Entrevista a MARIA ELENA
FEBRES CORDERO.
La educación debe ser el
eje transversal, hacer ciudadanía ambiental. Hemos entendido que el ser humano
es centro de la naturaleza y los recursos naturales. El Papa Francisco ha
puesto el dedo sobre renglones muy importantes como la pobreza, la exclusión,
la inmigración y ahora la preocupación por el ecosistema, señala la Preceptora
Mundial de Athletae Christi.
Lleva una vida dedicada a
la docencia. Comenzó temprano. No obstante que es una mujer joven, ha dado
clases por 42 años, primero en Educación Básica en el Colegio La Salle de
Tienda Honda; luego comienza la docencia universitaria en la Universidad
Católica Andrés Bello y ahora es profesora invitada en post grado en la
Universidad del Zulia. Ha sido jurado calificador de los concursos
universitarios en las jornadas ambientales. Fue Directora de la Escuela de
Educación de la UCAB. Una de sus áreas de especialización es Educación
Ambiental. La otra es Constructivismo, un área de la pedagogía que le ha
permitido vincularse a varias líneas de investigación relacionadas con la
especialidad curricular. Como si eso fuera poco, ejerce la docencia en el
doctorado de Ciencias Humanas en la ULA. En su carácter de historiadora e investigadora,
integra el Centro de Investigación y Formación Humanística de la UCAB. Es la
primera mujer electa al frente de la organización que agrupa a los movimientos
laicales en Venezuela, resultando electa durante el cierre de la asamblea que
del 29 al 31 de mayo se realizó en la sede del episcopado venezolano, en
Caracas. Desde el Consejo Nacional de Laicos se propone impulsar la creación de
una Red de Derechos Humanos para fomentar un mayor compromiso por este tema
entre los católicos del país. Está clara en que, como dijo una vez el Nuncio
Pietro Parolin, ahora Secretario de Estado vaticano, “La Iglesia quiere laicos
que caminen al lado de sus pastores, no detrás”.
Desde 1979 trabajas los temas
ambientales. ¿Qué espera de la encíclica papal “Laudato Si”, que tanto impacto
ha causado?
Todos los que trabajamos en el área
ambiental estamos muy motivados y con grandes expectativas sobre los efectos
benéficos que esta Exhortación Apostólica de Su Santidad pueda tener. Reconozco
el trabajo de la Iglesia en todo lo que tiene que ver con la preservación de
los recursos.
Hay un reciente documento del CELAM que
toca el espinoso tema de la minería informal. Pareciera que la Iglesia, a todos
sus niveles, estuviera adentrándose muy profundamente en toda esta temática,
por lo que inferimos que es una de las instituciones en el mundo que tiene más
clara la gravedad de la situación ambiental
Los temas ambientales en el mundo
revisten hoy la mayor gravedad. Cuando se creó el Ministerio del Ambiente en
Venezuela – que fue el tercero en el mundo y por ello fuimos una referencia a
nivel internacional- los grandes problemas tenían que ver con el agua, el aire,
la flora, la fauna. Pero quizá la humanidad jamás pensó la verdadera dimensión
de esos problemas que en verdad iban a afectar seriamente la calidad de vida de
la población, al punto de que hoy vivimos problemas que aquella generación
nunca se planteó. Allí comienzan a aparecer temas como vulnerabilidad social,
energéticos, de ética y asuntos como los que tú estás planteando en este
momento, todo lo que tiene que ver con ingeniería, urbanización y desarrollo,
pues los modelos de desarrollo en el mundo hicieron mella en la calidad de vida
y fueron abriendo fisuras hasta que, en la década de los ochenta, se abordó lo
que hoy denominamos desarrollo sustentable. En relación a lo que planteas de la
Iglesia, es cierto, siempre ha estado presente con su voz y alertas. Cuando
analizamos el paradigma ambientalista, sabemos muy bien que la naturaleza es la
obra creada por Dios. Por ello, cuando vamos a documentos de la Iglesia o a la
propia doctrina social que ella difunde, está meridianamente claro que la
religión católica manda a respetar los recursos naturales. Por eso, porque es
la Obra creada por Dios.
Como dices, hoy la humanidad se enfrenta
a situaciones por las que ni siquiera se paseó en el siglo pasado, así que la
encíclica del Papa Francisco es señera en este campo…
Ciertamente, es fundamental y
orientadora para la toma de decisiones y el diseño de políticas públicas en
esta materia; pero fundamentalmente para algo que hemos entendido en esta
agenda y es que la Educación debe ser el eje transversal, educar a la
ciudadanía, hacer ciudadanía ambiental.
Y no solamente para mejorar la calidad
de vida, sino que además, asuntos como la minería informal tienen una
incidencia tremenda sobre los derechos humanos pues allí lo que se denuncia es
la más bárbara explotación del ser humano.
Si la Creación de Dios está puesta allí
para nuestro beneficio, esas aberraciones no tienen sentido. Eso provoca
deterioro y la acaba. Hay una propuesta muy concreta en América Latina, una de
las primeras que desarrolló en la década de los setenta la visión del
eco-desarrollo, que llamaba la atención sobre problemas que nos estaban
afectando y que proponía una manera de entender la sustentabilidad pasando por
tres principios fundamentales, dimensiones desde las cuales tanto las Naciones
Unidas como los que trabajamos sobre este tema hemos abordado: la ecológica, la
económica y la social. Pero hemos entendido que esto no tiene sentido si no
está fundamentada en una valoración ética, en la visión y la postura del
hombre, una postura que ha sido eminentemente antropocéntrica. Hemos entendido
que el ser humano es el centro de la naturaleza y los recursos naturales y no
le hemos dado valor moral a lo que tiene vida en el planeta.
