Carmen Victoria Inojosa 19 de diciembre de 2018
Los
adultos mayores enfrentan el embate del desgaste físico por la edad y también
por la economía del país. Para muchos, emigrar significa salvar la vejez, vivir
los últimos años sin estrés por la angustia de conseguir alimentos y
medicamentos. Los mayores de 60 años también emigran. En Colombia, según el
Registro Administrativo de Migrantes Venezolanos, de los 442.462 inscritos,
11.435 tienen más de 60 años. En México, el año pasado, unos 233 venezolanos de
la tercera edad recibieron la tarjeta de residencia temporal, mientras que 451
obtuvieron la residencia permanente.
Lo
último que pudo comprar fue medio cartón de huevos y medio kilo de queso. Eso
fue lo que Zoraida Gargano, de 67 años de edad, pagó con los 1800 bolívares de
pensión que recibió en octubre. Días después, emigró a Arequipa, Perú. “Doy
gracias a Dios que he sido una mujer sana, porque la pensión no alcanza ni para
comer. Después de más de 30 años trabajando en un hospital como enfermera, uno
tiene que emigrar, así como si nada. Perder todo”, dice.
Ella
piensa que a su edad la gente se pone “achacosa, enferma”, le preocupaba llegar
al hospital y no conseguir médicos, ir a supermercados y ya no poder comprar
una harina o “la mantequilla para la arepa”. Insiste, nada ha sido fácil en el
mes y medio que tiene como emigrante. Pero le consuela saber que puede vivir
sin estrés, sin colas en supermercados y con la seguridad de que
comerá.
Se ha
dedicado a cuidar a sus nietos mientras su hijo trabaja. No tiene esperanza de
que, con más de 60 años, alguien le ofrezca empleo.
Vivo
de lo que me puedan dar. No le exijo a mi hijo porque tiene que pagar los
servicios, el colegio de los niños. A pesar de todo, con la pensión sabía que
le metería saldo al celular, aquí espero que ellos puedan.Por un plato de comida
uno tiene que estar por aquí”, cuenta.
Para
Zoraida, hablar de vejez es imaginar una vida tranquila, una vida que es
imposible alcanzar con 702.521 % de inflación acumulada, en un entorno donde 48
% de los hogares venezolanos sufre pobreza multidimensional, según la Encuesta
de Condiciones de Vida de 2018.
“Uno no puede vivir con esa angustia de
esperar una caja Clap, comer cada tres meses. Con un [solo]
sueldo ¿cómo una gente vieja, con la tensión alta, compra
el medicamento? Se muere. Eso es lo que uno tiene que ver ahorita que
todavía está medio duro”, dijo.
En
estos tres años en crisis humanitaria compleja, emigrar para salvar la vejez ha
sido la salida para muchos adultos mayores. Pese a que quienes tienen entre 20
y 29 años de edad constituyen la población con mayor incidencia en la diáspora
venezolana, los mayores de 60 años también buscan protección fuera de las
fronteras.
A un
kilómetro del Puente Internacional Simón Bolívar se encuentra la Casa
de Paso La Divina Providencia, ubicada en el sector La Parada en Cúcuta.
Desde el 18 de octubre, cuenta Jean Carlos Andrade, abogado y coordinador del
programa, la ayuda aumentó a 3000 raciones servidas de almuerzos. De desayunos
son 2800.
Estamos
sirviendo aproximadamente 6000 raciones. Para el mes de diciembre pensábamos
que el número de personas iba a bajar y, por el contrario, el fenómeno que se
está presentando es que ha aumentado”.
En la
base de datos que llevan, ya han registrado a 18.000 venezolanos, de
ese total, 20 % corresponde a adultos mayores. Andrade destaca que se trata
de venezolanos que vienen de todas partes de Venezuela. De las 3000 personas
que reciben a diario, según el padre José David Cañas, párroco en Villa del
Rosario y quien atiende la Casa de Paso La Divina Providencia, 300 son
adultos mayores.
Vienen
en busca de atención médica y medicamentos que dicen que no se consiguen allá.
Muchos llegan con malnutrición, a saciar esa necesidad. Varios están en
condición de calle, dado que vienen solos y no pueden pagar los 3000 pesos para
pasar la noche en un cuarto. Se quedan en las calles”, contextualiza
Andrade.
Buscar
calidad de vida es la esperanza con la que 3,3 millones de venezolanos
han salido de su país y se han establecido en 16 naciones. La Organización
de las Naciones Unidas prevé que esta cifra alcance, para 2019,
los 5,3 millones.
“A lo
largo de la historia de la humanidad, la migración ha sido una expresión
valiente de la determinación individual de superar la adversidad y buscar una vida
mejor”, recuerda la ONU con motivo del Día Internacional
del Migrante, que se celebra cada 18 de diciembre desde 1999, cuando fue
declarado por la Asamblea General.
