Por José Vicente Carrasquero
Me encuentro entre los que
todavía se preguntan en qué estaba pensando Chávez cuando designó a Maduro como
su sucesor antes de su último viaje a La Habana. Se me ocurre que como
optimista impenitente que era, creyó que esa designación no haría falta porque
saldría victorioso de la que terminó siendo la última batalla de su vida. Si no
fuese eso, decidió vengarse de los venezolanos dejando a cargo a lo más incapaz
que podía encontrar entre sus fieles seguidores.
Maduro me hace recordar las
sesudas charlas de Mikel De Viana, S.J. hablando de la cultura política del
venezolano y sus valores. Nicolás es un individuo con un claro locus de control
externo, es decir la percepción de que los eventos ocurren como resultado del
azar, el destino, la suerte o el poder y decisiones de otros. No hemos visto al
presidente asumir su responsabilidad en ningún momento desde que obtuvo un
cargo para el cual no tiene la más mínima preparación.
Como muestra un botón. El
desastre económico sin precedentes que estamos viviendo los venezolanos es
achacado por el inquilino de Miraflores a una supuesta guerra económica
diseñada y puesta en escena por una multiplicidad de actores que según Maduro
quieren ver arruinado el país. Es como si en un trasatlántico una parte de los
pasajeros se pusieran de acuerdo para hundir el barco aún a costa de sus
propias vidas. Este argumento presidencial no resiste el más mínimo examen de
veracidad. Termina siendo un mal chiste para evadir explicar a dónde fue a
parar la mayor de las bonanzas petroleras de toda nuestra historia. En todo
caso, una manera de decir que la culpa no es de él. Que no estaba ahí cuando
eso pasó. Que estaba comprando kerosene…
Ante la rotunda y trepidante
derrota electoral, Maduro no ha hecho otra cosa que culpar al universo. Desde
un fraude hasta un golpe electoral han sido acusados con tal de no asumir la
propia incompetencia. Para evadir la responsabilidad que le toca en el
despilfarro de un capital político que en su momento lucía lo suficientemente
sólido como para mantenerse en el poder y poner en efecto las medidas
necesarias para no llegar a este desastre que nos acogota el alma.
Hablaba De Viana de esos venezolanos
que tenían un rancho en la cabeza independientemente de su condición social.
Que entendían el país de una forma primitiva. Que asumían que el Estado es el
que tiene que tener el control de todo lo que pasa en el país.
Independientemente de que quienes controlan los hilos del poder no sean capaces
de cuidar de sí mismos y sus acciones.
Maduro asume que el venezolano
debe depender de las dádivas que él tenga a bien concederle. En una actitud
arcaica, concibe al pueblo como un colectivo de indigentes que le deben la vida
al Estado todopoderoso y que es a través de sus favores que ese pueblo puede
tener acceso a bienes básicos e incluso comida. Concibe un contingente humano
que debe ser agradecido con esos favores y de vuelta debe garantizar mediante el
voto su permanencia eterna en el poder.
Esa concepción pobre, limitada
del venezolano no es exclusiva de Maduro. Ya la vivimos varias veces en el
pasado. En solo dos momentos de los últimos treinta y dos años, los políticos
se vieron compelidos a dejar que los venezolanos se valieran por sí mismos. Me
refiero a los levantamientos de los controles de cambio en 1989 y 1997. Dejar
que la economía fluyera entre los venezolanos sin que la mano entrometida y
torpe del Estado frenara el desarrollo al que se puede llegar cuando se deja
que la sociedad disfrute de una economía de mercado.
Al momento de escribir este
artículo, solo Cuba y Venezuela tienen un control de cambio. Ambos por razones
meramente políticas. Así lo reconoció, sin inmutarse, Aristóbulo Isturiz cuando
declaró que si quitaban esa restricción económica los tumbaban. Excusa por
demás ridícula y que solo se comprende desde la visión anquilosada de país que
tiene la vieja política a la que el gobernador de Anzoátegui pertenece.
Maduro fracasó cuando no supo
anticipar el momento que estamos viviendo. Desde principios de esta década se
venía hablando del crecimiento de la producción de petróleo a nivel mundial.
Típico de momentos de altos precios que invitan a la inversión en la industria,
cosa que por cierto, Chávez y Maduro no hicieron y por eso ahora pagamos las
consecuencias.
Al asumir Maduro, ya se sabía
que los precios del petróleo se derrumbarían en menos de dos años. Se sabía que
el gobierno de Chávez había endeudado de tal manera el país, que se requerirían
mucho de los ingresos por petróleo para pagar deuda y sus intereses. Se sabía
que gracias a la criminal política de expropiar y perseguir empresarios
tendríamos que importar más. Se sabía que las expectativas de la población eran
crecientes.
Maduro ante la cercanía de las
elecciones prefirió jugar a la parálisis. A extremar el desgaste pensando que
el costo de tomar medidas era mayor que no tomarlas. La realidad le ha
enrostrado su fracaso. En su suprema incapacidad y asesorado por unos cubanos
que no terminan de entender el alma libertaria de los venezolanos, pensó que la
sola memoria del comandante eterno era suficiente para que la gente, con hambre
y sin empleo, con Maduro se resteara.
Hay que ser muy inocente para
pensar que la gente puede poner la imagen de una persona fallecida por encima
de un bebé que llora de cólicos porque toma lo que se consiga y no la leche
para niños que se recomienda. La realidad es que el venezolano veló por su
familia, por su futuro, por una Venezuela de libertades.
El fracaso de Maduro se puede
observar desde cualquier indicador de gestión que se elija o desde la
perspectiva política que tenga el amable lector elegir. Un fracaso que nos
duele profundo en el alma. Un fracaso que nos pone al nivel de los países más pobres
del planeta y junto con Haití a la cola de América Latina.
El venezolano asumió en
primera persona el reto de cambiar la situación y votó en contra de este
desastre que estamos viviendo. Solo espero que quienes vienen a relevar a esta
desastrosa clase política tenga una mente guiada por la modernidad y no un
rancho en la cabeza.
Bye Maduro! Se te recordará
como el castigo que Venezuela no debió sufrir.
23-12-15
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