Benigno Alarcón Deza 27 de diciembre de 2018
@Benalarcon
No
importa si estamos en el salón de clases, en una conferencia, en el ascensor,
en la cola del supermercado, caminando por la calle, o cualquiera otra
circunstancia. Cada vez que nos tropezamos con alguien, después de un breve
saludo, viene la pregunta: profe, ¿qué va a pasar? ¿Saldremos de esto o no?
¿Habrá transición o estamos condenados a continuar en esto por mucho más
tiempo, como Cuba?
La
pregunta va más allá de la simple curiosidad. Con la respuesta vienen las
aproximaciones a otras preguntas que, a veces, por recato no se hacen: ¿me voy
o me quedo? ¿Hay futuro en este país? En estos días, cuando el receso navideño
permite algo de tiempo para pensar con calma, comparto mi intento de responder
a la inquietud sobre los escenarios de 2019.
Echando
la mirada hacia atrás, en 2013, tras aquella elección de Maduro con resultados
nada claros que no fuimos capaces de rebatir, dijimos que en la nueva fase que
el chavismo iniciaba, bajo el liderazgo de Maduro, el régimen se enfrentaba al
mismo dilema de muchos autoritarismos tras la muerte de su líder carismático:
permitir la apertura política y la transición democrática negociando sus
garantías y condiciones –como sucedió en España tras la muerte de Franco– o
profundizar su autocratización para estabilizarse por la fuerza. Hoy nadie duda
que el régimen optó por autocratizarse y para ello –entendiendo que su base de
sustentación política se ha estrechado a un 14%– ha profundizado los pilares
clientelares de una base mucho más pequeña, mediante el enriquecimiento y la
corrupción de actores institucionales esenciales que le permiten el uso de la
fuerza, la represión, la cooptación y la coacción.
Tratando
de colocarme a una distancia prudente de lo que quiero que suceda y haciendo un
esfuerzo –que no resulta nada fácil– por centrarme en lo que creo –tratando de
armar escenarios sobre un país como si no fuese el mío–, me arriesgaré en un
esquema para ver los escenarios alternativos de 2019.
Escenarios de autocratización.
1.1. Escenario 1: más de lo mismo, con los
mismos.
Partiendo
de lo más simple a lo más complejo, existen dos escenarios básicos: uno de
autocratización y otro de transición. El escenario de continuidad implica la
estabilidad del sistema, aunque sea precaria. No implica que todo siga igual,
pero sí la continuidad progresiva de la autocratización. Posiblemente haya
cambios en la Constitución vigente, incluyendo la profundización del Estado
comunal; cambios institucionales, en las reglas electorales y de representación
que hagan al régimen menos dependiente de su legitimidad política y más
sustentable por una arquitectura clientelar que considere el balance y las
correcciones necesarias entre las distintas fuerzas que contribuyen a mantener
el equilibrio en el poder.
Este
balance entre fuerzas es dinámico, lo que puede implicar cambios de posición en
el tablero del poder –unos salen, otros entran–, pero siempre buscando el
equilibrio para que los actores con poder fáctico real se mantengan
salvaguardando sus intereses. Son movimientos constantes –normales y frecuentes
en los niveles operativos medios– que, en momentos clave, pueden afectar a
actores en posiciones estratégicas, como sucedió con Elías Jaua recientemente,
y antes a algunos oficiales de alto rango de la FAN, incluidos dos exministros,
generales del ejército, confinados hoy en cárceles de alta seguridad. Este
escenario de continuidad es el actual y es el más probable si la dinámica
política se mantiene en la inercia del último año.
1.2. Escenario 2: más de lo mismo, pero
con otros.
Tal
dinámica en el cambio de posiciones en el tablero de poder del régimen puede
llegar a tocar al mismo Presidente, cuando éste, a diferencia de Chávez, no
goza del apoyo político y la legitimidad que hacía de aquel un garante de la
continuidad en el poder. Este escenario de cambio de actores sin transición se
hace más probable en la medida en que se produzca una escalada de los
conflictos actuales, caracterizados por su anarquía y falta de dirección
política, sin contraparte que los lidere y con quien pueda negociarse. Esto
colocaría al actual Presidente en una posición de dependencia para mantenerse
en el poder, e implica una gran vulnerabilidad cuando otros anhelan tal
posición, tienen los recursos para desplazarlo por la fuerza y creen poder
mantenerse por los mismos medios.
El
subescenario de cambio sin transición aumentaría su probabilidad en el caso de
que se agudice una escalada anárquica del conflicto, sin que exista un
liderazgo alternativo del sector democrático definido y al frente de la
oposición. Este escenario puede tener como desenlace una salida negociada del
Presidente, para colocar a alguien más en su lugar, lo que no implicaría la
legitimidad automática de quien le sustituya, o una salida forzada que podría
aprovecharse para ganar aceptación, al menos temporal, de la mayoría de quienes
adversan a Maduro (caso Al-Sisi en Egipto). Tal desplazamiento sin elecciones
estaría seguido, seguramente, por algún proceso de referéndum o elección que
buscaría aprovechar el momento para legitimar a quien ha liderado tal cambio,
aunque tras ello resulte poco probable que se produzca una transición. Por el
contrario, lo que se intentará es aplicar reformas que resulten populares –por
ejemplo, en lo económico–, mientras se profundiza la autocratización del
sistema para garantizar la continuidad en el poder. A este subescenario le
damos el segundo lugar de probabilidades.
Escenarios de Transición
2.1. Escenario 3: reforma.
Los
escenarios de transición lucen hoy como los menos probables mientras no exista
un liderazgo alternativo definido en el sector democrático. A todo evento,
apegados a la disciplina de mantener distancia con nuestras creencias,
consideraremos dos subescenarios posibles dentro del escenario alternativo de
una transición.
Una
alternativa de transición es la que se conoce como reforma: aquella transición
que parte de la iniciativa del mismo régimen. Estos procesos ocurren, por lo
general, porque el liderazgo oficialista considera que el país está listo para
iniciar el camino democrático (España tras la muerte de Franco), o porque los
actores del régimen consideran que es la forma de tener algún control sobre el
proceso de transición y sobre los costos de tolerancia que se generarían si la
salida del poder se produce de manera no controlada o abrupta (caso del
presidente Rowling en Ghana y de la Junta Militar de Myanmar actualmente). Tal
escenario lo consideramos totalmente improbable bajo el mandato de Maduro, el
tercero más probable, solo posible en el caso de que exista un desplazamiento
desde adentro del liderazgo de Maduro por actores más interesados en reducir o
eliminar por completo sus costos de salida que en mantenerse el poder.
2.2. Escenario 4: transición democrática.
Este
resulta hoy, muy a nuestro pesar, el escenario menos probable. Una transición
democrática aumentaría dramáticamente sus probabilidades si se rompe con la
actual inercia y se logra definir un liderazgo democrático que cuente con el
apoyo de la mayoría del país para dirigir una transición política, considerando
los costos de represión y tolerancia de los actores del régimen y quienes lo
sostienen. Un liderazgo que sea capaz de ejecutar una estrategia que combine de
manera inteligente conflicto y negociación, que haga para quienes sostienen al
régimen más atractiva una salida negociada que la continuidad de un conflicto
sin la certidumbre sobre su desenlace.
Hoy,
con base en los estudios de opinión del Centro de Estudios Políticos y de
Gobierno, vemos poco probable que tal liderazgo pueda definirse y legitimarse
por un camino distinto al de una elección convocada y organizada por los
sectores de la sociedad civil con mayor credibilidad (iglesia, universidades,
estudiantes, sector productivo y organizaciones ciudadanas). Esto, bajo una
metodología que permita elegir a un líder con el mayor nivel de consenso y el
menor nivel de rechazo entre una amplia oposición que hoy se encuentra
profundamente dividida y fragmentada. De producirse tal elección, podría
contarse con una participación que superaría la de la consulta del 16 de julio
de 2017, lo cual implicaría un punto de inflexión que brindaría a este
liderazgo la oportunidad de reiniciar y liderar un proceso movilización masivo
cuya única demanda debe ser la celebración de elecciones libres y democráticas
que, de ser manejado acertadamente, contaría con el apoyo pleno de la comunidad
democrática internacional y reposicionaría el escenario de una transición
democrática como el más probable.
Recientemente,
cuando presentábamos nuestro último trabajo en la Feria del Libro del Oeste, en
la Universidad Católica Andrés Bello, escuchamos de nuestro invitado
internacional, Jorge Valladares, quien nos acompañaba en representación de IDEA
Internacional, una frase que nos resultó muy apropiada para el momento que
vivimos: Las transiciones no tienen causas sino causantes. El futuro no está
escrito y no puede predecirse. Si el futuro estuviese escrito y pudiéramos
predecirlo no tendríamos que diseñar escenarios, solo tendríamos que adaptarnos
a lo que será inevitable. Identificar escenarios solo es útil para prepararse y
tratar de incidir en ellos para materializar aquel que nos resulte más
conveniente. Cuál escenario se materializará no depende de las probabilidades
que le asignemos sino de lo que seamos o no capaces de hacer.
En
este sentido, y por el momento, solo me queda desearles a todos una bendecida
Navidad y un 2019 mucho mejor del que predecimos, pero sin olvidar que ello
depende, fundamentalmente, de lo que nosotros seamos capaces de hacer.
Benigno
Alarcón Deza
@Benalarcon
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