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domingo, 20 de diciembre de 2015

Ricardo Hausmann: La clave del desarrollo está en el saber-hacer [know-how] colectivo por @ricardo_hausman



Reproducimos para los lectores de Prodavinci una entrevista realizada por el portal digital una entrevista ralizada por el portal digital Progreso al economista y Director del Centro para el Desarrollo Internacional Ricardo Hausmann.

Ricardo Hausmann es un economista de origen venezolano. Actualmente es el Director del Centro para el Desarrollo Internacional y profesor de Economía del desarrollo en la Kennedy School of Government de la Universidad de Harvard.


Durante los años 1992 y 1993 fue Ministro de Planificación de Venezuela  y jefe de la “Oficina Presidencial de Coordinación y Planificación”. Asimismo, durante los años 1994 y 2000 ejerció como Economista Jefe del Banco Interamericano de Desarrollo.

¿Cuáles son los determinantes fundamentales que considera que inciden críticamente en el desarrollo económico y social de un país?

La vida en la sociedad moderna es compleja, en el sentido que requiere de muchos ingredientes complementarios y la falta de alguno de ellos tiene efectos negativos muy grandes. Por ello, dos países igualmente pobres pueden sufrir de la carencia de cosas muy distintas. También, por esto mismo las recetas simples, como la educación, el microcrédito o las “instituciones”, son respuestas inconvenientes.  Pero si fuese a formular una cierta visión sintética que englobara a todos los países en desarrollo, diría que el secreto del desarrollo o, en todo caso, el ingrediente más difícil de acumular es el saber-hacer o know-how colectivo. El secreto de la prosperidad es la tecnología, pero ésta se expresa en tres tipos de elementos: herramientas o equipos, códigos o recetas y know-how o conocimiento tácito. Mientras las herramientas y las recetas son fáciles de diseminar, el know-how es difícil de difundir porque se adquiere lentamente a través de la imitación y la repetición, de la misma manera como los niños aprenden a caminar o como aprendemos un idioma. Nadie aprende a jugar un deporte o a diagnosticar a un paciente leyendo sobre el tema. Se requiere de años de práctica.

¿Por qué importa tanto el know-how colectivo?

Este fenómeno tiene dos elementos que lo hacen un obstáculo mayor al desarrollo. El primero es que la tecnología moderna requiere a menudo de un know-how colectivo, en el sentido que la tarea que se intenta realizar solo puede ser ejecutada por un equipo diverso pero coherente, como una orquesta sinfónica. Para tocar una sinfonía, con un violinista no basta, por más ducho que éste sea. La capacidad de crear equipos de gente con un know-how lo suficientemente diverso como para tocar la pieza es a menudo el aspecto más difícil de la difusión tecnológica.

El segundo es que si bien un violinista puede enseñar a otros su arte, lo que permite reproducir el know-how que alguien ya tiene, no puede enseñar a tocar el oboe. Y si nadie en el país sabe tocar el oboe, no hay quien entrene a otros en este instrumento. La ausencia del oboe impide tocar todas las piezas que requieren de su participación. Por ello, el disponer de la primera persona con un cierto tipo de know-how implica un reto del huevo y la gallina: nadie sabe hacer lo que nunca ha hecho, pero nadie puede hacer lo que no sabe hacer. El reto del desarrollo implica buscar formas de resolver este problema de coordinación.

Esta característica del desarrollo hace que los países menos desarrollados no solo produzcan menos per cápita, sino que también producen una menor variedad de productos y los que producen tienden a ser más sencillos, en el sentido de que requieren de menos know-how colectivo: tienden a ser cuartetos y no sinfonías.

¿Existen denominadores comunes, incluso entre los diversos enfoques de la teoría económica, que sean aplicables universalmente, a todos los países, para acelerar su crecimiento económico y reducir la pobreza y la desigualdad?

La respuesta a esta pregunta depende del nivel de abstracción al que se formule. Si la idea es encontrar una lista de políticas que todos los países debieran adoptar independientemente de su contexto, creo que la respuesta claramente es negativa. No hay tal receta, a pesar de que mucho de la historia de los esfuerzos del desarrollo han estado centrados en la búsqueda de esa fórmula.

