Por S.S. Alejandro Moreno
Tiempo de proclamación de la
paz; no necesariamente de paz. Proclamación que es al mismo tiempo anunciación,
pregón, desde los cielos y promulgación del amor que Dios tiene a todos los
hombres. No sólo a los “de buena voluntad”, como una errónea interpretación del
texto original del evangelista Lucas ha fijado en la tradición, pues la buena
voluntad es la que Él nos tiene, dado que “nos quiere tanto”. No es la
condición de bondad o maldad de cada persona lo que merece su amor sino el puro
acontecimiento de ser hombre. Tanto nos quiere que nos da a su Hijo. “Un Niño
nos ha nacido; un Hijo se nos ha dado… Príncipe de la paz (Is: 9,5)”.
Esto en el cielo y desde los
cielos.
En la tierra, y en esta tierra
hoy, todo un pueblo ha gritado, cantado, publicado a los cuatro vientos, a los
cuatro puntos cardinales y a todas las olas del mar, que quiere, como Dios, paz
total entre hermanos tengan el color del arco iris que quieran. El voto no sólo
ha sido la proclamación de un deseo de paz sino una manera práctica de hacerla,
de ponerla en marcha.
Por otra parte, no del cielo
sino de las cavernas más profundas, sórdidas y tenebrosas de la tierra también
está brotando el anuncio de guerra, de odio entre hermanos, no proclamado por
ángeles sino por los espíritus inmundos que al parecer habitan los ánimos de
algunos detentores de caducos y agonizantes poderes puestos al servicio de la
arbitrariedad, la violencia y la opresión.
Las palabras de paz son
divinas, celestiales, palabras hechas de la esencia del Niño y del Hijo,
palabras cristianas, empapadas del amor de Cristo.
Las palabras de guerra son del
maligno, cavernosas, hechas de la esencia del mal, anticristianas por
estructura, empapadas del odio que también habita en la parte más sórdida de lo
bestial del hombre.
A estos hombres, sin embargo,
también los quiere Dios, les anuncia su voluntad de paz y los llama a
integrarse al mundo de los pacíficos. No les pide la renuncia a ninguno de sus
ideales, de sus colores, de sus proyectos y deseos; lo que les pide es que
renuncien a toda violencia, a toda pretensión de forzar las voluntades, a toda
práctica de imposición para lograrlos.
La Navidad nos llama a todos a
ejercitar y ejecutar la paz y, por ende, al diálogo sincero, trasparente y
fraterno en el que cada cual pueda ocupar su espacio en el momento sin dejar de
promover al mismo tiempo, sin pretensiones de imposición y dominio, las
novedades, revolucionarias o no, que le convencen como ideales para el bien de
todos, sin exclusión alguna.
La paz sea con todos nosotros.
29-12-15
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico