Por Luisa Salomón
Valentina Quintero tenía 10
años la primera vez que se montó en un avión para viajar a la tierra más
antigua del planeta: el parque nacional Canaima, hogar del pueblo pemón. Esa
vez viajó con sus padres y sus cuatro hermanos. Era 1964.
Volvió muchas veces. Más de
diez. No recuerda cuántas. Sabe que fue después del nacimiento de su hija
Ariana, para que conociera Canaima desde pequeña. Sabe que fue varias veces en
las décadas de 1990 y 2000, como presentadora de Bitácora, la serie
documental que transmitió RCTV entre 1994 y 2007. “De verdaíta les digo,
amanecer en la Gran Sabana es la evaporación de todas las mortificaciones del
cuerpo y el alma”, decía con los tepuyes de fondo en uno de esos episodios
grabado en Kavanayén.
Bitácora era un
programa que promovía el turismo nacional, informaba cómo llegar y en qué
sitios hospedarse para conocer Venezuela. Sus camionetas blancas rotuladas eran
reconocidas en todo el país. “Podíamos andar por un páramo dentro del parque
nacional Sierra Nevada o metidos llano adentro en una finca por Apure y la
gente sabía quiénes éramos nosotros. La Guardia Nacional casi que nos ponía
alfombra roja para que pasáramos”, recuerda. Así se convirtió en la referencia
del periodismo turístico en Venezuela.
Cincuenta años después de su
primera visita, en 2014, volvió a Canaima con dos de sus amigas. Celebró su
cumpleaños 60 acampando y recorriendo toda la Gran Sabana. Ese año comenzaron
sus denuncias. El parque no estaba bien. Aunque es una zona protegida, había
agua contaminada y minería. El gobierno negó sus acusaciones, pero ella insistió.
Tiene una visión muy clara de cómo deberían manejarse las cosas: acabar con la
leyenda del Dorado, la riqueza de Canaima no está bajo su superficie sino en su
diversidad natural.
Regresó en octubre de este
año. Sus mortificaciones ya no se evaporaron como antes. Retomó la denuncia
contra la minería, esa vez con videos. Vio curiaras llenas de gasolina para las minas.
“Había más balsas que nunca”, recuerda. Están minando en el macizo del
Auyantepui, advirtió. Ya están cerca del Salto Ángel.
Tres semanas después de que
la BBC la incluyera en la lista de las 100 mujeres más influyentes del mundo, un
consejo de caciques pemones la declaró persona non grata en el parque. Una
parte de los indígenas practica la minería y reclama que Valentina, con toda su
influencia, no se pronunciara por el asesinato de un pemón a manos del gobierno
en una operación militar. Por ahora no puede volver.
Su carrera se ha
transformado. Sigue promoviendo el turismo, pero también reclama por lo que
encuentra. Ya no tiene la misma libertad para llegar a todas partes, pero
insiste en recorrer el país. Se adapta y defiende la agenda del turismo de una
nación en la peor de sus crisis.
La situación del país te ha
llevado a hacer un periodismo de denuncia.
Durante todos los años que
hemos estado trabajando en esto hemos denunciado cuando hay problemas en los
sitios. Ahorita cuando estuvimos en Paria, y desde que vamos, hay una denuncia
que nosotros hemos hecho muy firme sobre el narcotráfico en la península.
En San Juan de las Galdonas.
En San Juan de las Galdonas.
Eso es muchísimo más reciente. Hace cinco o seis años viajamos en peñero hasta
Uquire, San Francisco, Pargo, Mejillones, toda esa costa. Fuimos este año y no
pudimos ir más allá de Querepare. No pudimos entrar a San Juan. El narcotráfico
no lo permite. Punto. Son la ley. Con armas largas no te dejan entrar. Le
pregunté a un amigo nuestro de allá si no podíamos verlo ni siquiera en
Querepare y me dijo “nadie puede saber que yo te veo, porque tú eres
periodista”.
Fíjate que el gobernador de Sucre
[Luis Acuña], el profesor este, pobrecito, no había hecho nada y lo único de
verdad juicioso que hizo fue decir que la península de Paria estaba tomada por el narcotráfico. Al día siguiente no era gobernador.
