Juan Guerrero 22 de diciembre de 2018
@camilodeasis
No es
cierto que para entrar al reino de los cielos se tenga que ser pobre. Todo lo
contrario. Los pobres son quienes tienen más restricciones. Tanto en el Paraíso
eterno como en la misma Tierra.
Los
maestros perfectos son los primeros que buscan elevarse y colocarse en la
cúspide de las riquezas. Entre ellas, las espirituales tienen mayor
significación. Todos los grandes maestros de la humanidad han venido de linaje
ancestral que los marca y define. Uno de ellos, Jesús, desciende del rey David
(Maljut Bei. Reino de la Casa de David). Su padre, José, como carpintero,
pertenecía al gremio de los artesanos. Poseían bienes materiales, como
vehículos de transporte (asno) además que el joven maestro, sabía leer y
escribir.
Por lo
tanto, no es verdad que Jesús era pobre de descendencia ni tampoco de bienes
materiales. Además, para ser maestro espiritual necesitó de una muy elevada y
rigurosa formación, y para ello debió dedicar tiempo y esfuerzo intelectual.
Ese
esfuerzo significó enriquecerse intelectual y espiritualmente. Si observamos en
el resto de los grandes maestros de la humanidad. Todos. Absolutamente todos
han sido seres elevados, formados integralmente. Descendientes de familias
reconocidas y ancestrales.
Ningún
verdadero gran maestro ha venido al mundo para llenar de pobreza la humanidad
ni mucho menos, para generar odios ni venganzas. Los maestros verdaderos y
trascendentes buscan siempre elevar a sus discípulos a escenarios donde la
abundancia de bienes y dones marcan los paraísos.
Por
ello, la pobreza siempre será vista como una manera de estancamiento, de
espacio –sea este espiritual o material- lleno de carencia, padecimiento y
tristeza. En la pobreza se sufre y se vive con restricciones, temores, dudas y
desesperanzas.
La
vida de la abundancia siempre es la ruta que ofrecen los maestros a sus discípulos.
Por eso la pobreza es el abismo a la absoluta carencia. Porque para entrar al
reino de los cielos se necesita riqueza espiritual, así como los demás dones y
virtudes que se obtienen con el esfuerzo material que lleva a la obtención de
ellos, logrados como recompensas. Sean estos por estudios o trabajos. También
por la heredad de tradición familiar o amistad.
Tenemos
que insistir y seguir insistiendo en afirmar que los paraísos terrenales son,
de cierta forma, cercanías de aquellos celestiales. En consecuencia, debemos
deslastrarnos de ciertas mentalidades que venden falsos paraísos donde la
pobreza es centro y piedra angular.
Ni la
pobreza ni los pobres, jamás ni nunca podrán heredar los reinos, ni de los
cielos ni mucho menos aquellos de los espacios terrenales donde existan
sociedades realmente cultivadas y honorables.
Los
pobres están, dolorosamente, encadenados a su círculo de dependencia de poderes
que los manipulan, venden, traicionan, mientras viven en la ignorancia, la
superstición, la ortodoxia y el fanatismo.
Ser
pobre es estar enfrentado a la propia naturaleza que busca enriquecerse
integralmente. Porque la riqueza no es, necesariamente, la abundancia de bienes
materiales ni dinero y joyas. Obtener riqueza comienza con el cultivo
espiritual del ser y continúa con la formación familiar, donde se logran
virtudes, principios y valores como dones de vida. Después están los bienes
académicos y profesionales. Sean de la educación formal o informal.
De
cierto que en esa práctica de la vida se llega a ser un hombre rico, pleno y
dispuesto en consciencia para entrar a esos reinos que los textos antiguos de
todas las culturas mencionan como del Paraíso eterno.
No hay
pobreza. El hombre de los cielos, el maestro espiritual de cualquier cultura y
sociedad, siempre predicará a partir de la riqueza y llenará el vacío con su
luz de conocimiento y abundancia. En estos días de tanta significación
espiritual, dejemos un tiempo para la reflexión espiritual. Donde prevalezca la
armonía, la sensatez, el raciocinio y sentido común. Demos paso a la presencia,
siempre necesaria, de un verdadero maestro espiritual que nos ofrezca el recto
camino a la riqueza que todos merecemos. La nuestra, la tuya y la mía.
P.S.
Para mis lectores. Que tengan días de armonía, abundancia y esperanza.
Regresaremos, el 3 de enero de 2019.
Juan
Guerrero
@camilodeasis
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