José Domingo Blanco (Mingo) 22 de diciembre de 2018
@mingo_1
Es
casi obligatorio en diciembre, el último mes del almanaque, hacer un recuento
de lo más trascendente del año que casi termina. 2018 está a muy pocos días de
finalizar y, en resumen, el grado de putrefacción del Estado -aunado al
retroceso, deterioro y pobreza que han venido arrastrando- no se detuvo. Este
desgobierno no metió reversa, ni enmendó sus errores porque, lo que para
nosotros son aberraciones con consecuencias nefastas; para ellos, son la
garantía de perpetuidad y control.
Ni en
2018, ni en ninguno de los años que suma en su haber el chavismo/madurismo, han
aplicado los correctivos que urgen para comenzar a enderezar la terrible
situación económica, política, moral y social que vivimos en Venezuela, que
empeora a pasos agigantados, causando daños muy profundos. Daños lamentables y
dolorosos. La crisis la han “gerenciado” a su favor para que les produzca los
réditos que los sostienen mal gobernando. Las últimas medidas, con las que
Nicolás intentó hacernos creer que buscaba frenar la hiperinflación,
fracasaron: el país se desangra, la corrupción sigue su escalada y el régimen
se fortalece y alimenta de las ruinas que él mismo genera. Una especie de
“corruptofagia” – si me permiten el término- que engorda a estos comunistas
que, ¡por fin!, lograron hacerse con el poder, luego de cuatro décadas de
dictadura de partidos.
Hoy,
este régimen acumula 20 años demostrando por qué el comunismo es una ideología
que depende de la pobreza, de la opresión, del hambre y de las limosnas a las
que acostumbran a los ciudadanos que transforman en pacíficos mendigos. ¡Han tenido
éxito! Porque han tenido años en el poder y muchos recursos. Porque cuando un
grupo de ciudadanos sale a las calles a protestar por un trozo de pernil que no
llegó en la caja Clap como les ofrecieron, en vez de rechazar al promotor del
hambre y la pobreza inducida, entonces, sin duda, este régimen demuestra que ha
logrado su objetivo y que, hecho el paisa, Maduro le mete la sobre marcha a su
proyecto hegemónico, se pondrá de nuevo la banda presidencial el 10 de enero
-¿o antes?- se juramentará donde le apetezca y seguirá imponiendo este modelo
destructivo, sin importarle si los gobiernos del mundo lo desconocen. ¡Se ha
dado inicio a la Revolución Pernil!
El año
que terminará dentro de escasos días encierra una tragedia desproporcionada que
supera a todas las anteriores. Fue un año hostil y sórdido para muchos
venezolanos que, a pesar de las tristezas, la soledad y la fragmentación de las
familias, nos resistimos a bajar la Santamaría o acallar nuestros reclamos.
2018 fue infinitamente cuesta arriba para quienes seguimos de pie en Venezuela.
Fue una prueba de resistencia que, mes tras mes, aumentó sus niveles de
dificultad hasta llevarnos casi a la asfixia. Muchos, no resistieron las manos
estranguladoras del régimen en sus cuellos. Algunos se marcharon. Quizá muchos,
en especial nuestros jóvenes, para aumentar el dolor de tantos hogares
desmembrados. Otros, más viejos o enfermos, murieron esperando ver algo de
condolencia en los ojos de este monstruo en que se ha convertido el Estado
¿Saben que es lo más inquietante? Que aún no se vislumbra la calma. Tampoco el
cambio. Y entonces, es cuando todo parece indicar que nos espera un 2019 no muy
diferente; a pesar, de las hojas de ruta y los planes estratégicos para la
reconstrucción del país una vez que logremos extirpar este cáncer que diezma a
Venezuela. Tenemos muchos “Día Después”. Y lo celebro. Celebro esas iniciativas
que hablan de la reconstrucción de nuestra nación. Solo siento que falta algo
importantísimo: ¿cuál es el plan para los días anteriores; el que nos lleva con
éxito a ese “Día Siguiente”?
Todos
los que somos dolientes, los que padecemos en carne viva estás llagas abiertas
y supurantes que arden en nuestro gentilicio y en nuestro amor por Venezuela,
seguimos apostando por esa sociedad civil que no quiere tirar la toalla. No es
cualquier cosa la que está en juego: es nuestra Venezuela, es nuestra gente.
¡Es nuestra tierra devastada por unos delincuentes a quienes la Navidad les
dura todo el año porque saquearon al país y están disfrutando el botín, que es
algo más que hallacas, un pernil y un pan de jamón!
Los
venezolanos hemos sido testigos –incluso protagonistas- de lo que, espero,
dentro de unos años será parte de una historia oscura y muy dolorosa que debe
ser contada para que nunca jamás se repita. Y, por favor, léanlo con el énfasis
que quiero imprimirles a esas palabras: ¡nunca jamás! Así que, quizá no será
ésta; pero, vamos a enfocarnos y a trabajar para que la Navidad de 2019 no se
parezca a esta, y por fin, después de 20 años, recibamos un año venturoso y
feliz, como merecemos.
Qué el
Niño Jesús escuche nuestras súplicas y nos sorprenda con el regalo país que
todos anhelamos. Nos reencontraremos en 2019, mis apreciados lectores. Tengan
todos, la mejor Navidad posible.
José
Domingo Blanco
@mingo_1
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