Por Luis Manuel
Aguana, 01/08/2015
Uno de los miedos
más comunes que nos quieren infundir aquellos quienes se oponen a la tesis de
la descentralización del poder político, es que se resucitara el caudillismo
regional cuya muerte aseguro la "paz de los cementerios" de la
República de Juan Vicente Gómez.
En efecto,
Venezuela era un caos a principios del siglo XX. Los caudillismos
habían hecho su trabajo de mantener la Republica separada y desconectada, en
manos de los herederos de la Guerra Federal del siglo XIX.
Cada provincia era
una suerte de territorio feudal, propiedad de personajes cuyo generalato no
provenía de ninguna academia militar sino que se había peleado y reclamado
desde la Guerra de Independencia.
La prioridad de
Juan Vicente de Gómez al acceder el poder fue acabar con cada uno de ellos y
centralizar el poder en un solo lugar, sus propias manos, convirtiendo a
Venezuela en un único feudo bajo su control, más manejable, creando en el
camino las instituciones de alcance nacional necesarias para controlar el
territorio, utilizando gobiernos locales impuestos desde el centro
del poder. Nacieron desde allí unas Fuerzas Armadas Nacionales, un sistema de
hacienda pública, y en general todas aquellas instituciones que identifican
ahora un Estado moderno.
Llegado el dinero
del petróleo, se consolido ese modelo de control político del país desde un
centro, con las ventajas y desventajas que eso conlleva, al punto que todavía
existen defensores de ese modelo que funciona en tanto y en cuanto existan los
recursos para mantenerlo.
Todavía existen
personas que recuerdan esa época de la barbarie gomecista. Y aquellos que no la
conozcan, basta que se lean la obra de Rómulo Gallegos y Arturo Uslar Pietri.
Es por eso que se preguntan ¿Volver a eso? ¿Una constituyente para entregarles
el poder a 24 caudillos regionales para que de nuevo hagan sus feudos, sin
ningún control? ¿Entrar en una escalada separatista? ¿Retrotraernos al siglo
XIX y principios del XX?
Veamos con calma
como se come eso. Aunque el detalle lo pueden encontrar en el texto del
Proyecto País Venezuela (http://proyectopaisviaconstituyente.blogspot.com/),
intentare en este corto espacio, no de convencer a quienes no quieren ser
convencidos, sino a ilustrar a quienes entran por primera vez en esta
discusión, de nuestra visión acerca de la necesidad-más actual que nunca-, de
un cambio del modelo político, precisamente porque este, que medianamente nos
funciono hasta ahora, no servirá para enfrentar los retos y vencer las
complejidades futuras requeridas para conseguir bienestar en un mundo cada vez
mas dinámico.
El modelo
centralizado de distribución de riqueza basado en que unas pocas -o únicas-
manos decidan qué hacer con los ingresos de los venezolanos, se encuentra desde
hace bastante tiempo en vías de agotamiento, y se acelera en la medida en que
disminuyen cada vez más los ingresos del país.
Si vemos el modelo
centralizado de administración como una pirámide en cuya punta se encuentran
aquellos que controlan el ingreso y en la base aquellos que esperan de la
repartición, cuando hay mucho en el tope de la pirámide, algo siempre le
“chorreará” a la base por muy mal que se administre.
Aunque este sea un
modelo que de algún modo reparte pero de una manera ineficiente, su
sostenibilidad en el tiempo se basa en que siempre haya algo para repartir. Y
cuando los ingresos que se reparten no tienen como base el trabajo productivo
de la población, como ocurre en el caso venezolano, la situación se hace más
comprometida, al quedar las entradas del país al arbitrio de los precios de un
bien-el único- cuyo valor de cambio en el mercado internacional no controlamos.
Es hora de revisar un modelo político cuya fundamentación distorsiona el
alcance de lo económico.
Obviamente si llega
menos a la punta de la pirámide, quienes se encuentren más abajo en la base
sufrirán más. Sin importar quien administre el modelo-el gobierno-, o qué
ideología maneje (hemos comprobado que los comunistas son los peores), si llega
menos habrá menos para todos. Y si a eso le añadimos la corrupción de los
administradores, entonces el modelo se hace inviable por la voraz depredación,
y a nadie, salvo a los administradores, le llegara nada. Ya estamos viviendo
eso.
Esta es la
situación en la que nos encontramos ahora. Una pirámide-un modelo de
administración- que no funciona. Aunque sigamos teniendo los ingresos que el
petróleo todavía nos garantiza, poco a poco el petróleo dejará de ser el
paradigma sobre el cual sostenerse. El mundo encontrará cada vez más la manera
de sustituirlo como alguna vez sustituyo la lana con material sintético.
Posiblemente eso no ocurra inmediatamente pero nos dará el tiempo suficiente
para desarrollar una alternativa económica pero eso no será posible con un
modelo político que se fundamenta en un reparto de lo que no se produce.
