Por Julio Castro Méndez
Éstas son las épocas donde
agoreros, pronosticadores, visionarios, charlatanes, futurólogos y científicos
intentar ver a través de sus conocimientos y pretenden uno de los deseos
más persistentes de la humanidad: predecir el futuro.
Los científicos de diferentes
ramas usamos la historia, los patrones previos y el conocimiento para intentar
ver hacia delante. Y mientras más lejos, más difícil.
En lo que a enfermedades
infecciosas se refiere, los avances en epidemiología, computación, matemática
aplicada, métodos diagnósticos y otras áreas han permitido cerrar brechas que
lograron atenuar el impacto de virus como H1N1, sarampión, chikungunya y
algunos otros. Sin embargo, persisten algunos como ébola, tuberculosis y
HIV sobre los cuales, a pesar de los conocimientos adquiridos, la
humanidad está en desventaja y su transmisión persiste, siendo área de
investigación.
Venezuela, en los actuales
momentos, se inserta en un contexto para enfermedades infecciosas muy
particular:
— Nuestra geografía tropical,
temperatura, humedad, ciclos de lluvia y sequía, además de ser el inicio de la
cintura de América y alcabala entre las selvas de Centro América y el pulmón
vegetal del mundo en las riberas de los ríos Amazonas y Orinoco, buena parte de
los virus y parásitos que padecemos tienen como hábitat natural estas zonas
selváticas y se mueven de norte a sur (y viceversa) afectando a los humanos
cercanos a ellas en diferentes proporciones. Para beneficio o perjuicio, casi
ninguna de estas circunstancias son manipulables por el hombre.
— La facilidad y rapidez de
trasporte aéreo en la mayoría de los países permitiría mover efectivamente a
humanos o animales infectados a través de todo el orbe. Pero no es el
caso de Venezuela.
— Nuestra capacidad de
vigilancia epidemiológica, a través del boletín epidemiológico (cerrado por el
gobierno central hace más de un año), se encuentra tremendamente mermada.
Atinar en este mundo sin tener las alertas encendidas es ciertamente más
riesgoso.
— El déficit de medicamentos
(desde los sencillos hasta los complejos) pone un acento en la angustia de los
pacientes. Cualquier situación de salud o epidemia se acrecienta cuando no
tienes medicamentos que permitan al menos tratar los síntomas.
— La incapacidad de controlar
los vectores, en especial Aedes aegypti, vector de dengue, chikungunya,
zica, virus del Nilo Occidental (West Nile), encefalitis equina venezolana,
fiebre amarilla y otros menos conocidos, ha sido un denominador común en
Venezuela. Los datos oficiales (MPPS) revelan en promedio que 21% de los
domicilios en nuestro país tienenAedes. La Organización Mundial de la Salud
(OMS) usa como referencia permisible hasta 1% y valores de 5% sólo se han
reportado asociado a epidemias de estas enfermedades. Cuando se observan las
cifras de porcentaje de Aedes en América, los valores oscilan entre 3
a 11%, lo cual es una diferencia muy significativa comparada con el 21% de
Venezuela. Es importante resaltar que el control del vector tiene una eficacia
muy marginal (por no decir ninguna). Cuando se realiza en medio de una
epidemia, las campañas de control de vector sólo son eficaces cuando se
realizan sistemáticamente en el tiempo y con cobertura geográfica amplia,
especialmente en zonas urbanas. Este factor puede ser uno de los más
importantes para explicar la razón en las diferencias de casos vistos
recientemente con chikungunya en las Américas (Venezuela y República Dominicana
llevaron la peor parte), a pesar de que el virus circuló por casi todo el
continente.
Para que estas enfermedades se
produzcan y se extiendan hacen falta cuatro factores:
1. Virus circulante
(Dengue, Chikungunya, Zica, West Nile)
2. Población susceptible (pacientes sin anticuerpos protectores, ya sea por vacuna o por enfermedad)
3. Vector distribuido por el país (Aedes)
4. Movilidad poblacional.
2. Población susceptible (pacientes sin anticuerpos protectores, ya sea por vacuna o por enfermedad)
3. Vector distribuido por el país (Aedes)
4. Movilidad poblacional.
Entendiendo estos
determinantes de diseminación, quienes ocupan los primeros lugares en el
ranking para Venezuela serían dengue, zica, chikungunya, West Nile y fiebre
amarilla, en ese orden. El dengue se encuentra en uno de los picos de un
megaciclo desde 2007, más de 100.000 casos en el año 2010, 94.000 casos en 2014
más de 100.000 casos 2015 (Datos MPPS y algoritmos matemáticos).
