Ángel Oropeza 27 de diciembre de 2018
El
cierre del año constituye el final de un ciclo y es la oportunidad que se toman
muchas personas para realizar un necesario balance de lo vivido durante el período.
Los
humanos aprovechamos los ciclos estacionales de nuestro entorno ambiental para
dividir nuestra vida en "capítulos", que tengan un final pero sobre
todo un nuevo comienzo. La división en "capítulos vitales" es
importante porque facilita la evaluación de lo hecho y la mejor comprensión de
nuestro transitar existencial. Además, esos “nuevos comienzos” son útiles
porque nos proveen psicológicamente de nuevas oportunidades para corregir
errores, ensayar mejoras y mantener siempre viva la esperanza que podemos ser
como queremos y alcanzar lo que deseamos.
La
oportunidad de hacer un balance y reinventarse constantemente que deriva de la
división perceptual de nuestra vida en ciclos, es fundamental para mantener
viva la fe en nosotros mismos, evitar la impresión de que nuestra vida es una
sucesión caótica y desordenada de acontecimientos, y para darle sentido a la
trayectoria, accidentes y rumbo de nuestra propia existencia como personas y
como país.
Desde
la perspectiva de nación, en la balanza de 2018 el plato de lo negativo
presenta un peso abrumador. Los venezolanos han padecido el peor año de su
historia republicana en todas las esferas de lo político, lo económico y lo
social. Cualquier descripción en papel es injusta al lado del lacerante drama
humanitario que sufre el país, y ante el insultante saldo de dolor, miseria y
sistemática tortura social del modelo de dominación madurista.
Sin
embargo, las balanzas son instrumentos de medición de dos platillos. Y al lado
del plato de lo negativo, es necesario identificar los saldos que pueden
colocarse como contrapeso del lado positivo del artefacto. Dada la limitación
de espacio, mencionemos solo tres que, a pesar de la tragedia que nos azota a
los venezolanos, constituyen aspectos concretos que alimentan de manera
tangible la esperanza en la pronta materialización del anhelado cambio
político.
En
primer lugar, y a pesar de la feroz represión contra quien piense distinto, de
la omnipresente propaganda oficialista y del permanente chantaje de exigir
sumisión para poder aspirar a derechos básicos, la mayoría de los venezolanos
–de acuerdo con las investigaciones serias de opinión pública– dista mucho de
ser un pueblo entregado y rendido. En vez de resignación y abulia, los rasgos
principales actuales de la población al final de 2018 son de confusión,
angustia y molestia. Es un país en búsqueda de un momento y un camino, distinto
de la percepción falsa de haber tirado la toalla. El año termina, y la
dictadura solo se mantiene por la fuerza bruta, muy lejos de por la aceptación
voluntaria de a quienes somete. Y este es el mayor peligro que los opresores
saben que enfrentan.
En
segundo lugar, la alternativa democrática –a diferencia también de percepciones
poco enteradas y de matrices opináticas interesadas– ha avanzado tanto en
unidad como en organización. Ya presente y funcionando en todos los estados de
Venezuela, el Frente Amplio ha logrado aglutinar progresivamente una inédita
combinación de gremios, sindicatos, partidos y sectores sociales del país, en
búsqueda constante por construir, desde abajo hacia arriba, la unidad superior
que reclaman los venezolanos y sin la cual no será posible ni la
materialización del cambio político ni la reconstrucción del país.
Y
finalmente, como consecuencia de lo anterior, se ha comenzado a articular, a
partir de los distintos proyectos elaborados por diferentes factores sociales y
políticos, una propuesta unitaria de políticas públicas que debe ser todavía
consensuada con la mayor cantidad posible de sectores organizados del país, y
que constituirá la agenda que guiará las tareas de recuperación de Venezuela.
En
medio de la pavorosa oscuridad en que terminamos 2018, estas tres son luces que
nos indican que la esperanza de la liberación no solo está viva sino que sigue
cobrando fuerza. Sirvan estos días finales del año para recordar que el futuro
no está escrito, sino que será la consecuencia de lo que hagamos. Y ya
comenzamos la tarea.
Ángel
Oropeza
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