Nuestra propuesta
no es cambiar de manos la administración del actual modelo, que es la propuesta
política de prácticamente todos los partidos opositores, cuya principal promesa
es que su opción hará mejor el reparto (entre otras cosas porque habrá poco que
repartir luego de esta debacle), sino cambiar el modelo, llevando esa pirámide
de una sola punta a un polígono de 24 puntas, con un pacto claro entre ellos de
funcionamiento federal.
Los partidos que
han propuesto una Constituyente para lo que ellos llaman “un cambio de modelo”
no están hablando de este alcance. Desean, como todos nosotros, el cambio de la
ideología del gobierno pero no del cambio de la pirámide de distribución. Ellos
y nosotros estamos hablando de dos cosas completamente diferentes. Queremos una
Constituyente para discutir un nuevo modelo de desarrollo político y económico
en los términos del Proyecto País Venezuela.
Llevar de 1 a 24
los centros de poder político tendrá consecuencias inmediatas. Cada Estado
manejara sus propios recursos y se regirá por su propia Constitución que
devendrá de una Constituyente Regional, donde cada Estado decidirá su propio
modelo de desarrollo, cuantos municipios deben atender, así como sus
instituciones de control. Los recursos generados por su actividad económica se
quedaran donde se produzcan. Decidirán sobre su educación, su sistema de salud,
su sistema de justicia y seguridad, su economía.
No estamos hablando
de fundar 24 repúblicas nuevas, sino de restablecer la autonomía regional que
nunca se hizo efectiva desde la fundación de la Republica, ahora utilizando las
ventajas que proveen las comunicaciones, el transporte y demás medios que no
existían en los siglos XVIII, XIX y la casi totalidad del XX, y que todavía hay
que fortalecer y desarrollar. En manos del Estado Federal quedaran las Fuerzas
Armadas, el control de la moneda, con un Banco Central verdaderamente fuerte e
independiente, la industria petrolera (o lo que quede de ella), y un Congreso
con un sistema parlamentario que contaría con una autentica representación del
pueblo y los Estados para el debido control del Presidente de la Republica y
las instituciones de alcance federal.
Al elegirse los
Senadores y Diputados en sus propias regiones en un sistema organizado de esta
manera, ellos vendrían al parlamento en Caracas a luchar por los intereses de
sus regiones, no a “conchuparse” y agavillarse con sus partidos en detrimento
de sus mandantes ya que tendrían que rendir cuenta de sus acciones en sus
propios Estados.
El ingreso mínimo
del Estado Federal se establecerá al inicio de la construcción del nuevo
modelo, formando parte de la nueva Constitución discutida en una Asamblea
Nacional Constituyente. Pero serán los parlamentarios quienes decidan en un
Congreso Federal el presupuesto federal. No seria, ni el partido del gobierno,
ni el Presidente de la Republica sino las genuinas representaciones de los
Estados, con una sanción final del Senado, máxima representación federal en el
parlamento.
Entonces cada
Gobernador y el resto de los cargos de representación popular serian
controlados por su propio parlamento regional y sus instituciones. Sería un
simplismo decir que este sería un caudillo inamovible como los que tuvo que
liquidar Juan Vicente Gómez. Además sería sumamente difícil que estos dispongan
de los recursos a su antojo como ahora prevalece en el actual modelo piramidal
simplón, agotado y atrasado. Y menos aun que los 24 se compongan para
entregarlos a otros países o robarse lo que es de todos los venezolanos de un
solo viaje, como lo han hecho quienes hasta ahora han administrado la pirámide.
Lo cerca que estarían de cada región no se los permitiría. Ha sido sumamente
fácil ponerle la mano al dinero del país cuando este se encuentra bajo un solo
control. Es por eso que nadie quiere cambiar el modelo. Es demasiado apetecible
hacerse rico y hacer rico a los allegados solo por acceder al poder y más aun
cuando se hace en condiciones absolutas.
Cada región
entonces tendría la responsabilidad de aportar al común a través de un pacto
federal, y de producir de acuerdo a sus potencialidades. No serian expectantes
de una renta sino aportantes al común de un país. Cada Estado se desarrollaría
y competiría con los demás por el mejor recurso humano. Se desarrollarían
nuevas universidades y centros de conocimiento y se mejorarían los que existen
para hacer de cada región un emporio de riqueza y calidad de vida. Venezuela
seria como un todo, mejor que cada una de sus partes.
Es indudable que
afinar un modelo como el propuesto tardara su tiempo y requerirá de ajustes en
el proceso para encontrar el entonamiento que corresponda a nuestra
idiosincrasia, pero definitivamente estamos convencidos de que hay que
intentarlo. Venezuela tiene el material necesario para hacerlo.
De esta discusión
debe quedar claro que el problema no es de administración sino del modelo que
sustenta esa administración, y que deberemos enfrentar un cambio de mayor
envergadura para salir de esta crisis y cauterizar lo podrido del sistema que
tenemos. No existe en el mundo un modelo perfecto pero el que tenemos
actualmente lo tienen los países más atrasados del planeta. Ya es hora de dar
ese paso trascendental. Los venezolanos de ahora y de las próximas generaciones
lo están esperando.
Email: luismanuel.aguana@gmail.com
Twitter: @laguana
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