Trino Márquez 27 de diciembre de 2018
La
farsa comunista siempre queda al descubierto por el miedo de sus dirigentes a
perder el poder y por la inagotable capacidad que poseen sus líderes de
reprimir el descontento popular y mantener las cárceles llenas de presos
políticos. Los desmanes ocurren a pesar de que su discurso lastimero se funda
en subrayar la importancia de la protesta y defender los derechos humanos. Esos
ideales los enarbolan cuando están en la oposición. Luego que conquistan el
poder, se desentienden de ellos. Esta es la historia de los rusos, los cubanos,
los nicaragüenses, los pueblos de Europa del Este y de otras zonas del planeta
donde los rojos han gobernado.
En el
pasado, varios connotados dirigentes del régimen construyeron su carrera
política levantando las banderas de los derechos humanos. José Vicente Rangel,
Tarek William Saab y Eleazar Díaz Rangel son algunos de esos nombres. Hoy estos
personajes son cómplices de que Venezuela sea el país de América Latina con
mayor número de presos políticos, sitial que se disputa con Nicaragua, azotada
por la crueldad del binomio Ortega-Murillo.
De
acuerdo con el Foro Penal, 2018 cerrará con 278 presos políticos, entre civiles
y militares, la inmensa mayoría de los cuales no saben ni siquiera de qué se
les acusa. No se les han respetado sus derechos procesales, no se les ha
asignado un defensor, ni les nombrado jueces imparciales. Emblemático es el
caso de Juan Requesens, quien para el momento de su detención era diputado de
la Asamblea Nacional. El gobierno, amparado por una decisión de su obediente
TSJ, violó su inmunidad parlamentaria. El atropello contra Leopoldo López
también resulta ejemplar. La principal acusación contra él consistía en que su
discurso en 2014, cuando “La Salida”, había incitado al odio y la violencia. La
experta contratada para validar este señalamiento no encontró ninguna prueba en
las intervenciones públicas del líder de Voluntad Popular. Iván Simonovis lleva
más de catorce años detenido sin que el régimen haya podido presentar ninguna
prueba que lo incrimine como responsable de los sucesos de abril de 2002.
Contra
los presos políticos el gobierno actúa con maldad, alevosía y nocturnidad. El
Foro Penal señala que -además de los dirigentes partidistas, militares,
policías, sindicalistas- al menos cincuenta de los detenidos fueron apresados
por haber escrito un comentario contra el régimen en tuiter, facebook o
instagram. La paranoia lleva a los jerarcas hasta el delirio.
La
locura no solo afecta a los venezolanos, también perjudica a los extranjeros.
El joven periodista y documentalista alemán, Billy Six, lleva dos meses
detenido en el Sebin. Está siendo acusado de espía y de atentar contra la vida
del señor Nicolás Maduro porque se atrevió a tomarle unas fotos al mandatario
en un acto público celebrado en el estado Falcón. ¡Pero, bueno!, ¿Maduro no es
acaso el Presidente de la República, el hombre más fotografiado de la nación?
Por supuesto que un periodista tenía que tratar de tomarle una instantánea. A
ese joven, hasta ahora, el gobierno alemán lo ha dejado solo. Su padre es quien
ha salido a enfrentar la barbarie tropical a través de mensajes en los que pide
la liberación de su hijo.
La
represión, producto del terror y la alucinación persecutoria del jefe del
Estado, incluye a venezolanos y extranjeros. Dentro del territorio nacional no
hay quien esté seguro. El propósito consiste en inyectarle el miedo hasta los
tuétanos a la gente. Quien proteste, quien se queje, quien se oponga, podrá
sufrir el castigo de los cuerpos policiales y de los tribunales, convertidos en
brazo ejecutor del terrorismo de Estado.
La
eventual visita al país en las próximas semanas de Michelle Bachelet, alta
comisionada de la ONU para los Derechos Humanos, será una oportunidad
excepcional para que el tema de los presos políticos y, en general, de los
derechos humanos, se trate con la amplitud y profundidad necesarias, se
desenmascare al gobierno y se le obligue a terminar con el secuestro de los
reos detenidos inustamente. En su estadía, la señora Bachelet tendrá que
reunirse y analizar el problema con los diputados, familiares de las víctimas,
los partidos opositores y las organizaciones no gubernamentales que monitorean
la situación de los derechos humanos y los presos políticos. La expresidente de
Chile deberá romper con los prejuicios tan arraigados de la izquierda, en la
que ella milita, que llevan a aplaudir de forma mecánica todo lo ejecutado por
los gobiernos “progresistas” y condenar de antemano la actitud y comportamiento
de los gobiernos “derechistas”.
El año
2019 pinta duro y difícil, tanto o más que 2018. De todas maneras les deseo,
especialmente a esas víctimas de la intolerancia que son los presos políticos,
lo mejor en los tiempos por venir. ¡Feliz Año!
Trino
Márquez
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