Américo Martín 23 de diciembre de 2018
No
creo haber vivido una situación política tan compleja y difícil como la que
experimentamos hoy y quizá por eso el pronóstico es tan impreciso. Lo que
pediría es templar el ánimo, no perder la calma, pensar que se trata de
encontrar un escape incruento a la tragedia que padecemos, ya cercana al último
acto en medio de graves peligros.
Y
sobre todo: que la indispensable pasión sea gobernada por la fría razón, y no
al revés. El mejor liderazgo es binario: piensa y actúa, enlaza corazón y
cerebro
Se
juegan el destino del país y el cambio de poder. Hay demasiados elementos para
sustentar la urgencia del viraje democrático y de la derrota de la deriva
totalitaria. Todo parece inaplazable porque el hambre y el despojo no admiten
prórrogas. También luce imperativa la justicia siempre que no se confunda con
la venganza, falaz forma de justicia. La impunidad es peligrosa; más lo es
desatar persecuciones en busca de presos de conciencia.
El 5
de enero la Asamblea Nacional se renovará pacífica y lealmente, conforme al
pacto de rotación interanual que llevará al diputado Juan Guaidó de Voluntad
Popular, a la presidencia de la AN. Pero hasta ahora los altos voceros del
régimen no dan muestra de entender el sentido de la cuestión ni lo que pueda
ocurrir si todo se cumple como está escrito. Se daría, sin duda, el gran paso
de restablecer la normalidad constitucional en sana paz. Desde luego, aunque no
haya imposibles en política, en las perniciosas condiciones actuales semejante
eventualidad no pasa de ser una quimera.
El
desenlace que en realidad deba producirse dependerá de las fuerzas relativas de
las dos aceras en conflicto. No hablo del clásico contaje de cañones, operación
que ganaría de calle el madurismo, sino de los apoyos políticos, morales, las
deserciones y castigos que sufriría la contumacia oficialista si no cambia de
rumbo. El tiempo, digamos adicionalmente, va contra el poder porque el modelo
que aplica es cada vez más insostenible y oneroso.
La
pregunta obvia es: ¿qué pasará si Maduro desestima el peso de la opinión
internacional, considera menor la resistencia interna y decide aferrarse sin
más al poder? ¿Se escalarán las sanciones hasta que el hombre diga ¡Tío!? ¿Se
dividirá sensiblemente el mando? Invasiones, implosiones, de todo se habla, por
lo general con ligereza, aunque no sin base.
Las
opciones del gobierno son dos: negociar en serio y con agenda supervisada, o
enfrentarse a realidades nacionales e internacionales que lo desbordan.
Podría
pensarse, si las pugnas internas no se atraviesan, que debería salir mejor al
abrigo de la Constitución que alzándose a lo macho contra ella y contra el
mundo. Al fin y al cabo una derrota electoral nunca será más onerosa que una
rebelión desesperada
Comentando
la pasividad popular antes de la Primavera de Praga, Vaclav Havel, gran líder
polaco de la carta de los 77, dijo:
No se
necesitaba creer las mentiras del poder, bastaba con hacer como si se creyera.
Vivíamos en la mentira institucionalizada.
Para
imponerse, la mentira totalitaria destruye la memoria, razón por la cual la
lucha democrática tiende a enyugarse con la de la memoria contra el olvido.
Américo
Martín
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