En relación con la minería
en Canaima nosotros hemos hecho denuncias desde hace años. Si haces un
sobrevuelo al Salto Ángel ves las minas, las balsas. Antes no las veías porque
salían de noche. Los day tours salen a las cinco de la mañana, pasan
todo el día allá y regresan en la tarde. Ellos no salían mientras sabían que
estaban pasando las curiaras [de turistas]. Salían después.
En octubre estábamos allá y
vimos una curiara llena de gasolina entrando en Ahonda, donde nunca había
habido mina. ¿Cómo no íbamos a hacer esa denuncia? A mí de verdad me preocupó muchísimo.
¿Esa denuncia fue la que
llevó a que este consejo de caciques pemones te declarara persona non
grata en el parque?
Eso fue ahora. Todas las
otras veces que habíamos denunciado la mina allá, no. Pero hubo ese operativo
militar que el gobierno reconoce dos días después, justo el mismo día que
nosotros hacemos la denuncia en Instagram, con imágenes. Eran una manera de decir
“discútelas pues, ahí las tienes. Esa es la mina de Campo Carrao”.
Toda la opinión
estaba atenta a lo que había
ocurrido allí. Claro, se volcó hacia el “este gobierno que se mete allí, que
mata a un indígena, que se mete de esta forma”. El primer día no salió nada
acerca de que aquello tenía que ver con la mina. Los pemones sacan un primer
comunicado diciendo que mataron a un indígena, que no ha debido ocurrir, pero
en ningún momento dicen que eso tiene que ver con la mina.
La primera información que
sale diciendo que lo que hay detrás de todo este zafarrancho es la mina es la
que nosotros publicamos. La persona non grata soy yo porque hablo de
la mina. Yo digo allí que de acuerdo con sus creencias eso está totalmente
prohibido. No necesariamente porque sea parque nacional, no necesariamente
porque sea Patrimonio de la Humanidad, es porque de acuerdo con sus creencias
ancestrales, todos sus antepasados, sus dioses, los tepuyes son sagrados. No se
pueden profanar. Durante muchísimos años ni siquiera se pudo entrar. Muchísimos
pemones han estado en contra de que se escalen siquiera. Las aguas son de las
cosas más sagradas. Corresponde a las mujeres su protección. Algunos de ellos
están acabando sus propias aguas, las están llenando de mercurio.
Además, de acuerdo con la
ley, con la Constitución, le corresponde a las Fuerzas Armadas velar por el
territorio. Está dentro de la Constitución la protección del medio ambiente.
Los pemones, es verdad, son
los habitantes originarios del parque nacional Canaima, los primeros que lo
tienen que proteger. Pero el parque nacional Canaima no es propiedad del pueblo
pemón. El parque nacional Canaima es de todos los venezolanos por igual. Y
ellos tienen una mayor responsabilidad como habitantes originarios para la
protección de ese parque. Es como que nosotros nos fuésemos al Ávila a talarlo
porque somos caraqueños y eso es de nosotros. ¿Cuál es la diferencia? Los
apureños con el [parque nacional] Aguaro Guariquito o los falconianos con los
Médanos. Me saco la arena de los Médanos y me la traigo porque esa vaina es
mía. Eso no puede ser.
Lo que ellos me reclaman es
que no tuve ningún pronunciamiento de solidaridad y de pésame por el indígena
que habían asesinado. Te confieso que es verdad. Yo he debido decir eso, he
debido solidarizarme con ellos en ese caso y no lo hice. Se me pasó. Pero eso
no justifica que ellos tengan esa cantidad de años trabajando la minería ahí.
A mí me consta que cuando
estuvimos en octubre allí estuvieron el ministro de Minas, el ministro de
Ambiente, el día anterior había ido la ministra de Turismo. Después se hicieron
unas mesas de trabajo. Ellos, los pemones, aseguran que desde hace muchísimos
años están tratando de llegar a acuerdos, buscando la manera de que no se
trabaje la mina. Pero ahora creo que se le fue de las manos porque lo
permitieron. Entre los mismos pemones hay un grupo que no está de acuerdo.
