Por Henrique Capriles
La esperanza se basa en la
intención que tenemos los seres humanos y las sociedades cuando decidimos poner
nuestra fe en aquello que deseamos que suceda.
La esperanza es, en resumen,
una de esas fuerzas poderosas capaces de transformar las sociedades al
aglutinar los esfuerzos de todos y ponernos a trabajar en una dirección común.
Sin embargo, en la historia
política de nuestro país, cada vez que llegan las navidades o el fin de año,
son muchas las veces en las cuales el gobierno se ha atrevido a jugar de manera
cruel con la esperanza de nuestra gente.
Hagan un repaso de las
navidades de los últimos años, uno a uno, y se darán cuenta de que la crueldad
del régimen ha sido feroz. Aprovechándose de que la alegría de nuestro pueblo
es inmensa, y aparece hasta en los momentos más duros, quienes hoy ejercen el
Poder se burlan de la esperanza del pueblo. En especial de la esperanza de
quienes alguna vez creyeron en ellos, creyendo que con poner ropa más barata en
algunos mercados y con prometer perniles reparan el daño que han generado,
destrozando la calidad de vida de todas las familias venezolanas.
Afortunadamente, desde
nuestras profundas convicciones democráticas somos muchos los que seguimos
luchando a favor de la Libertad en nuestra Venezuela, construyendo una idea de
país en la cual cada venezolano pueda depositar su esperanza.
Pero también hay que decir
que la esperanza política de nuestra gente ha sido vulnerada tantas veces que
es normal que a muchos les cueste creer de nuevo. Y eso es algo que el régimen
sabe y usa a su favor: nos instala la desesperanza a punta de propaganda y
violencia. Sin embargo, en cada pueblo y en cada ciudad de Venezuela existe una
fuerza indetenible en la gente que quiere progresar. Y es nuestra
responsabilidad como líderes políticos y sociales obedecer al mandato de esa
fuerza y hacer que la esperanza del cambio sea más sólida cada día.
No es un trabajo fácil. En
un país donde todos los días el hambre toca la puerta a quienes menos tienen,
en un país sin insumos en los hospitales y donde las instituciones están
secuestradas, mantener la esperanza viva no es sencillo. Pero tampoco es
imposible.
Mientras el gobierno se
gastó un billete, de manera irresponsable, en poner algunos adornos y algunas
lucecitas que disimulen el desastre del que son culpables, en muchos hogares de
nuestra Venezuela los ciudadanos se están informando y se están activando en
torno a un proyecto de país que dejará atrás toda esta pesadilla.
En dos grandes momentos me
correspondió recorrer varias veces Venezuela entera, con la intención firme de
sembrar la esperanza. Desde mucho antes de esos momentos hasta ahora, no me
queda duda de que todo el talento y toda la experiencia que necesitamos para
salir adelante cuando esto cambie está allí en cada rincón donde hay un
venezolano honesto. Y hoy esos rincones también están en el mundo entero.
La idea de que la Asamblea
Nacional, el único legítimo Poder Constituido por el pueblo mediante el voto
universal y democrático que queda en Venezuela, haya presentado un Plan País,
tiene que ser motivo fiel para que cada uno de nosotros estudie, entienda e
incluso complemente las ideas que están expuestas ahí.
¡Que a nadie le tome por
sorpresa la idea de que las fuerzas democráticas seremos gobierno en Venezuela!
Pero sobre todo, que sabemos lo que hay que hacer y cómo debe hacerse: un país
productivo pensado por gente honesta.
La esperanza de nuestra
gente merece bases firmes, verosímiles y verdaderas. No más vendedores de humos
soltando promesas vacías sin explicar cómo es que pretenden convertir en
realidad sus alucinaciones individualistas.
¡Vamos a liderar la
esperanza y lo haremos sin prejuicios! Y esa tarea nos involucra a todos: a
usted que me lee, a mí y a cada ciudadano que quiera ver llegar el cambio a
Venezuela. Incluso a esos detractores, que esperan que alguien suelte una idea
llena de esperanza para intentar derrumbarla desde la comodidad de las redes
sociales. Ustedes, detractores de oficio, también van a ser testigos del cambio
que quiere la mayoría de los venezolanos y que debemos hacer inevitable.
Por eso quiero que juntos
hagamos una importante avanzada durante estas festividades: ¡vamos a darle
asidero a la esperanza! Y no me refiero a hacerlo en sentido figurado, sino
real… con acciones.
Por ejemplo: reúna a la
familia, repasen juntos lo difícil que ha sido 2018 sin evadir el tema, pero
también repasando aquello que hayamos aprendido y que nos haya hecho fuertes.
Hacerlo juntos y en familia nos hará más fuertes, pero también nos permitirá
hacer consciencia sobre cuánto queda por hacer. Ha sido muy largo pero no
tenemos otra opción que persistir.
Otro ejemplo: invite a
hablar a ese familiar, compañero o vecino que aún defienda este desastre y, sin
violencia y sin insultos pero con la verdad por delante, revisen lo que ha sido
este año. No con la intención de que alguno termine dándole la razón al otro,
sino para darse cuenta de los puntos en común que tienen en torno a ese país
que TODOS merecemos vivir.
Y una tarea más que debemos
hacer todos: revisemos bien el Plan País que han propuesto nuestros diputados,
porque no podemos permitir que un proyecto tan importante sea sólo un papel. Es
un plan muy serio y que nos involucra a todos, así que revisemos en cuál de los
campos de acción podemos ser útiles, cuáles ideas podemos sumar y cuáles son
nuestras responsabilidades. La de todos. Es hora de conocer, difundir y
construir ese país que merecemos. Sobre todo: es hora de que cada venezolano
sepa hacerlo suyo y se convierta en una pieza fuerte de las razones que
merecemos para tener esperanza. Esperanza verdadera. Es un trabajo de todos y por
todos.
Estamos a unas horas de la
Nochebuena, un momento en el cual las emociones se avivan y todos pensamos en
cada una de las metas que tenemos por delante, pero también en las fuerzas que
tenemos disponibles para conquistarlas. Yo tengo mi esperanza puesta en que
conozco de cerca el ímpetu y el coraje de nuestro pueblo que somos: saber que
en todas las regiones de nuestra Venezuela se está trabajando por hacer del
país que merecemos una realidad es una de las bases firmes de mi esperanza. Ahí
tengo puesta mi fe: en que sé que no estoy solo y que no somos pocos quienes
estamos comprometidos en esta lucha común, nuestra. Y espero que esta lucha
pueda ser parte de las razones que cada uno de los venezolanos tengan para
creer, para seguir y para trabajar. Esa es mi esperanza y en eso está puesta.
Salgamos, entonces, a darle razones a todos aquellos que crean en nosotros para
que su esperanza crezca y haga también crecer la nuestra. ¡Vamos a liderar la
esperanza!
¡Qué Dios bendiga a nuestra
Venezuela! Feliz navidad para cada venezolano en donde se encuentre
físicamente!
23-12-18
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico