Por Margarita López Maya
El fracaso del proyecto
chavista ha hecho retornar nuestros peores fantasmas. Indicadores de retroceso
del PIB, inflación, escasez, caída de salarios reales, baja de reservas
internacionales, empobrecimiento abrupto, recrean el escenario sobre el cual
tuvieron lugar los eventos del Caracazo de 1989.
La sordera y prepotencia de
la clase gobernante también recuerda esos tiempos. La arbitrariedad con que
Lusinchi ejerció el poder, la corrupción que se visibilizó de mil maneras, la
ostentación con que Pérez celebró su segunda toma de posesión. El mentiroso “mejor
refinanciamiento del mundo” de Lusinchi, que resultó en una moratoria de la
deuda en diciembre de 1988. La masacre de El Amparo presentada como un
“enfrentamiento armado” con guerrilleros colombianos. Esos eventos son muy
parecidos a algunos actuales.
Las declaraciones sobre los supuestos éxitos de
la OLP y la economía, los ostentosos modos de vida y viajes de Maduro, sus
familiares y demás altos funcionarios, producen, como entonces, una indignación
moral que alimenta la protesta.
Conatos de saqueo brotan por
doquier. En infructuosas colas de muchas horas estalla la violencia por leche,
pañales, medicinas. El Gobierno, como en el pasado, culpa a otros, esta vez a
bachaqueros, a la derecha. Encuestas, por su parte, señalan un agudo
descontento con el gobierno de Maduro, llegando hasta pedir su renuncia.
¿Es esta una nueva versión
del Sacudón? Entre las diferencias está el estado de alerta y la rapidez con
que actúan los cuerpos de seguridad, aplicando una represión focalizada con la
que impiden que, como aquella vez, la revuelta se salga de madre, con vastas
cruentas consecuencias. Otra diferencia es el control del Gobierno sobre los
medios de comunicación, que impide a la mayoría enterarse. El relativo
abastecimiento de Caracas con relación al interior también ha frenado, por
ahora, que la capital se erija en epicentro.
Pero causas y hechos
expresan una situación análoga a 1989, y reflejan como entonces un repudio
masivo a una clase política que fracasó en crear el país viable, justo y digno
que prometió. Toca ahora buscar una salida política que sea más madura y
sensata que la de 1998, cuando la mayoría nos fuimos detrás de un hombre a
caballo.
10-08-2015
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