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lunes, 31 de diciembre de 2018

2019 por @hcapriles



Por Henrique Capriles


Decir que el 2018 fue un año difícil es decir poco. Viendo los eventos con las distancias propias del análisis, 2018 será un año imprescindible para entender la historia contemporánea de nuestra Venezuela. En especial cuando las urgencias pasen a ocupar otro lugar y se estudie el desastre político, económico y social que representó la mal llamada revolución y cada una de las consecuencias que tuvieron, tienen y tendrán sus decisiones y las acciones de quienes fungieron como sus cómplices.

Sin embargo, nosotros, los que seguimos creyendo y amando profundamente a Venezuela, hoy somos los encargados de recuperar nuestra democracia. Y con ella la enorme capacidad de producción y de progreso que late en el país honesto. Eso sí: también debemos asumir la tarea de ser testigos que le recuerden al mundo entero que el llamado “socialismo del siglo XXI” es un instrumento directo de la cleptocracia, que la división puede asesinar a los pueblos como la peor de las guerras, y que el abuso del Poder y el secuestro de las instituciones conduce a los pueblos a la guillotina de las dictaduras y de la peor de las pobrezas.

Así como durante el siglo XIX ser venezolano significaba ser un vocero de la independencia y la libertad, este siglo XXI debemos convertirnos en vigilantes de la democracia y de los derechos humanos en cada rincón del planeta donde estemos.

Y formará parte de nuestra lucha evitar que algo así se repita. Ni en nuestra Venezuela ni en ninguna otra nación del mundo.

Hoy el nombre de nuestro país es sinónimo del fracaso político, económico y social, pero yo sé que nuestra amada patria es mucho más que eso. Cada vez que en las campañas electorales de los otros países nos usan como ejemplo de la debacle y de las equivocaciones políticas, me empeño todavía más en que hay que seguir en esta lucha.

Tenemos que hacer que el nombre de Venezuela pase a ser un ejemplo de libertad, de progreso y de gente honesta capaz de reparar un daño tan grande como el que ha hecho el oficialismo.

Y está en nosotros, en nuestras manos, en nuestras acciones. Entendamos que sí, la solución está en nosotros, los propios venezolanos.

El régimen actualmente, continuando y agravando las equivocaciones de su antecesor, ha convertido a nuestra Venezuela en una especie de parque temático, con males que ya la humanidad había dejado atrás en el siglo pasado. Hiperinflación. Hambruna. Crisis humanitaria. Militarismo. Presos políticos. Flagrantes violaciones de los Derechos Humanos. Restricciones a la libertad de prensa y de expresión. Debacle de los servicios públicos.

Mientras la mayoría del pueblo venezolano vive estas penurias, ellos tienen acceso a dólares, a servicios, a comida, a medicamentos, a viajes y prebendas.

Y aun así, ¡nuestro pueblo noble sigue dispuesto a dar la batalla por su Libertad!


Un pueblo que en su mayoría no compran a punta de bonos, ni de limosnas ni de migajas.

Ese mismo pueblo que se encargará de sacarlos del Poder y de hacerlos responsables de cada una de las lágrimas y de las heridas vividas, delante de una verdadera e imparcial justicia de los hombres.

Su empeño en mantenerse en el Poder los ha hecho olvidar, a toda costa, la naturaleza del Pueblo que somos. Y ahí está su gran equivocación, su error más grande, su pifia final.

Han terminado aglutinando, bajo el mismo dolor y la misma rabia, a quienes alguna vez los llevaron al Poder con quienes jamás confiaron en ellos. Sin darse cuenta, terminaron juntando en su contra a quienes los conocen por dentro, a quienes nunca les importó la política, a la opinión pública internacional y al planeta entero con quienes siempre hemos adversado su manera de hacer política.

Incluso, su proyecto de destrucción terminó arruinando a la industria petrolera, de modo que también acabaron con aquella petrochequera con la que iban por el mundo comprando consciencias, complicidades y votos.

Ya ningún país, ningún partido político y ningún líder, ni siquiera los de la más rancia izquierda, quieren retratarse con el régimen. Nadie quiere su apoyo ni su cercanía. Nadie. Ni aquí ni allá.

El saldo político de 2018 para el régimen también es importante. Insisten en hablar de las sanciones impuestas por Estados Unidos, como si en el resto del mundo pasara algo distinto.

El kirchnerismo en Argentina ni los nombra, con el riesgo de perder aún más espacio. Bolivia se convirtió en un socio comercial y nada más. En Ecuador y Brasil son apenas un pésimo recuerdo, vinculado con la peor corrupción continental. En España, sus asesores de Podemos se hacen los locos y escurren el bulto cada vez que los vinculan. En Cuba cada vez están más cerca del modelo chino, lleno de inversión privada extranjera y cada vez menos dependientes de la renta petrolera venezolana. En México, donde quisieron refugiarse, el escándalo de los alimentos del CLAP ya es imborrable… y no nos extrañe si el petróleo mexicano se convierte en el sustituto de PDVSA en Petrocaribe. Las economías de Colombia, Perú, Chile, Paraguay y Uruguay están en dirección contraria a Miraflores. El ALBA es una mesa en ruinas. Mercosur se fortalece sin necesitar a Venezuela en el grupo. Por otro lado, aquel escándalo de los bombarderos de Rusia obtuvo una respuesta bastante clara de la región y China se comporta como un prestamista que ya les aconsejó que dejaran su afán estatista, porque como negocio no resulta. Y ellos están haciendo negocios (y harán negocios con quien esté en el Poder, porque así es su manera de entender la política). Además, la emigración venezolana se convirtió en un asunto de política exterior compleja. No hayan cómo hacer para evitar que Michelle Bachelet haga una visita en nombre de la ONU, con garantías de encuentro con todas las partes. Y el pueblo hermano de Nicaragua, su último cómplice, demostró estar amenazado por un régimen igual de cruel, pero están en la misma lucha común por la libertad y los derechos.

