Trino Márquez 19 de diciembre de 2018
@trinomarquezc
Con el
cierre, esperemos temporal, de la edición impresa de El Nacional, se cancela un
espacio más del recorrido democrático iniciado en 1958.
El
Nacional representó de manera cabal el país urbano, moderno, laico, plural e
inclusivo que se potencia a partir de la caída de la dictadura de Marcos Pérez
Jiménez. La amplitud y ecuanimidad con la que sus páginas mostraban a diario
los puntos de vista contrastantes, las variadas informaciones, los reportajes e
investigaciones periodísticas, el espacio que le concedió a la cultura en sus
distintas manifestaciones, fue el reflejo de esa Venezuela que luchaba por
sacudirse el oscurantismo asociado con todos los rostros del militarismo. La
etapa democrática que comienza con la huida del dictador y empieza a declinar
el 2 de febrero de 1999, cuando Hugo Chávez llega a Miraflores, tiene al
periódico como testigo y protagonista de muchos de los aciertos alcanzados y de
los errores cometidos a lo largo de esa fase.
El
Nacional paralizó sus rotativas por la intemperancia de un régimen mediocre y
autoritario, incapaz de tolerar el ejercicio de la crítica, y la libertad de
información y opinión, a pesar de poseer el control de la mayoría de los
órganos del Estado. A El Nacional, uno de los rotativos más antiguos e
importantes del continente y de las naciones democráticas del planeta, el gobierno
le negó el papel para imprimir, lo cercó judicialmente y chantajeó a las
empresas que querían realizar publicidad en sus páginas. El asedio fue total.
Diosdado Cabello, la versión bastarda de Pedro Estrada, le declaró la guerra a
muerte. Su odio encarnizado encontró eco en Maduro. Ambos se aliaron para
cortar la luz de las imprentas.
A las
autocracias comunistas les gustan periódicos como el Granma cubano o el Últimas
Noticias dirigido por Eleazar Díaz Rangel, órganos informativos y
propagandísticos de la dictadura. En realidad esos no son diarios en el sentido
cabal de la expresión, sino pasquines sin brillo intelectual y sin ninguna
capacidad para transmitir informaciones veraces y oportunas. Son órganos en los
cuales la nomenclatura promueve sus políticas y adultera la realidad,
sustituyéndola por quimeras. En esa deformación del periodismo pretendía el
régimen, primero de Chávez y luego de Maduro, convertir a El Nacional. No lo
logró. Sus dueños, su director, sus periodistas, articulistas y, en general, su
personal, no los complacieron. El Nacional se mantuvo como una voz disidente,
inaceptable para los amos del poder.
La
importancia de El Nacional en el país ha sido tal, que llegó a colocarse por
encima de los desaciertos de sus conductores. Haberse convertido en trinchera
para dispararle a mansalva a Carlos Andrés Pérez durante su segunda
presidencia, fue un error catastrófico. Transformar sus páginas en refugio de
los “Notables” y en el paredón desde el cual Alfredo Peña, en alianza con José
Vicente Rangel y Ramón Escovar Salom, pedían la cabeza del mandatario, fue una
insensatez que le ha ocasionado un daño enorme al país. Luego, apoyar a Hugo
Chávez durante la campaña electoral de 1998 fue otra equivocación gigantesca.
Sin embargo, El Nacional ya se había trasformado en una institución pegada a la
piel de Venezuela. Era, junto a RCTV, el ícono de la modernidad y de la
Venezuela democrática en el campo de la información y las comunicaciones. Los
desbarros de sus líderes no lograron fracturar la conexión afectiva de la
nación con el periódico. El Nacional se mantuvo como la principal referencia
periodística de Venezuela.
Cuando,
con Chávez, comenzó a recibir los embates del poder autoritario, el país se
solidarizó con el diario. Lo mismo sucedió posteriormente con Maduro. Ocurrió,
no obstante, que la crisis económica adquirió un ritmo endemoniado. Sideral. Al
cerco político, judicial y financiero contra el periódico desatado por el
régimen, se unió la crisis económica global de la nación. La hiperinflación
terminó por doblegar al diario. El gobierno no tuvo que allanarlo, ni
invadirlo, ni secuestrarlo. Dejó que actuara la inercia por ellos que ha
destruido a la inmensa mayoría de las empresas industriales y comerciales. El
Nacional tuvo que admitir que no podía continuar sufragando los gastos tan
altos. Ser opositor tiene costos muy elevados. Últimas Noticias no conoce ese
tipo de problemas. Le sobra el papel y la publicidad oficial; pero, eso sí, le
falta periodismo de calidad.
Desafortunadamente,
el cierre del periódico se produce en una Venezuela sumida en la confusión y el
desaliento, por eso la respuesta popular y de los sectores políticos frente al
atropello ha sido tan tibia.
Mis
mejores deseos en estas Navidades para todos, especialmente para esa gente tan
digna ligada a nuestro El Nacional de cada día.
Trino
Márquez
@trinomarquezc
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