Para mí, como dije antes, el reto del desarrollo es el de aumentar el know-how colectivo y expresarlo en una mayor diversidad y complejidad de actividades económicas. Los obstáculos que impiden el progreso son potencialmente muchos y las formas de resolverlos son muy diversas. Lo que todos los países requieren es una capacidad de organizar la búsqueda de nuevas oportunidades y de resolver los obstáculos que las impiden. Esta búsqueda puede centrarse en hacer mejor lo que ya se hace o en iniciar cosas nuevas, aunque estas últimas tienen, en mi opinión, un rol central en el crecimiento de largo plazo. La capacidad de identificar oportunidades y obstáculos y coordinar su resolución, es quizás el determinante fundamental del desarrollo.
En el desarrollo socioeconómico de América Latina, ¿qué papel juega la política y qué papel juega la economía?

Uno de los debates más inútiles es el del dilema estado vs. mercado. En realidad las dos modalidades de organización, bien entendidas, no son sustitutos sino que son complementos. Los sustitutos son cosas así como el té y el café. Los complementos son cosas como el café y el azúcar. Mientras más té tomas, menos café quieres, pero mientras más café tienes, mas azúcar quieres. El mercado y el estado se necesitan el uno al otro. Por eso los países ricos tienen más de ambos.

El mercado implica un intercambio de derechos de propiedad y es el estado el que define y defiende esos derechos. El mercado necesita de infraestructura, de reglas, de regulaciones y de muchos servicios que no es práctico organizarlos a través del mercado. El mercado es un sistema mediante el cual cada quien se gana la vida haciendo cosas por los demás y cuánto gana depende de cuánto los demás valoran lo que uno hace por ellos. Esta relación recursiva es lo que permite que, en gran medida, el mercado tenga la capacidad de auto-organizarse.

La política es el mecanismo mediante el cual las sociedades administran las funciones y roles del estado. La política decide sobre millones de páginas de legislación y sobre las responsabilidades y recursos de miles de entes públicos. Para que estas funciones tan disímiles como la metrología y la defensa nacional puedan ser discutidas en forma coherente, la política tiene que crear una idea del “nosotros”, es decir, de una identidad colectiva a nombre de quien se hacen las cosas. Esa identidad se basa en una idea de quiénes somos, de dónde venimos y hacia dónde queremos ir juntos.

América Latina y el mundo árabe son las únicas dos regiones del mundo en las que hay muchos estados que hablan el mismo idioma. Lo normal es que los países se definan en gran medida en torno a su idioma: los franceses, los ingleses, los húngaros, los finlandeses, etc. Hay países que tienen más de un idioma como España, Bélgica, Canadá o Nigeria, lo que ha creado dificultades en generar una identidad compartida. Al fin y al cabo el idioma define el conjunto de gente con la que uno se puede comunicar. América Latina tiene el problema contrario. ¿Qué significa ser venezolano o costarricense, que lo haga a uno lo suficientemente distinto de un panameño o un colombiano, como para ameritar un estado distinto, dado que el idioma no es lo que nos diferencia?

¿Por qué importa tanto la identidad de una nación?

Yo creo que los países caen en serios problemas cuando no tienen bien resuelto el problema de su identidad y de su historia, pues eso los lleva a pensar mal su presente y su futuro. Un ejemplo de ello es la interpretación de la historia de América Latina creada por la izquierda pro-cubana latinoamericana y ejemplificada en el libro “Las Venas Abiertas de América Latina.” Según esa historia, la región ha sido la víctima de la dominación externa: somos los herederos de los indios y los esclavos explotados por los españoles y por el imperio americano. Esos poderes extranjeros ejercen su dominio a través de una élite explotadora blanca. El camino hacia el futuro pasa por la lucha de clases y la confrontación con los poderes externos que nos dominan. Dentro de esa lógica es posible entender al régimen cubano o al régimen chavista. Pero esa visión del mundo es una receta perfecta para el fracaso de la nación.

Una visión alternativa es que somos los herederos de todos los que nos precedieron, incluyendo a los blancos españoles y a los muchos inmigrantes que vinieron décadas después de la independencia. Los conquistadores y colonizadores tienen más que ver con nosotros que con los españoles que viven hoy en España. Al fin y al cabo, por algo hablamos castellano. Nuestra identidad es ese crisol. Nuestro progreso depende, no de la lucha de clases, sino de la cooperación entre todos los ciudadanos y entre nosotros y el resto del mundo. La cooperación es un juego suma-positivo y el arte de la política es identificar y explotar esas oportunidades.

En esa visión alternativa no hay espacio para el racismo, el sexismo y la exclusión. Estos son no solo una injusticia, sino un obstáculo al progreso de la sociedad. Al fin y al cabo, si en una sociedad cada quien se gana la vida haciendo cosas por los demás, mientras más productivo es el otro, más cosas hará por mí. Es por ello que una sociedad debe invertir en asegurarse que todos sus ciudadanos sean productivos, dotándolos de las habilidades y capacidades necesarias para ello: es una inversión que se paga a sí misma con creces.

Esta visión alternativa lleva a pensar en la sociedad y en la política de manera muy distinta: se trata de construir crecientemente una unidad en base a la cooperación y en esto nuestra diversidad debe ser una fuente de fuerza y no de conflicto.

¿Qué países de América Latina son para Usted un modelo a seguir en el camino hacia una mayor inclusión económica?

No me gusta mucho la idea de buscar modelos a seguir porque cada país juega con cartas muy distintas. Todos en América Latina debiéramos sentirnos insatisfechos con nuestros logros y aspirar a más. Sí creo que hay mucho mérito en los logros de Chile en aspectos macroeconómicos y en ciertos aspectos de su política social y de infraestructura. Pero Chile va a pagar muy caro en los próximos años el no haber hecho más por diversificarse y por promover la innovación. Además, Chile necesita una mayor movilidad social: el barrio donde naciste y la escuela privada a la que fuiste determina demasiado tu futuro. El juego no está lo suficientemente abierto para que todos contribuyan con la construcción del país en la medida de sus posibilidades. Aun así, creo que en el balance, es el país que mejor lo ha hecho.

¿Cuál sería su propuesta para lograr un mayor empoderamiento de la mujer y reducir la desigualdad que actualmente existe?

América Latina tiene unas ciudades invivibles. El proceso de urbanización se hizo en forma tan caótica y poco solidaria que puso a la gente de bajos recursos a vivir muy lejos de los puestos de trabajo en la parte moderna de la economía y los tiempos de desplazamiento al trabajo son insólitamente largos, producto también de una infraestructura de movilidad bastante precaria. Todo ello implica que trabajar en el sector formal de la economía no son solo las ocho horas de la jornada laboral sino unas cuatro horas más de transporte. Y si la madre está 12 horas fuera de la casa, ¿quien se ocupa de cuidar a los niños cuando salen de la escuela? Tenemos que repensar nuestro uso del espacio urbano, nuestra política de vivienda y hábitat y nuestra inversión en movilidad. Trabajar y tener familia no pueden ser opciones excluyentes. Debido a esta situación, muchas mujeres han optado por trabajar cerca de sus casas y eso las ha obligado a optar por actividades informales de baja productividad, dado que el sector formal les queda muy lejos.

Para colmo, tenemos una legislación laboral escrita por hombres y para hombres. Y esa legislación impide horarios laborales flexibles, mecanismo que las mujeres tienden a valorar más que los hombres.

Finalmente, está el tema de los hogares de cuidado diario que permitirían a las mujeres con hijos pequeños acceder al trabajo al tiempo que le daría a los niños una educación pre-kinder, la cual aparentemente tiene rendimientos altísimos.

Como Ministro de Planificación del Gobierno de Venezuela, en ese entonces, cítenos alguna iniciativa que puso en marcha para impulsar el desarrollo económico de su país de origen.

La política pública es un juego de equipos, no de individualidades. El gobierno en el que participé tuvo el reto de sacar a Venezuela de un callejón sin salida de tipos de cambio múltiples, tasas de interés reales muy negativas, controles de precios, altos déficits fiscales y gigantescos subsidios a bienes que son consumidos más por los ricos que por los pobres. Esa estrategia distorsiona los incentivos e impide que el país se diversifique, cosa que era fundamental en un país petrolero que enfrentaba precios bajos del barril. En pocas palabras, ese gobierno había heredado una situación similar a la Venezuela de hoy.

El gobierno logró unificar el cambio, liberar precios y tasas de interés, reducir los subsidios indirectos y crear uno de los primeros sistemas de transferencias directas condicionadas. Además, logró privatizar un número importante de empresas públicas y renegociar la deuda externa. La economía se empezó a recuperar a tasas altas, pero eventos políticos terminaron descarrilándola.

Todos estos logros se revirtieron en el período de Chávez. Hoy en Venezuela un dólar compra más de 9000 litros de gasolina, el bolívar vale 140 veces más en el mercado oficial que en el paralelo, la inflación, a pesar de los controles de precios y la escasez, excede el 200%. Amplios sectores de la economía han sido nacionalizados. Creo que muy pocas cosas de lo que logró el gobierno en el que participé han sobrevivido.

¿Cuál fue el mayor reto con el que se encontró durante el tiempo que estuvo como economista jefe en el BID?

Mi experiencia en el BID fue sumamente enriquecedora. Enrique Iglesias y su vice-presidenta, Nancy Birdsall, me pidieron que creara un departamento de investigaciones de la nada. Allí tuve que crear un equipo y definir una agenda de temas, relacionarme con el resto del banco, con los policymakers de la región, con el mundo académico, con el mundo financiero y con la opinión pública de la región. Al acometer este reto seguí mucho el consejo que me dio en otro contexto el Presidente Carlos Andrés Pérez: “no mire hacia los lados, mire hacia el frente”. Mirar a los lados significaba, en este contexto, imitar al Banco Mundial y al Fondo Monetario Internacional. Al fin y al cabo éstas eran organizaciones con departamentos de investigación muchísimo más grandes y más maduros. En cambio, decidí enfocarme en temas que mi experiencia previa me habían indicado que eran muy importante para América Latina.

Fuimos los primeros en estudiar las causas de la volatilidad macroeconómica en América Latina, el impacto de las instituciones presupuestarias en el desempeño fiscal de los países, el rol del “pecado original” (la incapacidad de denominar la deuda externa en moneda nacional) y los descalces cambiarios en las crisis macroeconómicas y muchos otros temas. Desarrollamos una Red de Centros de Investigación de América Latina y el Caribe y una Red de Bancos Centrales y Ministerios de Hacienda de América Latina. Salí del BID hace 15 años, pero el equipo que formé siguió cosechando logros con aportes muy importantes en áreas como la productividad y las políticas de desarrollo productivo. Las redes que mencioné han seguido su camino y hoy constituyen una instancia importante de integración intelectual de la región.

Usted ha asesorado a gobiernos en más de 40 países en desarrollo en el diseño y aplicación de estrategias y políticas de desarrollo y crecimiento. ¿Qué experiencias han sido más aleccionadoras o más frustrantes?

A veces, esas cosas van juntas. De 2004 al 2008, presidí un comité internacional de apoyo al equipo económico de Sur África. Me acompañaron Dani Rodrik, James Robinson, Abhijit Banerjee, Philippe Aghion, Robert Lawrence, Jeffrey Frankel y muchos otros. Hicimos 24 estudios, fijando posición sobre estrategias y políticas a ser implementadas. El gobierno nos prestó mucha atención durante la presidencia de Thabo Mbeki y de su ministro de hacienda Trevor Manuel, pero Mbeki perdió el poder y el presidente actual Jacob Zuma ha tomado un rumbo distinto al que recomendamos y el país hoy está en serios problemas causados por ese cambio de rumbo. Aquí aprendí muchísimo pero también me siento frustrado por este desenlace.

En Kazakstán, país en el que he trabajado desde 2004, ayudé a definir las reglas fiscales del país y el funcionamiento del Fondo Nacional del petróleo. 

Debo decir que esas reglas han dejado al país en una posición envidiable para enfrentar esta baja del precio del petróleo. En el período 2004-2013, el último año completo de precios altos, antes de que cayeran en la segunda mitad del 2014, el país había mantenido un crecimiento alto y aún así había logrado ahorrar en el Fondo el equivalente a 7 años de aportes petroleros al presupuesto. Eso es más que Arabia Saudita, donde el ahorro era de solo 3 años y Venezuela donde en vez de ahorrar se usó la bonanza para aumentar la deuda. Más aún, Kazakstán ha pasado este último año y medio sin tener que reducir el gasto público y sin reducir el nivel del Fondo.

Desde hace poco más de dos años, trabajo intensamente en Albania. Con el Primer Ministro Edi Rama, el Centro para el Desarrollo Internacional de Harvard que dirijo ha ayudado a definir e implantar un gran número de reformas en las áreas de tributación, energía eléctrica, política industrial y política agrícola, entre otras. Aquí he aprendido la importancia del liderazgo político valiente y de la capacidad de comunicar lo que se hace y por qué se hace.

En la actualidad estoy ayudando a México, Colombia y Perú a definir estrategias y políticas de diversificación. Todavía es temprano para sacar lecciones, pero he aprendido que la diversidad interna de los países es gigantesca y cada región dentro de un mismo país necesita un enfoque diferente.

Como profesor de la Práctica del Desarrollo Económico en la Universidad de Harvard, una de las materias que imparte se titula: “Why are so many countries poor, volatile, and unequal?”. ¿Podría contarnos, en breves palabras, qué respuesta les da a sus alumnos?

