Luis Vicente León 27 de diciembre de 2018
@luisvicenteleon
Esta
crisis es quizás la peor de nuestra historia. No sólo por la magnitud del
deterioro, que ya es bastante, sino porque esta ocurriendo sin necesidad. Es
una crisis inducida, por la ideología, por la ignorancia o por las dos, el
resultado es igual. Ver la situación en la que se encuentra el país da rabia,
frustración, asombro, miedo, pero sobre todo, mucha tristeza.
Venezuela
sin medicinas. Con la infraestructura en el piso. Con la inflación más alta del
mundo. Sin billetes ni monedas para pagar. Con escasez galopante. Mendigando
una caja de comida del gobierno que puede o no puede llegar y de la que
dependen familias completas que no pueden protestar a riesgo de perder lo que
les dan.
Y
entonces entiendes a los que se fueron y a los que se van. Primero lo hicieron
muchos de los que más tenían. Llevaron sus familias y patrimonios lejos para
protegerlos de lo que temían que pasaría y pasó. La pulverización del valor de
sus inversiones en Venezuela.
Después
se fueron muchos de los más educados y formados. El país se les volvió hostil y
cavernícola. Su desarrollo profesional estaba comprometido. Mientras la
tecnología, la ciencia, la medicina, la educación avanzaba en el mundo a pasos
agigantados, en un mundo globalizado, su país retrocedía hacia una
primitivización inimaginable en el siglo XXI. En un focus group nos decían:
“Venezuela es Macondo. Y Macondo es bello y sabroso, pero ahí no se puede
vivir”. Se fueron entonces los doctores más preparados… Y los más jóvenes. Los
ingenieros más audaces… Y los más jóvenes. Se fueron los economistas más
internacionales… Y los más jóvenes, los administradores, los periodistas, los
músicos (incluyendo los cuatristas), siempre los más dispuestos a asumir riesgos…
Y los más jóvenes.
Y
entonces comenzó lo que tenía que comenzar. Se están yendo los demás. Los que
no tienen patrimonio que perder, pero si familias que mantener, en el medio de
una hiperinflación espantosa que no saben como enfrentar ni entender. Es María
sin compañía. Es Richard para Panamá. Es Linda para Madrid, Juan para Bogotá,
Francisquito para Quito y Johnny para donde lo deje el autobús rumbo a Lima.
Y las
despedidas de cada día ponen esa tristeza en el alma y en el corazón de la
población que se queda y la que se va y deja el país más prometedor de América
Latina, convertido en fábricas moribundas, constructoras en terapia intensiva,
medios de comunicación con bombonas de oxígeno, colegios sin maestros,
universidades sin PhD’s, ni internet,
hospitales sin especialistas, teatros sin artistas… Pueblos, calles y casas
muertas.
Y
¿saben qué? Que nadie puede parar este desangre con discursitos, amenazas, prohibiciones,
ni mensajitos de autoayuda. Sólo
logrando que la población entienda el reto: participar en todos los tableros
para defender el regreso a la racionalidad económica y a la democracia real.
Unirnos alrededor de un ideal y de un sueño y articularnos para lograrlo. Sólo
así podremos poner el torniquete, operar, coser la herida y volver a empezar.
¿Qué cuál es la palabra mágica? La de siempre:
Unión, y todo aquello y aquellos que la estimulen serán la llave del
éxito…y viceversa.
Luis
Vicente León
@luisvicenteleon
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