El virus zica está circulando
activamente en norte de Brasil, Colombia y Centro América. Ya la OMS reporta
casos autóctonos en Venezuela (aunque las autoridades no lo han reportado a
nivel local) y entendiendo que tenemos las cuatro condiciones para una
expansión importante, no sería raro tener como protagonista al virus del zica
para el 2016. Se trata de un virus con bajo potencial de enfermedad
severa, pero ya en Brasil se ha reportado una complicación
temible: microcefalia (cerebro de poco tamaño) en los niños nacidos de
madres que padecieron la enfermedad.
El chikungunya ha presentado
ciclos trienales en otras latitudes. Pareciera poco probable un gran brote de
esta enfermedad en nuestro país dado el gran impacto reciente que tuvo. De
hecho, ha seguido circulando de manera bastante discreta. West Nile ya ha sido
descrito en casos humanos desde estados del sur de Estados Unidos hasta
Venezuela. La mortalidad en aves y equinos ha sido un predictor importante de
circulación del virus y desde 2006 no se ha visto actividad significativa en la
región.
La fiebre amarilla es una
enfermedad atemorizante debido a su potencial de actividad urbana con impacto
masivo y aterrador. Esta enfermedad está precedida por mortalidad en primates
en zonas selváticas, una de las variables monitoreadas por nuestro sistema de
vigilancia, que en estos momentos está apagado, como ya explicamos. Ésta es
una de las pocas enfermedades virales epidémicas prevenibles por vacuna.
El resto de enfermedades
virales no trasmitidas por vectores pero trasmitidas persona-persona
(sarampión, rubeola influenza, H1N1, varicela, etcétera) tienen una dinámica
menos predecible, pero los niveles de vacunación en Venezuela (entre los peores
de la región, según la OMS) no son buenas noticias. Y aquí de nuevo la opacidad
de la información epidemiológica atenta contra el ciudadano común.
La malaria es una historia de
vergüenza. No sólo de la región, también del mundo: sólo 2 países han
retrocedido en la lucha contra la malaria y sólo uno en la región. Cerrar el
2015 con más de 100.000 casos nos regresa a números similares a los de la
década de los 40. En sus mejores momentos, la malaria había sido controlada
hasta números de pocos miles de casos en todo un año. No sólo el gran número de
casos representa un riesgo: la capacidad de reactivación de focos que habían
sido controlados desde hace muchos años pueden activarse de nuevo.
A pesar de que el origen de la
gran mayoría de los casos de malaria se circunscriben a un solo municipio del
estado Bolívar (Municipio Sifontes), un número importante de ellos han sido
“exportados” a otros estados donde hay condiciones para generar focos secundarios,
sitios que habían estado “apagados” desde hace decenas de años. Y estos nuevos
focos pueden tardar hasta un lustro en controlarse, aún tomando las medidas
necesarias desde ahora. Las consecuencias son fáciles de entender.
En conclusión, las enfermedades
con potencial epidémico han estado, están y (por lo visto) seguirán estando
allí.
La diferencia en el impacto
que tendrán sobre la población la hace nuestro conocimiento de la enfermedad,
la capacidad de combatirla y prevenirla y las herramientas que tienen los
sistemas de salud: mientras más robustos sean estos sistemas, mayor capacidad
de controlar o mitigar la enfermedad.
La introducción del virus zica
como agente poco conocido con impacto moderado en términos poblacionales,
además de la persistencia de gran número de casos de malaria y dengue, estaría
en la lista de prioridades. Pero la debilidad en nuestro sistema de
monitoreo de enfermedades, el deficiente número de cobertura de vacunas, la
poca disponibilidad de medicamentos, las políticas cambiantes y erráticas
de los entes gubernamentales y los agentes vivos circulando en la región
no son buenas noticias para 2016.
29-12-15
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