Stalin González mayo de 2015
Hace una semana el vice-presidente de la
República, Jorge Arreaza, en compañía de Jesse Chacón, presidente de la
Corporación Eléctrica Venezolana, dictaba una serie de medidas de racionamiento
eléctrico, ya que no tenemos suficiente capacidad para el nivel de demanda que
estamos empleando. Esta es otra medida que se pliega a la cantidad de
restricciones que de un tiempo para acá ha venido sufriendo el pueblo
venezolano; es así como nos encontramos haciendo compras de acuerdo al terminal
de la cédula, trabajando la mitad de la jornada, entre otra serie de cambios
que se han producido.
Estas medidas, por desconcertante que
suene esta afirmación, no son lo peor de esta situación. Todas son evidencias
del colapso del manejo de lo público en el país, pero al final éstas por sí
solas no son el problema ni el centro del debate. Estas acciones y tantas otras
que podemos listar, son eso, medidas aisladas que no buscan solucionar el
problema estructural de fondo que las origina, tan solo intentan minimizar sus
efectos en la opinión pública.
El problema de la crisis eléctrica no
está en la demanda del servicio, sino en la falta de mantenimiento de la
infraestructura eléctrica, la falta de planificación en la política pública, el
empobrecimiento de nuestra generación de energía alterna. Asimismo, la escasez
de productos no tiene que ver con que consumamos más, sino con la restricción
de divisas para la compra de materias primas, la destrucción del sistema
industrial de producción, la malversación de fondos que habido en este
gobierno, además de un sinfín de errores cometidos en la administración del
erario público.
El debate y la gravedad de la situación
no están en las medidas tomadas, sino en lo improvisado y poco eficiente de las
mismas. El Gobierno debe abocarse al origen de los problemas en la
planificación de la política pública. La discusión está en la imperiosa
necesidad de debatir sobre la transparencia, la gestión y la eficacia del
Gobierno nacional no sobre las medidas absurdas que toman para desviarnos del
problema original.
Venezuela merece una alternativa de
gestión que mire y ofrezca otras formas de gestionar lo público, de superar
estos problemas y de brindar una convivencia pacífica. El debate y el foco en
el origen de los problemas que asisten hoy al país, en conjunto con los
ciudadanos que diariamente los sufren, es el comienzo de esta otra forma de
hacer política.
Stalin González
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