Hay un Consejo de Caciques
pemones que de alguna manera defienden o reivindican su derecho a minar, pero
por otro lado comentas que hay capitanes de los pemones que no están de acuerdo
con la minería.
El capitán de la comunidad
de Canaima no está de acuerdo, el capitán de la comunidad de Kamarata tampoco
está de acuerdo. Hay montones de pemones que no están de acuerdo.
Pero en este momento, si
matan a un indígena, entonces todos los pemones se unen hasta que se haga
justicia por ese pemón que fue asesinado en el operativo. Hay muchísimos
pemones, muchos que son básicamente mineros -los de Paúl, los de Urimán- que
ahora están en Canaima. Se fue todo el mundo para allá a defenderse de un
ataque.
La vida en estas comunidades
se ha hecho muy difícil. Es verdad que ancestralmente ellos vivieron del
conuco, pero eso es totalmente utópico ahora. Hay una nueva generación que ha
tenido cerca un proceso de transculturización. Ellos saben que existen los
teléfonos inteligentes que tienen internet, la música. Todo eso ha entrado
dentro de la comunidad. ¿Cómo acceden ellos a eso? Cuando llega la mina, llega
esa convicción de que en un momento te puedes convertir en millonario. Eso pasa
en todas partes del mundo.
¿Qué efecto más allá del
impacto ambiental, que es evidente, ha dejado la mina en el parque?
La economía de la mina. La
mina fija los precios. Un tambor de gasolina, que tiene 200 litros, se puede
vender en varios gramos de oro. Si la mina está dispuesta a pagar 40 gramas, 50
gramas, ese va a ser el precio. Lo que se pague en oro va a ser el precio de la
harina, del aceite, de todo.
Si no trabajas en la mina,
¿cómo lo pagas? Además el turismo bajó considerablemente. Allí había varios
campamentos operados por pemones. Esos campamentos fueron cerrando y ellos se
fueron a las minas. Cuando empieza a bajar el turismo, la gente va a los
campamentos que tienen allí una cantidad de años, que tienen más comodidades,
que te dan más certeza.
Los pemones estaban
acostumbrados a vivir del turismo y era básicamente eso lo que los mantenía.
Fíjate que en Kamarata el capitán de la comunidad nos dijo cuando fuimos en
octubre: “Aquí en Kamarata nunca hemos visto un bolívar soberano. En todas
partes, donde tú preguntes, el precio va a estar fijado en gramas. Tuve que
dejar que abrieran una mina. La comunidad en las dos primeras reuniones no
estuvo de acuerdo, a la tercera reunión hubo que aceptarlo, porque no tenían
otra manera de pagar”.
Abrir esa mina implica
aumentar los riesgos asociados a la minería, como la violencia, la inseguridad.
En Kamarata es una cosa
controlada, es una comunidad más pequeña y hubo un acuerdo colectivo para
hacerlo. Pero la mina de Campo Carrao ya es muy grande. En las otras minas
dentro del parque ya se ha metido más gente.
Nosotros tenemos un ejemplo
reciente en el Caura. Ese es uno de los ríos más importantes, afluente del
Orinoco, ahí empezaron los indígenas Yekuana a trabajar con el turismo.
Llegabas al Playón, acampabas allá. Se metió la mina y ahora ahí no puede
entrar nadie. Ese es un pueblo minero donde desplazaron a los Yekuana. Quedaron
los Saname. Allí hay prostitución, violencia, destrucción del medio ambiente.
¿Vamos a dejar que eso mismo pase en Canaima?
Los pemones pueden ser como
treinta mil. Hay una minoría del pueblo pemón que de verdad está metido en la
mina. También puedo decir que los aliados son grupos mafiosos que son los que
pasan el combustible y los pemones les pagan en oro. También hay que ir contra
eso.
Comentabas que cuando hacías Bitácora eran
recibidos en todas partes. Ahora cuando fuiste a San Juan de las Galdonas no
pudiste llegar. ¿Es la primera vez que te cierran las puertas de un destino en
Venezuela?
