos fueron poniendo sus armas en el suelo y se dirigían a la escuela.
El Jackson miraba lo que
estaba pasando. “Que reine la paz, reine la armonía”, cantaban ahora los niños
en su salón. Y el Jackson no era mala gente, solo que nunca estudió, su mamá se
fue a las minas cuando estaba pequeño… “Yo también me rindo… Mi abuela me
cantaba esas canciones”. “Arre burriquita vamos a Belén”, escuchaba. “Yo quiero
ir a Belén también”, dijo el adolescente.
Y los niños tomaron de la
mano a Jackson, que apenas tenía 14 años. “Mi madrina te puede enseñar a leer”,
le dijo Victoria. “Mi papá también aprendió a leer grande”.
Y todos fueron llegando al
primer grado, mientras cantaban “Qué le daremos al Niño, que nació en cuna de
paja/ démosle un sol de esperanza y una estrella como almohada”. Y José y María
sonreían arrullando al niño que había nacido en la escuela y le pusieron por
nombre Jesús.
22-12-18
http://www.correodelcaroni.com/index.php/opinion/851-cuento-de-navidad-y-el-nino-nacio-en-la-escuela
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