La
migración es el gran asunto de nuestra era, se trata de una lucha por la
dignidad porque permite que las personas elijan salvarse a sí mismas, escoger
formar parte y no aislarse”, expresa el organismo
internacional. Aproximadamente, hay 68 millones de personas
desplazadas por la fuerza, entre los que se incluyen 25 millones de refugiados,
3 millones de solicitantes de asilo y más de 40 millones de desplazados
internos.
Una
muerte prematura
En el
terminal internacional ubicado en la avenida Fuerzas Armadas se encuentra
Fernando Nieto, de 64 años. Va rumbo a Perú. Apenas lleva consigo una maleta y
15 dólares. Hace unos días cerró por completo el negocio que tuvo durante ocho
años: enmarcaba cuadros y diplomas. “Los clientes fueron
desapareciendo, mi negocio poco a poco también por la situación económica. No
pude sacar nada del local porque nadie está comprando”, refiere.
En
Perú lo esperan sus familiares y un “nuevo ciclo de vida”. Para él, los ciclos
duran 20 años y él llegó a Venezuela en 1999 con la idea de emprender con una
agencia de envío de remesas, pero el control
cambiario que entró en vigencia en 2003 le cortó la ilusión.
En los
últimos cinco años todo ha cambiado. Algunos días he dejado de comer porque la
comida se tiene que comprar en el mercado negro. Sobreviví con yuca y salsa.
Sufro de úlceras varicosas y desde hace años no consigo aquí el fármaco. Mi
familia me lo tuvo que enviar de Perú”, sostiene.
Confía
en que allá podrá comer, vestirse y recrearse: “En la vida siempre hay
que comenzar de nuevo”, afirma.
La
Superintendencia Nacional de Migraciones en Perú contabiliza que, de los
248.038 venezolanos registrados con el Permiso Temporal de Permanencia, 0,8
% es de adultos con edades entre 60 y 79 años. En Colombia, según el
Registro Administrativo de Migrantes Venezolanos, de los 442.462
registrados, 11.435 tienen más de 60 años.
Los
adultos mayores sufren el embate del desgate por los años y por la crisis
humanitaria compleja en el país. La pensión no es garantía de nada, 4500
bolívares soberanos que perciben cada mes apenas alcanzan para comprar un kilo
de queso y cualquier otro producto. Luis Cano, coordinador del Frente Único en
Defensa de los Pensionados, Jubilados y la Tercera Edad, piensa que en
Venezuela no es posible una vejez digna: “Nos quieren tener sometidos a
una muerte prematura. A eso nos sentenció el Gobierno. No podemos
comer tres veces al día, recrearnos, tener acceso a la salud, cualquier
medicamento cuesta 9000 bolívares soberanos”.
Según
el Boletín de Estadísticas Migratorias presentado por la Unidad de Política
Migratoria de México, en 2017 unos 233 venezolanos mayores de 60 años
recibieron la tarjeta de residencia temporal, mientras que 451 obtuvieron la
residencia permanente. Otros 48 fueron recibidos por razones humanitarias.
En ese
año, la Comisión Mexicana de Ayuda al Refugiado recibió de esta población 123
solicitudes de condición de refugiado.
Dorotea
Pérez emigró este año a España. Ella es licenciada en Matemáticas con una
maestría. Pese a que tiene 55 años de edad, requiere de cuidados tras ser
sobreviviente de cáncer de mama. “Necesito chequeos regulares,
terapias por el linfedema y el uso de una manga de comprensión que allá en
Venezuela no se consigue”. Asegura que haber emigrado es una forma de
asegurar una mejor calidad de vida durante su vejez, sin el estrés por
conseguir alimentos y medicamentos.
Por
tener la nacionalidad goza de acceso a la salud de forma gratuita y recibe una
ayuda de emigrante retornado. Cáritas le ha donado ropa y le envía un vale de
30 euros para comprar alimentos. Trabaja como artesana en las ferias.
En
España, según datos del Ministerio del Trabajo Migraciones y Seguridad, en 2017
fueron otorgadas 750 residencias a venezolanos mayores de 65 años. En 2016
fueron 2061 y en 2015, 1768.
“Me
imaginaba que después de trabajar y jubilarme podía tener calidad de vida con
mi acceso a la salud, seguridad integral, una alimentación adecuada. Me
proyectaba viajando dentro y fuera del país, haciendo y vendiendo mis
artesanías. Dictando cursos y compartiendo conocimientos en el concepto de
reciclar materiales, que pueden tener una segunda oportunidad por el bien del
planeta. Lo cual quiere decir que me preparé para tener una vejez digna y de
calidad”, sostuvo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico