Por Piero Trepiccione
Los acontecimientos se han
venido precipitando en Venezuela durante las últimas semanas y
todavía no se ve la claridad de lo que pudiera ocurrir que ayude a despejar las
incógnitas de la difícil situación que padece la población a diario. Sin
embargo, cuando se escudriña hasta el fondo sobre el asunto, las luces
comienzan a aparecer. Y es allí donde evidenciamos que, prácticamente, todos
los caminos conducen a Nicolás Maduro.
Nicolás Maduro tuvo
todas las oportunidades de mantener el poder al menos durante dos periodos
presidenciales, pero dos factores le condicionaron su asunción al poder máximo
del país. Por una parte, el híper liderazgo de su antecesor Hugo
Chávez soportado en carisma personal y un esquema de políticas públicas
con enfoque social profundizado y por la otra, el desgaste natural de más de
trece años en el poder de la llamada revolución bolivariana y el desbarajuste
de las finanzas públicas que estallaron a la primera bajada crítica de los
precios petroleros.
Con relación al primer
factor, Maduro debió evolucionar hacia un liderazgo más “colectivizado” donde
hubiese consolidado la figura del partido Psuv y la filosofía política sobre la
cual pudiera sembrar apoyos partidarios más sólidos que los generados a partir
del clientelismo.
Esta recomendación, por
cierto, se la hizo llegar Lula Da Silva, ex presidente de Brasil, en unas
declaraciones públicas dadas como sugerencia para poder afianzar la
revolución bolivariana luego de la muerte de su fundador en 2013.
Sencillamente, no lo hizo. Todo lo contrario, minimizó o devaluó cualquier
vestigio interno de disidencia en el denominado gran polo patriótico
y se convirtió en el único referente del liderazgo chavista sin cortapisas.
Con ello, se volvió el
único centro de atención y de críticas de la opinión pública venezolana y
continental sobre los problemas del país que seguían agudizándose. Es decir,
toda la concentración del deterioro se dirigió hacia él haciéndolo perder mes a
mes buena parte del capital político acumulado por la marca política
“revolución bolivariana”. El segundo factor asociado al desgaste natural de más
de trece años en el poder menos aún supo surfearlo.
Maduro no comprendió
la necesidad de revitalizar para oxigenar el sistema político surgido
a partir de 1999. Se dedicó a rotar rostros en su gabinete sin incorporar
nuevos. Fundamentalmente reseteaba o reciclaba figuras asociadas a grupos de
poder internos que mantenían el control. Pero lo más grave, fue su apego
acrítico a las fórmulas económicas de su antecesor sin que intentara
cambiarlas o modificarlas de acuerdo a los nuevos requerimientos de la economía
del país y del contexto internacional.
Optó por cerrarse
para privilegiar los grandes negociados con las importaciones
públicas y captar el diferencial entre precios regulados y de mercado negro que
en lenguaje común significaba “el bachaqueo”. Es decir, “riqueza para pocos y
pobreza para muchos”. Y así ha venido arrastrando a Venezuela a un deterioro
sin parangón en nuestra historia. Las consecuencias de su conducta
política lo llevan a un solo destino: su sacrificio.
Maduro perdió el margen de
maniobra financiero (aún con los apoyos geopolíticos y diplomáticos que recibe
de Rusia, China, Irán, Cuba, entre otros) no está en capacidad de
garantizar la sostenibilidad del erario público y el funcionamiento normal
del Estado. No puede mantener una infraestructura de servicios mínima para que
los venezolanos puedan tener las condiciones adecuadas de vida.
El asedio a Maduro
La desinstitucionalización del
Estado venezolano es trepidante y con ello, la agudización del progresivo
deterioro de las garantías de convivencia ciudadana. A la par, ha desatado la
mayor coalición internacional de países en búsqueda de una orquestación que
permita una solución clara al conflicto político interno del país.
Está asediado por todos
los frentes tanto internos como externos y en paralelo, el descontento
generalizado de la población avanza a un ritmo extremo. La migración impacta
todas las rutas de América Latina y Europa coadyuvando a cercar su imagen y su
margen de acción pública. Todos estos elementos ahora han permeado el mundo
militar y político que hasta hace poco, controlaba casi totalmente.
En este escenario, ya se
vislumbra una rearticulación de los factores de poder internos del
país que están pidiendo a gritos el sacrificio de Maduro para que surja un gran
acuerdo nacional con presencia de todas las fuerzas políticas, económicas y
ciudadanas que impulsen el inicio de la reconstrucción nacional a partir de
unas elecciones que se realicen con nuevos actores institucionales y con el
monitoreo cercano de toda la comunidad internacional.
05-05-19
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