Américo Martín 06 de mayo de 2019
@AmericoMartin
El
concepto de ideología es confuso, pero su sonoridad es llamativa. Para el Marx
de los sueños del comandante, era una mala palabra. Una superestructura
destinada a legitimar la dominación social. Chávez accedió al poder por
elecciones, vía en la que no creía. Hubiera preferido entrar a Miraflores armas en mano, como lo intentó en 1992. Decía
que los cuarteles son la mejor escuela de democracia. El problema de los
problemas que le salieron al paso fue
que el voto le ataba a la odiada alternabilidad y el detestado
pluralismo democráticos, y por eso se refugió en la sonora “ideología” con el
fin de sostener la impostada revolución que no tardó en ofrecer su verdadero
rostro. ¿Pero por cuánto tiempo pueden mantenerse lealtades “ideológicas” en
una gestión totalitaria e inviable?
Describiendo
una suma agobiante de datos y hechos con tendencia acumulativa, sostiene el
profesor José Toro Hardy, que las sanciones hacen todavía más inviable el
actual modelo. Pese a que no se trata de una conclusión matemática, es válida a
la hora de escrutar la naturaleza íntima de la pomposa revolución. Los factores
en contra de la quimera revolucionaria son abrumadores. Ya ni se formulan
planes. Todo se va en contener la ola de adversidades. Esfuerzo infructuoso que
no obstante deja ver el macabro desierto causado a su paso por el socialismo
siglo XXI. Si no hay opción para revertir esta tragedia bajo la permanencia del
modelo madurista, fluye naturalmente la necesidad del cambio democrático del
poder.
Se irá
el ancien regime, pero no puede ser indiferente la forma de semejante destino.
El sufrimiento de los venezolanos no tiene precedentes. Por lo tanto, hay que
tratar de evitar que el cambio navegue en un lago de sangre. Para evitarlo, la
comunidad internacional postula una salida negociada con agenda precisa y
pertinente, y efectiva supervisión internacional, que Miraflores evade porque
sabe que no podría burlar la voluntad mayoritaria.
El
pasado 30 de abril, el presidente interino Juan Guaidó, acompañado de Leopoldo
López y la legítima Asamblea Nacional hicieron un pronunciamiento pacífico
frente al Aeropuerto de La Carlota. La idea era dar una muestra visible de que
no se trata de golpes sino de apelar al país, incluso a los militares y
empleados públicos. A mi modo de ver se ratificó la premisa básica de la
situación: el régimen es sostenido por los factores que controlan la Fuerza
Armada, pero es rechazado por la más vasta, incansable, consolidada y
organizada mayoría popular.
El
hecho es que las armas no detienen la ira ciudadana, ni ésta ha quebrado
sustancialmente la base militar del régimen. Lo haría en su momento pues el
tiempo no corre a favor de quien no puede sostener su modelo sino del que se
fortalece como centro receptor del descontento nacido de la inviabilidad del
otro. De ser franco consigo mismo, el Poder entendería que si el país no lo
soporta hoy, menos lo hará en lo sucesivo. Es imposible burlar con artimañas
enclenques a gente que agoniza de hambre.
Se ha
dicho que Maduro estaría dispuesto a negociar si se garantizara al abrigo constitucional su
eventual salida, sin mutilación de derechos políticos y humanos, incluidos los
de su organización partidista. En negociaciones serias siempre se irá al
detalle, mas en lo que a mí respecta adelanto que ¡ojalá fuera cierto! Sería
compatible con la probada condición democrática del vasto y multicolor movimiento encabezado por el presidente
Guaidó y la Asamblea Nacional.
Aunque
lo primero es saber si se trata de fábula o realidad, que de todo hay en la
viña del señor.
Américo
Martín
@AmericoMartin
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico