Por Fernando Travieso
El acuerdo firmado en París el
pasado sábado 12 de diciembre por los 195 países reunidos durante dos semanas
en esa capital, envía a los gobiernos y agentes económicos del mundo el
inequívoco mensaje de que se debe reemplazar la economía actual, basada en la
quema de combustibles fósiles, por otro modelo productivo que se sustente en
las energías limpias, hacia las cuales habrá que reorientar las
inversiones.
Tan importante premisa es consecuencia directa del objetivo clave a lograr: que la temperatura media del planeta se mantenga por debajo de 2°C respecto de los niveles preindustriales, para lo cual las emisiones de gases de efecto invernadero de todos las naciones deben alcanzar un techo lo más pronto posible, y los países desarrollados deberán aportar 100.000 millones de dólares anuales para que aquéllos con menos recursos puedan adaptarse a los efectos del cambio climático al tiempo que reducen sus emisiones.
El acuerdo, cuya vigencia se inicia en 2020, representa un hito histórico en el acontecer mundial ya que por primera vez se toman decisiones concertadas para enfrentar de manera global el trascendente tema de la preservación del planeta. Logro que significa un inmenso motivo de celebración y sobre todo el desafío de garantizar su cumplimiento, tal como dijo François Hollande, presidente de Francia y anfitrión de la cumbre, al momento de declarar su apertura: "No serán suficientes las buenas intenciones. Estamos al borde de un abismo". En efecto, el acuerdo no será suficiente por sí solo para intentar mantener el aumento de la temperatura en alrededor de 1,5°C para finales de siglo; ni siquiera alcanzan los programas de recorte que 187 países entregaron como compromiso voluntario los meses previos a la cumbre. Por ello se han establecido mecanismos que permitan revisarlos cada cinco años, a fin de realizar los ajustes que garanticen y actualicen los objetivos, incluida la adopción de las nuevas tecnologías limpias que vayan apareciendo.
Para avanzar hacia una economía baja en emisiones de gases de efecto invernadero resulta indispensable aumentar los flujos financieros.
Para ello, a partir de 2020 se creará un fondo verde destinado a apoyar a los países en vías de desarrollo, no sólo para que enfrenten los efectos del cambio climático sino también para apoyarlos en la adopción de tecnologías limpias y renovables que les permitan crecer económicamente sin contaminar la atmósfera con nuevas emisiones tóxicas. Mediante el acuerdo, los países desarrollados y aquellos otros con capacidad para hacerlo deberán "movilizar" 100 mil millones de dólares cada año a partir de 2020, aunque quedó pendiente definir cuánto aportará cada uno. Hay que insistir en que a pesar de que esta cifra luce muy elevada, el costo de adaptar nuestro hábitat para protegerlo de los dramáticos efectos del cambio climático --alza del nivel de los océanos, derretimiento de los glaciares, inundaciones y sequías, entre otros muchos-- sería muy superior.
Aunque sustituir los combustibles fósiles representa una aspiración compleja y de difícil realización debido a los poderosos intereses en juego, el mensaje para que los agentes económicos globales reorienten sus inversiones hacia las energías limpias es claro. Al efecto, el pasado sábado, John Kerry, Secretario de Estado de Estados Unidos dijo: "Estamos mandando un mensaje clave al mercado global", y luego agregó que,"Movilizar la inversión es fundamental para lograr una transición a una economía limpia". Por su parte, Ban Ki-moon, Secretario General de la ONU fue categórico al afirmar que, "Los mercados ya tienen una señal clara".
Suscribimos las palabras de Xie Zhenhua, representante de China en la cumbre, quien afirmó: "Aunque el acuerdo no es perfecto, eso no nos ha impedido dar un paso histórico".
23-12-15
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