Por Carlos de la
Torre
Parecería que Ecuador está
siguiendo la trayectoria de la Venezuela chavista. En los dos países, outsiders prometieron
devolver al pueblo el poder que estaba secuestrado por la partidocracia
neoliberal. Apelaron al poder constituyente para dar fin con el poder
constituido. Convocaron asambleas constituyentes que redactaron nuevas cartas
políticas. Expandieron los derechos y concentraron el poder en el ejecutivo.
Resucitaron la noción de revolución, entendida como cambio radical de todas las
estructuras de poder y como un imaginario refundacional, pero en lugar de balas
usaron votos. A través de campañas electorales permanentes desplazaron a los
viejos partidos.
Prometiendo democratizar el
acceso a la comunicación, controlaron y censuraron la esfera pública. Crearon
organizaciones sociales paralelas, cooptaron y reprimieron a los liderazgos
autónomos de los movimientos sociales. Coparon todas las instituciones de
control con personas cercanas al Ejecutivo.
Los
militares venezolanos, luego del fallido golpe, se convirtieron en la base
institucional del chavismo
En ausencia de canales
legales independientes que procesen las demandas en contra de los abusos del
poder, los medios privados y las organizaciones de la sociedad civil
recurrieron a organismos internacionales que fueron denunciados como agentes
del imperialismo. Sin poder acceder a las instituciones de la democracia la
resistencia se trasladó a las calles. Estos Gobiernos movilizaron a sus
seguidores, criminalizaron la protesta y reprimieron a los críticos.
Los procesos venezolano y
ecuatoriano también han tenido diferencias. Mientras que la clase media
organizada estuvo al frente de la resistencia al chavismo, en Ecuador fueron
los movimientos sociales populares, sobre todo el indígena. Hubo momentos en
que como en Venezuela la clase media tuvo el liderazgo pero las movilizaciones
y el paro del 13 de agosto del 2015 fueron convocadas por la Confederación de
Nacionalidades Indígenas del Ecuador.
La fuerte presencia de
sectores populares dificulta la credibilidad de la descalificación de Correa de
las protestas como si fuesen de derecha. A diferencia de Venezuela donde los
sectores empresariales activamente se opusieron a Chávez, en Ecuador estos no
sólo se han beneficiado del boom petrolero sino que no cerraron sus fábricas,
bancos y negocios el 13 de agosto.
Los militares venezolanos,
luego del fallido golpe, se convirtieron en la base institucional del chavismo.
Los militares ecuatorianos que se han beneficiado del mayor gasto en armamentos
en la historia democrática del país no son la base institucional del correísmo.
Es de esperar que no repriman al pueblo.
Las diferencias entre estos
dos gobiernos populistas autoritarios se explican en parte por el tipo de
liderazgo. Chávez combinó en su persona a Bolívar y Jesucristo. Fue el mesías
internacionalista que prometió el nuevo reino de Dios en la tierra. Correa,
católico convencido, juntó al tecnócrata y al populista. Sus políticas públicas
prometieron la redención de los expertos que llevarán al país a la modernidad
de las grandes carreteras, la nanotecnología y las ciudades del conocimiento.
Los dos despilfarraron la
renta petrolera en proyectos faraónicos. Pero a diferencia de Chávez, que
organizó desde el Estado mecanismos de participación popular, Correa se
contentó con el intercambio de votos por obras y servicios. Mientras que en
Venezuela se crearon lealtades fuertes, en Ecuador el gobierno tiene
dificultades para movilizar seguidores. Muchos de quienes salen a las calles a
defender el gobierno son burócratas obligados.
Los venezolanos aprendieron
que la unidad es el único camino para dar fin al chavismo en las urnas. Los
ecuatorianos están de acuerdo en que no hay que aprobar las enmiendas constitucionales
que permitirían otra reelección de Correa. El mecanismo para dar fin a estos
autoritarismo es la lucha de todos por la democracia. Si bien parecería que las
diferencias de la oposición ecuatoriana son irreconciliables, al agredir a
sectores populares y medios Correa está promoviendo su unidad en las luchas
callejeras. El 13 de agosto del 2015 marcharon los sindicatos, los indígenas,
los médicos, los estudiantes, junto a la izquierda y la clase media.
La tarea de la oposición en
los dos países es dar fin a la maraña legal creada por estos autoritarismos
para controlar la sociedad. Hay que ver qué mecanismos legales permitirán
terminar con la concentración del poder en el Ejecutivo y liberar a la sociedad
civil y a la esfera pública de la tutela estatal.
Además hay que cambiar el
discurso político maniqueo descalificador y violento que transformó a los
rivales en enemigos por un discurso que acepte que en democracia hay una
pluralidad de opiniones y propuestas.
Carlos de la Torre es
profesor de Sociología en la Universidad de Kentucky.
19-08-15
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico