Por Ángel Oropeza
En octubre de 2012, a
propósito de la derrota en las elecciones presidenciales de ese año, escribimos
un artículo titulado “Los 3 errores”, tratando de llamar la atención sobre lo
que no debíamos hacer a pesar de ese traspiés. Así como aquella vez dijimos que
uno de esos errores era pensar que tal derrota era definitiva, lo mismo debe
decirse de nuestra más reciente victoria.
Ciertamente que el contundente
triunfo popular del pasado 6-D es el primer paso en la dirección correcta. Pero
si no continuamos caminando en esa dirección, ese paso primero pero
insuficiente quedará sólo para alimentar nostalgias y reforzar frustraciones.
La victoria histórica del 6-D
es la piedra angular sobre la cual habrá ahora que construir el edificio de la
nueva Venezuela. Pero si no se colocan nuevos ladrillos y no sudamos levantando
espacios, esa primera piedra sólo servirá para exponerla en el museo de
aquellas cosas que se soñaron pero a las que no las acompañó el coraje y la
inteligencia que las transformaran en realidades. Es necesario por tanto
combatir el primer error que es el de la ingenuidad, esa que lleva
engañosamente a pensar en soluciones rápidas, mágicas o fáciles. El
camino por delante es pedregoso y duro, pero –según el Evangelio– es el camino
difícil el único que conduce a la tierra prometida.
El segundo error tiene que ver
con el juego entre expectativas y factibilidades políticas. Sobre los diputados
electos existen por supuesto, y de manera legítima, expectativas sobre lo que
puedan hacer como iniciadores del cambio político, y como defensores de un
pueblo cansado de seguir sufriendo. Pero nuestros diputados no podrán en lo
inmediato ni enderezar la economía, ni acabar con flagelos sociales como la
escasez y la inseguridad, primero porque tales cosas son responsabilidad de un
poder que, por ahora, no ha sido todavía alcanzado, y luego porque su
erradicación, luego de años de siniestra siembra, requerirá de un tiempo que
será necesario acelerar.
Entonces, ayudemos a nuestros
diputados a lograr los 2 objetivos propuestos –iniciar el cambio político y
defender a un pueblo sufriente–, exijámosles que trabajen, pero con la
inteligencia de quien conoce el alcance de sus funciones y las limitaciones de
sus cargos.
Y el tercer error en que
podemos incurrir ahora es cambiar una forma de concebir y hacer política que
acaba de dar frutos mas que evidentes.
El 6-D fue el triunfo de una
estrategia exitosa basada en poner el acento en la agenda social, esa que tiene
que ver con los problemas cotidianos de la gente, y menos en una agenda signada
por prioridades políticas. Mientras el gobierno planteó la elección en los
tradicionales términos polarizados de oficialismo y oposición, la MUD adelantó
una estrategia de repolarización social que divide al país no por colores
políticos, sino por su ubicación en la crisis: las grandes mayorías que sufren
por ella frente a unos poquitos que la disfrutan y la estimulan.
Intentar o exigir cambiar de
agenda, caer en la polarización politiquera y en las propuestas revanchistas,
es el tercero y probablemente más caro de los errores que podemos cometer.
Hay que decirlo con claridad y
de una vez: cuando la MUD no pise el peine y no se deje atrapar en la agenda
interesada del gobierno, no es porque sea blandengue o cobarde, sino porque
será –y así lo esperamos– inteligentemente coherente con una estrategia que ha
erosionado las bases del chavismo y ha logrado sumar a la causa del cambio a
vastos sectores sociales hasta hace poco ajenos a ella, y sin los cuales ese
cambio no sería nunca posible.
Nuestro nuevo reto ahora, ya
alcanzada la hermosa victoria del 6-D, es convertirnos todos, cada quien desde
su área natural y cotidiana de influencia, en colaboradores y facilitadores del
cambio político que tanto hemos demandado, y no en sus obstáculos o enemigos,
así sea involuntarios.
Si todos ponemos de nuestra
parte, el feliz año que en estos días nos desearemos será mucho más real que
sólo un buen deseo.
29-12-15
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