Simón García 20 de diciembre de 2015
Enrique,
Henry y Julio aspiran presidir la Asamblea Nacional durante el 2016. Los presento alfabéticamente porque es el
criterio impersonal al que se puede acudir una vez que la MUD decidió no
aplicar valores cuantitativos a la hora de jerarquizar las posiciones de los
partidos y los dirigentes que la integran. Decisión pertinente porque se votó
por una tarjeta única.
Esa pertinencia complica una
selección que luce urgente y prioritaria. Pero, cuya importancia aconseja
tomarse el mayor tiempo disponible para arribar a una decisión virtuosa. Una
selección consensual, adoptada con miras a las capacidades que se requieren
para transitar por un año difícil en el que se espera un agravamiento de las
crisis y episodios de renuencia del Ejecutivo a respetar la Constitución.
El criterio para escoger al
Presidente de la Asamblea Nacional no es la oferta programática. Los tres
aspirantes están comprometidos con un mismo programa legislativo y aplicarán
una misma propuesta de trabajo para el primer año de sesiones del parlamento.
Entre ellos hay una coincidencia de alto aliento.
Tampoco la escogencia puede
fundamentarse en comparar estrategias porque los tres comparten la misma. Ellos
formaron parte del eje conductor de una política que verificó con su
extraordinario éxito que el marco irrenunciable para librar las batallas por el
cambio debe aferrarse a una opción democrática, pacífica y constitucional. En
esa estrategia coinciden los partidos que integran a la MUD y el liderazgo
independiente que puede resumirse en la diversidad de matices que coexiste
entre Ramón Guillermo Aveledo y Chúo Torrealba.
Los argumentos a favor de
cualquiera de los tres aspirantes son necesariamente subjetivos, sostenidos en
valorar algún rasgo de la persona misma. La tabla de méritos, capacidades,
experiencias y formación está más o menos nivelada. Ninguno de ellos tiene
impedimentos legales o éticos para desempeñar esa responsabilidad, aunque como
todo dirigente opositor hayan estado expuestos a los señalamientos sucios
orquestados por el gobierno y repetidos por los profetas de la antipolítica,
acumulados con especial saña contra Henry.
Hay que saber que la comunidad de
objetivos, estrategias y planes no garantiza que se vayan a obtener los mismos
resultados con cualquiera de los tres dirigentes. La marca personal, que
incluye estilos, lenguajes, preferencias temáticas, acentos prácticos,
predisposiciones o prejuicios, va a influir en la conducción de la Asamblea y a
sellar con la firma individual la orientación de la gestión.
Tal vez la discusión política
conlleve a dilucidar cuáles capacidades son más deseables para potenciar una
misión que una la realización de los cambios que el país quiere con una visión
de Estado. Es una de las vías para despersonalizar la construcción de un baremo
de las condiciones que debe calzar el Presidente de la Asamblea Nacional de la
transición.
Se ha reconocido la experiencia de
un hombre que parece estar constituido por un gen parlamentario como Henry
Ramos. Se ha hablado de la claridad estratégica de Julio Borges. Añado al nombre de Enrique
Márquez el hecho notorio de que es el candidato que suscita menos rechazo, el
ser representante de una región del interior y el que parece tener, aún con sus
cinco pisos, la menor brecha con el electorado joven. Es el menos conocido lo
que simboliza más el efecto de relevo.
La gran ventaja es que los 112 diputados
podrán disfrutar de la certeza de estar escogiendo al más conveniente entre
tres excelentes candidatos. Y en sintonía con los millones de venezolanos que
cambiaron el mapa político.
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