No son ni la sombra del espejismo que alguna vez representaron para una región encandilada por el billete, el petróleo y los afanes de expansión, pero que entendió que el carisma no basta y es momento de hacer política. Y por eso sé que 2019 será un año profundamente político, de manera que debemos estar atentos a cómo leemos el escenario, cómo vamos a reaccionar y cuáles son los objetivos comunes que debemos poner por encima de los intereses individuales.

Y por eso es que el aparato de propaganda y sus cómplices, varios disfrazados de opositores extremistas que prefieren el delirio antes que la estrategia, apostarán por la trampa de la antipolítica. A estas alturas, sin saber cuál será el escenario que todas esas variantes que enumeré pondrán en el tablero, eso es evidente: harán lo que sea para evitar que nos organicemos, para impedir que cada venezolano esté informado, para desmoralizarnos y hacernos creer que no hay salida.

Ésas serán precisamente las señales de que nuestra lucha valdrá la pena. Sin embargo, es responsable que sepamos desde ya que no será nada fácil, pero les aseguro que cada lucha, cada objetivo y cada meta conseguida tendrán mucho más sentido si nos mantenemos juntos y trabajando en la misma dirección.

¡Y hay esperanza porque hay objetivos! Existe un Plan País que ha sido propuesto por muchos que saben lo que hay que hacer, en lugar de la manada de cómplices que actualmente no llevan adelante políticas públicas sino ejercicios de fechoría y sinvergüenzura que sólo buscan a quién más echarle la culpa de su crueldad y su ineficacia.

Es importante también que sepamos que este próximo 10 de enero no es una fecha límite, sino un hito más del régimen comportándose como lo que decidió ser, fuera de la legitimidad que sólo da el Pueblo venezolano. Y aunque no lo percibamos así, es más un grave problema para ellos que para nosotros porque al final cuánto pueden sostenerse en las circunstancias actuales y a qué costo. En ese orden nosotros debemos insistir en la vigencia de la Constitución, el rescate de la democracia, el cambio y articular cada una de las decisiones y de los objetivos que tenemos las fuerzas democráticas para cuando seamos gobierno. Ese cambio que queremos se logra trabajando.

Si decidimos entender ese país que viene, ese país será tan nuestro como el futuro. Y no crean que no estoy considerando que el régimen seguirá haciendo de todo para evitarlo. ¡Lo tengo clarito! He sido arbitrariamente inhabilitado políticamente y eso lo sabe todo el mundo, pero a mí eso no me detiene en mi afán de conseguir que la democracia y la libertad vuelvan a Venezuela.

Por eso es que desde ahora, con responsabilidad, les advierto que nos viene un proceso a través del cual el aparato de propaganda oficial hará todo lo posible porque usted no se entere de qué se está haciendo, de qué se ha logrado ni de cuánto espacio de Poder han perdido.

Mire a su alrededor y haga el inventario que ellos no se atreven a hacer: ya nadie les cree el cuento y ni siquiera su militancia más fanática tiene manera de justificar sus excesos y equivocaciones. ¡Así que nos toca ofrecerle al futuro el país que merecemos! Sin embargo, no será suficiente dejarle todo a las campañas, a los medios de comunicación, a que “nos hablen a nosotros”, porque ya esa manera de hacer política fue cercenada por el gobierno.

Será vital mantenerse informados. No hay lugar para la abulia, la pereza, el apaciguamiento. En 2019 cada quien debe hacer lo que le toca y algo más: debemos expandir nuestra capacidad de hacer, porque será eso lo que nos permita conquistar la Libertad. Así: en mayúscula y para no perderla más nunca en manos de una mal llamada revolución y la barbarie.

Somos un pueblo batallador y poderoso. Y por respeto a ese pueblo que somos yo no les pido que pongan sus esperanzas a ciegas ni les digo que todo será sencillo. Queda todavía un trecho difícil y el régimen querrá ponerlo más cuesta arriba. No les queda otra. Sin embargo, nosotros tenemos la fuerza del cambio y la confianza puesta en quienes estamos dispuestos a hacer lo que hay que hacer.

Que nuestro compromiso en 2019 sea no desmayar en la lucha por recuperar la democracia, pero con el claro objetivo de que queda todavía, si todavía, mucho por hacer. Y yo sé que somos muchos quienes estamos dispuestos a hacerlo.

A cada venezolano que le ha tocado recibir el año fuera del país, con la tristeza y la nostalgia que eso genera, le envío un fraternal abrazo y la confianza que tengo puesta en cada una de las personas que están dejando bien parada a Venezuela, trabajando y ayudando a crecer a esos países que han servido como un nuevo hogar.

Y a cada venezolano que sigue en esta tierra de gracia, hermosa, llegó el momento de dejar los odios y las mezquindades a un lado. Desde el odio jamás podrá construirse algo bueno. A este país tan generoso también lo destruyó la división y el sinsentido de la violencia promovida por quienes dependen de ella. Tu lucha y la mía, así como la de millones de venezolanos, sólo tendrán sentido cuando las pongamos en la misma dirección. No se trata de creer a ciegas en nadie: se trata de creer en que la suma de lo que somos nos conducirá a la Libertad.

Seamos esa fuerza conjunta y diversa que tome las riendas del futuro y hagamos de nuestra Venezuela una demostración rotunda de que la unión y la esperanza tienen sentido.

¡Qué Dios bendiga a nuestra amada Venezuela! ¡Feliz 2019 para todos los venezolanos, donde quiera que se encuentren!

30-12-18




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