Carolina Gómez-Ávila 06 de mayo de 2019
@cgomezavila
En la
madrugada del 30 de abril se registró un alzamiento militar en favor del cese
de la usurpación y en respaldo de las autoridades legítimas, que contó con
apoyo popular. Lo sucedido desde entonces aún es confuso y quizás no haya que
darlo por concluido… “por ahora”.
En
cualquier caso, me pareció interesante regresar a la lectura de los dos
artículos más manoseados e inoportunamente invocados de la Constitución de la
República Bolivariana de Venezuela, fresca aún en mi mente la imagen de Juan
Guaidó hablándonos al alba, desde el Distribuidor Altamira:
Artículo
333. Esta Constitución no perderá su vigencia si dejare de observarse por acto
de fuerza o porque fuere derogada por cualquier otro medio distinto al previsto
en ella. En tal eventualidad, todo ciudadano investido o ciudadana investida o
no de autoridad, tendrá el deber de colaborar en el restablecimiento de su
efectiva vigencia.
Artículo
350. El pueblo de Venezuela, fiel a su tradición republicana, a su lucha por la
independencia, la paz y la libertad, desconocerá cualquier régimen, legislación
autoridad que contraríe los valores, principios y garantías democráticos o
menoscabe los derechos humanos.
Pero
el “pueblo de Venezuela” no tiene la fuerza suficiente para que el
desconocimiento de un régimen de esta calaña se traduzca en su expulsión del
poder.
Y eso
es fácil de comprender porque la fuerza definitiva que puede lograrlo no es
otra que la de las armas; esas que custodian los soldados de la República en la
Fuerza Armada Nacional (FAN), institución que tiene el “monopolio de la
violencia” por lo que, según Weber, sobre su uso y legitimidad sólo pueden
pronunciarse el resto de las instituciones, como la Asamblea Nacional.
Así
que el cese de la usurpación pasa, necesariamente, por la participación de los
hombres de armas. Y que esta suceda sin la pérdida de sangre venezolana,
dependerá de la pugna interna de que
-ahora, sí- es innegable.
“Pretendieron
comprarnos” es la prueba de las conversaciones entre la coalición democrática y
la FAN en un intento legítimo de restituir el orden constitucional. Una confesión
que tendrá costo dentro de la institución castrense, incluso si sólo estuviera
conformada por malvivientes, porque ellos también saben hacer valer sus reglas.
Esta
es la situación y la ciudadanía no puede hacer más que escoger a quiénes
apoyar, aunque lo haga a ciegas. Apostar por el retorno a la democracia, aunque
no hay garantías de que se logre, o no acatar el llamado opositor y continuar
hundiendo la pala en el fondo del abismo para descubrir que aún se puede caer
más abajo. Estas son las opciones que tenemos, hasta el próximo alzamiento
militar.
Carolina
Carolina Gómez-Ávila
@cgomezavila
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