ALONSO MOLEIRO 25 de diciembre de 2018
Las fuerzas críticas ganaron en 2015 las
elecciones, pero sus estructuras se han venido abajo con la represión
La
oposición al chavismo en Venezuela intenta recuperar la iniciativa después
de años de asedio del régimen y fracturas internas. Mientras el presidente
Nicolás Maduro se prepara para formalizar, el 10 de enero, la
renovación de su mandato hasta 2025, las fuerzas críticas con el
oficialismo, que rechazaron participar en las últimas elecciones
presidenciales, celebradas el pasado mayo, buscan reponerse de los golpes
sufridos. Un grupo de dirigentes opositores y gremiales presentó el miércoles
en Caracas un programa para un hipotético escenario de cambio de Gobierno. Una
“propuesta integral para el rescate de Venezuela” cuando se cumplen 20 años de
la primera victoria electoral de Hugo Chávez.
La
génesis. El antichavismo nació en el mismo momento en el que el
expresidente, fallecido en 2013, alcanzó el poder. En 1998, una parte de la
sociedad no compartía los postulados del comandante, desconfiaba de sus
intenciones y cultivaba una profunda antipatía hacia su conducta. Acción
Democrática y el socialcristiano Copei, fundadores del sistema democrático en
1958, alguna vez partidos poderosos y masivos, atravesaban una oscura zona de
descrédito y eran el blanco favorito de las críticas de una ciudadanía harta de
los escándalos de corrupción acumulados.
En la
edad de oro de la antipolítica, el malestar con Chávez descansaba entonces
sobre todo en la clase media, con picos nada desdeñables en los estratos
pudientes. El primer líder que enfrentó al mandatario y ejerció una breve
rectoría en las masas opositoras fue Henrique Salas Romer, gobernador del
Estado de Carabobo, al frente de Proyecto Venezuela, cuya candidatura obtuvo el
39% de los votos frente al 56% que logró Hugo Chávez.
Coordinadora
Democrática. Persuadidos de que un Chávez que no escondía
su intención de extender su mandato representaba un peligro para
Venezuela, la
primera tentativa unitaria de todas las fuerzas democráticas venezolanas tuvo
lugar en 2002, y fue conocida como la Coordinadora Democrática. Fue una
plataforma política fruto de una alianza entre la Confederación de Trabajadores
de Venezuela y la patronal Fedecámaras, en la cual tuvieron influencia sectores
culturales de la sociedad civil, directivos de medios y gestores petroleros en
rebeldía. Los partidos políticos participaban, pero no lideraban aquella
alianza. Chávez había ganado varias elecciones regionales de manera inapelable,
pero en el seno de aquella coalición carburaba un malestar que encontró eco en
las Fuerzas Armadas.
En
2002 tuvo lugar un fracasado intento golpista que dañó mucho el discurso
opositor sobre la defensa de la democracia. En el chavismo todavía nadie
hablaba de socialismo y no se había expropiado una sola empresa.
La
Coordinadora Democrática se descalabró en agosto de 2004, una vez que Chávez
derrotó de nuevo a las fuerzas opositoras en un referéndum revocatorio que
consultaba al pueblo sobre la continuidad del presidente, una figura
constitucional ideada por Chávez que presumiblemente reforzaba el carácter
“protagónico” de su proyecto y que jamás se ha vuelto a concretar porque
Nicolás Maduro lo ha impedido.
La
Mesa de la Unidad Democrática. Al evaluar las causas de
aquel fracaso, los debates posteriores abonaron mucho la idea de rescatar el
protagonismo de los partidos políticos. Tras
pasar varios años dispersa y dividida en torno al dilema de si es
preferible votar o no, en 2009 se pudo concretar un rediseño unitario de la
oposición, la Mesa de la Unidad Democrática (MUD), plataforma de partidos
inspirada en la Concertación chilena en contra del dictador Augusto Pinochet. Destacaban
en la MUD Primero Justicia, partido emergente fundado en 2000; Acción
Democrática, Copei, Proyecto Venezuela y Un Nuevo Tiempo.
A
pesar de ser criticada por su proceder parsimonioso, la MUD devolvió a la
oposición un eje necesario para iniciar un diálogo con las masas y aumentar su
influencia social. Con el político y escritor Ramón Guillermo Aveledo en la
secretaría ejecutiva, se organizó un voluntariado técnico solvente, se
consolidaron espacios unitarios y se hicieron dos trabajos programáticos para
la transición. Del paraguas de la MUD emergieron Henrique Capriles, Leopoldo
López y María Corina Machado, que comenzaron a recorrer el país y a dialogar
con la gente, encarnando un recambio generacional en la política entre un grupo
de formaciones que iban desde el liberalismo hasta la socialdemocracia.
Con
los precios del petróleo en su pico más alto, y el populismo de Chávez en el
paroxismo, la Unidad Democrática alcanzó con Henrique Capriles el 44% de los
votos en las elecciones de 2012, y el 49%, solo décimas por detrás de Maduro,
en las de 2013, las que se celebraron tras la muerte de Chávez.
La MUD
alcanzó finalmente una clamorosa victoria en las parlamentarias de 2015, con
tres cuartas partes de los escaños de la Asamblea Nacional.
Diferencias
internas. A partir de ese momento, la MUD comenzó a
resquebrajarse. Los dirigentes opositores quisieron afincarse en el Legislativo
para activar algún mecanismo constitucional que sacara a Maduro del poder y
mostraron su interés en investigar la generalizada corrupción del chavismo.
Con la
misma velocidad, Maduro y su número dos, Diosdado Cabello, endurecieron sus
modales, vetando todas las iniciativas legislativas con su control sobre el
Tribunal Supremo de Justicia. En 2017, cuando el descontento salió a la calle,
sobrevendría una violenta represión y parte de la dirigencia opositora terminó
en el exilio, asilada en embajadas o en la cárcel.
La
actitud hostil del chavismo reavivó las diferencias en torno al camino a
seguir, y produjo reacomodos con agendas individuales que condujeron al fin de
la MUD.
El
Frente Amplio por Una Venezuela Libre, nueva coalición de partidos y actores
sociales, que ha incorporado a actores que han roto recientemente con el
chavismo, lleva todo 2018 deliberando y haciendo un diagnóstico de la dimensión
extraelectoral de la crisis venezolana. Queda la incógnita de si será la
herramienta que usen los partidarios del cambio en el país. Los sectores
opositores son claramente mayoritarios en Venezuela, pero sus partidos y
dirigentes con frecuencia son vistos con decepción y rechazo.
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