No. Nosotros hemos tenido
problemas en esta temporada, desde que hacemos Dos de viaje, para grabar
en los parques nacionales. Durante los 15 años que hicimos Bitácora tuvimos
un acuerdo con el Instituto Nacional de Parques. Para grabar en un parque
nacional tienes que tener permiso y pagar. Teníamos un acuerdo donde nosotros
hacíamos una precompra de parques a principio de año. Eso no ha habido manera
de tenerlo ahora con Inparques. Sin embargo, hemos grabado en los parques
nacionales. En Canaima nos dieron permiso los capitanes pemones.
Quisimos grabar en Isla
Larga, en el parque nacional San Esteban en Carabobo, y nos dijeron que si
llegábamos a entrar nos quitaban la lancha y los equipos. No pudimos hacerlo.
En otras partes hemos entrado, los programas han salido y no ha habido ningún
tipo de sanción ni nada. Pero es de esa forma como funcionan las cosas. Siempre
estás como en el filo de la navaja. No solamente nosotros tuvimos siempre el
apoyo de Inparques, tuvimos un apoyo inmenso de la Guardia Nacional mientras
hacíamos Bitácora. Nosotros fuimos al Alto Orinoco, donde ahora no se
puede entrar casi. Nos
llevó un avión de la Guardia Nacional, desde Puerto Ayacucho a La
Esmeralda, y nos buscó un avión de la Guardia Nacional en San Carlos de Río
Negro.
Hace poco quisimos entrar al
Castillo Libertadores en Puerto Cabello. Esa es una base militar. Nos recibió
el almirante de la base y nos sirvió de guía. Eso fue el año pasado. El trabajo
que nosotros hemos hecho durante más de veinte años lo reconoce el gobierno y
lo reconocen los militares. Lo respetan. Eso ha sido un apoyo en bastantes
circunstancias. Antes era mucho más abierto, ahorita es más solapado, pero lo
sigue habiendo.
¿Alguna vez has sentido
miedo en tus viajes?
Yo te confieso que no.
Probablemente antes yo agarraba mi camioneta y me iba sola para Apure, a Zulia.
Ahorita puede ser que lo piense un poco, sobre todo irme sola.
Cuando cumplí 60 años me fui
a la Gran Sabana con dos amigas. Atravesamos todo eso. Nos fuimos para allá y
acampamos en todas partes. Solas de toda soledad, en puros sitios donde no
había nadie. En ningún momento sentí miedo.
En julio me fui a Río Caribe
con una amiga mía, manejando. Atravesamos todo el Oriente del país y llegamos
como a las cuatro de la tarde. Nos paramos en Carúpano a comprar unos
delantales porque íbamos a hacer un curso de chocolates. Nos quedamos en Pui
Puy y no había nadie. Estábamos nosotras en una cabañita y el señor que atendía
la posada. Yo te juro que en ningún momento sentí miedo allí.
Pienso que con todo lo que
nos han quitado no voy a dejar que además me quiten la posibilidad de viajar
por Venezuela, de mostrarla y compartirla. Estamos grabando la tercera
temporada de Dos de viaje y viajamos todos en un carro. Vamos para
todos lados y no viajamos con carro blindado, no viajamos protegidos, no
viajamos armados. Sí tenemos como norma, desde que hacíamos Bitácora, el
no viajar de noche por seguridad y también porque lo que queremos es ver. Pero
claro, ahorita hay mucha más aprensión. Le pasa cualquier cosa a mi carro y
tengo que parir para conseguir un repuesto. Hay una cosa evidente de logística
que lo hace más complicado, pero eso no significa que vamos a dejar de viajar.
Acabas de lanzar la app de
la guía, dejaste tu programa de radio y te vas a dedicar a viajar
definitivamente. ¿De verdad crees posible hacer turismo en la Venezuela actual?