PREOCUPACIÓN
ÉTICA
Solo entendiendo esto es posible la
sustentabilidad…
Pasa por entender que debe haber respeto
a los derechos humanos, lo cual es fundamental en esta manera de ver las cosas.
Debe haber democracia, los mejores especialistas del mundo en sustentabilidad
afirman que no puede haber desarrollo sustentable, alternativo, sin democracia;
y, además de la preeminencia de los derechos humanos, está el respeto a la
diversidad cultural que existe en el planeta pero que se expresa también, sobre
todo en América Latina, en una diversidad biológica inmensa. Por ello hablamos
–y volvemos al punto- de que se trata de una preocupación eminentemente ética.
En otras palabras, cómo enseñar, como expresarle a la población mundial el
compromiso que tenemos de cuidar los recursos naturales.
Por allí va el peso de la encíclica del
Papa, en la ética…
Él ha acertado en ofrecer esas luces
maravillosas para este milenio donde los países del mundo, las comunidades, las
organizaciones no gubernamentales, las universidades y quienes nos hemos
dedicado a formar a las generaciones que toman las decisiones, estamos
incidiendo en los cambios necesarios. La verdad es que este Papa ha puesto el
dedo sobre renglones muy importantes como la pobreza, la exclusión –que él
llama “descarte”- la inmigración y ahora la preocupación por el ecosistema, lo
cual se interrelaciona de una manera crucial.
LAS
COMUNIDADES
Hay una organización a la que perteneces
sobre la que no todo el mundo conoce, pero que trabaja en estas y otras áreas
de los movimientos eclesiales llamada “Los Atletas de Cristo”. ¿De qué se
trata?
Es una organización internacional que
fundó mi hermano, Mons. Rafael Febres Cordero hace ya 15 años. Surge como una
de las nuevas comunidades en la Iglesia de vocación laical. Fue una respuesta
de los movimientos de laicos para trabajar por la Iglesia. Vamos a los lugares
más pobres, más necesitados, más vulnerables y apartados, donde no llega el
sacerdote o donde el párroco o el obispo requiere de la participación de los
laicos. Las periferias, que llama el Papa. Allí trabaja el Atleta de Cristo.
Como quiera que la vocación no viene de nosotros, sino que es un llamado de Dios,
hoy estamos en el mundo, en los cinco continentes.
¿Con apenas 15 años? ¡Es una proeza!
Ya le hemos dado la vuelta al mundo.
Humildemente, en algunas regiones con más fortaleza que en otras, pero lo más
interesante es que nació en Venezuela y desde aquí hemos crecido hacia países
de Centroamérica, Estados Unidos, Europa y Asia. Ahora estamos comenzando
fraternidades pequeñas en Adelaida, Australia. Todo lo cual revela un
sentimiento: el laico se siente comprometido con la Iglesia.
Interesante. Es como Fe y Alegría.
Resulta que hemos “parido” en Venezuela movimientos que han llegado a tener
presencia en otros continentes…
Ciertamente. Allí estamos, atendiendo
comunidades en todas partes. Y no sabes lo que agradecen los venezolanos -que
ahora estamos diseminados en una diáspora por todo el mundo- cuando llegamos a
sitios, para nosotros lejanos como los países petroleros de Asia donde tantos
compatriotas se han asentado, el que llegue el movimiento a ofrecerles la
oportunidad de organizarse y trabajar. No son países católicos y eso es una
razón más para que este apostolado les haga un poco sentirse en casa. Y
nosotros lo único que queremos ser es sencillos pastores, como los de Belén, es
decir, hombres y mujeres de este siglo que van a trabajar a lo que hoy el Papa
Francisco denomina las fronteras existenciales, donde el laico tiene que ir al
lado de su obispo y sus sacerdotes, a trabajar en lo que entendemos es
fundamental, la pastoral de conjunto. Yo estuve casi 7 años trabajando en una
comunidad muy humilde y alejada en El Hatillo, junto a otros tres atletas de
Cristo, donde difícilmente podía llegar el sacerdote. No sólo ofrecíamos
cursos, sino que atendíamos sus necesidades más sentidas. El resultado es que
muchos de ellos, que ni siquiera iban a la Iglesia, hoy son atletas de Cristo.
Eso hay que fortalecerlo cada vez más para atender las necesidades de la
Iglesia, siempre conectadas con las necesidades de nuestros pueblos.
¿Cómo sostienen ese trabajo?
Tenemos benefactores que nos ayudan y
acompañan y un número significativo de amigos y voluntarios.
En una ocasión, Juan Pablo II, al
escuchar la preocupación de alguien por la merma en las vocaciones religiosas
en la Iglesia, le respondió: “Habrá laicos”, lo cual fue indicativo de su
confianza en la creciente importancia de la participación laical…
Fíjate que nosotros hemos estado
trabajando en Valencia, en una zona sumamente complicada porque hay de por
medio invasiones, pero nuestra fraternidad está allí, y cada día estamos más
seguros de nuestro papel mientras más difícil se presente la situación. Ya lo
proclamó el Concilio Vaticano II, el deber del laico de dar un paso al frente y
comprometerse con los problemas del mundo y de la sociedad, no verlos desde
afuera. De hecho, hay tanta claridad al respecto, que siempre encontramos
sacerdotes y obispos que abren los espacios y facilitan la inserción y el
trabajo de los laicos. Los párrocos están esperando a los laicos. Los toros
desde la barrera, eso no es con nosotros.
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