Es más complicado, pero
claro que se puede hacer. Probablemente si vives en Ciudad Bolívar, coger para
Margarita es un rollo, o irte para Mérida. ¿Cuánta gente vive en Maturín que
probablemente nunca haya ido a la Cueva del Guácharo? ¿Cuánta gente vive en
Cumaná que a lo mejor nunca se le ha ocurrido ir a Paria? En este momento parte
de nuestra resistencia activa es convertirnos en los mejores guías de nuestra
región.
Nosotros estuvimos en
Yaracuy, fuimos a Aroa, y ahí hay un grupo que son los “caminantes del cobre”.
Resolvieron empezar a conocer todas las cascadas y los ríos. Llevan grupos a
visitar. Cojedes siempre ha sido un estado como que… ¿quién va a coger para
Cojedes como pa’qué? Allá hay unos chamos, fuimos con ellos a un río por el que
caminas como dos horas en un parque nacional y llegas a un salto, una cosa
impresionante que parece que estuvieras en el Auyantepui. La gente se ha
dedicado a conocer su zona, por esas mismas condiciones.
Por primera vez en la
historia de Venezuela el turismo hace falta. Este gobierno destruyó la
industria petrolera, estamos produciendo cada vez menos petróleo, el precio del
petróleo se va cada vez más para abajo, cada vez habrá más energías
alternativas. Nosotros tenemos el turismo y nunca se le ha hecho caso. Es mucho
más complicado, tiene más competencia posicionarse como un destino turístico
que como un país petrolero, que es lo que hemos sido desde principios del siglo
XX.
Yo estoy totalmente
convencida de que cuando finalmente podamos empezar a abrirnos al mundo, todo
el mundo nos va a querer visitar. Tenemos que estar preparados para recibir a
esa gente y para vivir del turismo por primera vez en la historia.
Nosotros no queremos ser
Curazao, no queremos ser Aruba. Eso ya existe, ya está, ya se conoce. Nosotros
queremos ser ese destino experiencial, cálido, novedoso. Que cuando llegues a
Margarita puedas ir a ver a los grupos musicales locales en taguaras en cada
pueblo. Tenemos un valor que no hemos trabajado nunca. Si vas a Lara, que
puedas ver un Tamunangue, que se organicen grupos para ir a El Tocuyo el 13 de
junio a ver cómo salen; que vayan el 28 de diciembre a ver los Zaragozas en
Sanare, que vayan a la Vela de Coro. Nada de eso se ha hecho. Imagínate cuando
eso se empiece a hacer. En lo que nosotros nos podemos convertir en América.
Tenemos una infraestructura
de carreteras que ahorita puede ser que tenga problemas, pero aquí llegas por
carretera a cualquier parte. Eso lo pudimos hacer porque teníamos el petróleo.
Estamos entre los diez países con mayor biodiversidad. Somos el sexto país con
mayor cantidad de aves. En Estados Unidos, solamente en Estados Unidos, hay 45
millones de locos que lo único que quieren es ver pajaritos. ¿Qué hicimos
nosotros? Le pedimos visa a los gringos.
No es el país el del
problema, son las pésimas decisiones, las pésimas políticas. ¿Qué pasa cuando
cambias todo eso? Claro que tenemos que creer.
¿Hay algún lugar de
Venezuela al que siempre quieras volver?
Siempre quiero volver a
Paria. A mí me parece lo más exuberante y genuino que tenemos como trópico.
Siempre quiero volver a la Gran Sabana. Ahorita tengo que parar un poco, pero
yo tengo plena confianza de que lo vamos a resolver. Siempre hemos sido super
amigos con los pemones.
El llano es la libertad.
Cuando yo me siento de verdad con desolación, con desesperanza, voy al llano.
Me hace falta. ¿Y Margarita? Siempre pienso que en algún momento es allá donde
voy a vivir. Es el mar. Lo que me enrolla es que sea una isla, que para salir
necesito un avión o un barco. Eso me descontrola. Si yo estoy aquí en Caracas,
agarro un carro y salgo.
La línea blanca de la
carretera es determinante en mi vida. Necesito eso. Cuando estoy así, que tengo
una idea y no sé por dónde me la voy a llevar, agarro carretera y ahí lo
empiezo a entender.
Te consigues en el camino.
Sí, siempre.
22-12-18
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