En pocas palabras, los países son pobres porque carecen de know-how colectivo lo que les impide utilizar mucho de la tecnología que ya existe en el mundo. Hay razones profundas que dificultan la adquisición  de este know-how, como mencioné anteriormente. Esto hace que haya poca diversidad y complejidad de la actividad económica y exportadora.

La volatilidad se debe a la falta de diversidad, lo que concentra los riesgos, y a la falta de ciertos mercados claves que permiten, en los países ricos, transferir riesgos, como el mercado de deuda en moneda nacional.

Una parte fundamental y muy nociva de la desigualdad de ingresos tiene que ver con la desigualdad de la productividad. Chiapas, el estado más pobre de México, tiene un ingreso per cápita no muy distinto del de Guatemala. Nuevo León, por contraste, tiene un ingreso nueve veces superior al de Chiapas, ligeramente mayor al de Corea. Esta desigualdad se debe a la fuerte complementariedad de insumos que caracteriza a la producción moderna. En Nuevo León hay muchos insumos y por ello se pueden hacer muchas cosas y cosas muy complejas. En Chiapas no solamente hay pocos insumos y por tanto se hacen pocas cosas simples, sino que esta misma lógica lleva a que se haga más atractivo adicionar insumos en sitios donde ya hay muchos, como Nuevo León, porque así el nuevo insumo tiene muchas más posibilidades de combinarse con otros insumos para hacer cosas interesantes. 

El reto de la desigualdad no es muy distinto al reto del desarrollo: la lógica de la complementariedad entre muchos insumos, entre ellos el know-how, hace difícil el desarrollo y lo hace desigual. Idealmente, quisiéramos que estén todos los insumos en todos los lugares del país, pero esto no es factible. Los países enfrentan el dilema de poner algunos insumos en todas las partes o poner todos los insumos en algunas partes. La primera estrategia lleva a que todos tengan baja productividad. La segunda lleva a tener bolsones de crecimiento y a un aumento de la desigualdad. Necesitamos mejores estrategias para disminuir este dilema.

Defínanos, en pocas palabras, qué significan conceptos que Usted ha introducido en el debate económico: “pecado original”; “autodescubrimiento”; “materia oscura” y “complejidad económica”.

El pecado original es la imposibilidad de denominar la deuda externa en moneda nacional. Como los países en vías de desarrollo normalmente tienen una deuda externa neta, el pecado original se traduce en un descalce cambiario a nivel macro y esto lleva a serias dificultades. En momentos de dificultad, la depreciación de la moneda encarece el servicio de la deuda, lo cual lleva a los países a perder el acceso a los mercados de crédito, impidiendo una política fiscal anti-cíclica. Para evitar la depreciación, los gobiernos se ven obligados a subir las tasas de interés en las malas, haciendo que la política monetaria sea pro-cíclica. Con el pecado original, los países pierden mecanismos de estabilización y aumentan la probabilidad de caer en crisis financieras.

El auto-descubrimiento es el proceso que lleva a una economía a que “descubra” que tiene la capacidad de hacer bien algo que no hacía antes, pero que el mundo ya conoce. El reto del desarrollo no pasa por hacer innovaciones a escala global sino por desarrollar en el país o la región actividades que son nuevas para la región pero no para el mundo. Tailandia pasó de exportar yute y arroz a exportar automóviles, tractores y químicos. Es decir descubrió algo sobre sí misma – su capacidad de hacer automóviles – no los automóviles.

La materia oscura es consecuencia del know-how. En el mundo hay dos tipos de capital: el capital simple y el capital inteligente, es decir, mezclado con know-how. Cuando China invierte en bonos del tesoro americano, manda capital simple. Cuando Toyota invierte en Tailandia, manda no solamente dinero sino también know-how y obtiene un retorno tanto al dinero que invirtió como al know-how que puso. En nuestras prácticas contables no medimos el retorno al know-how, el cual aparece como un “exceso” de retorno a la inversión. Este exceso de retorno es el pago por el know-how y es la materia oscura. Estados Unidos es un gran exportador de know-how, pero como no se contabiliza aparece con grandes déficits en cuenta corriente acumulados, superiores a los 9 billones (9000 billones o 9 trillones americanos) de dólares desde 1980 al 2013, lo que equivale al 60% del PIB de un año.  Eso explica por qué a pesar de esos déficits, el país no paga nada en términos netos por su deuda externa, sino que más bien gana plata: a pesar de que sus pasivos contables son superiores a sus activos, los activos rinden más que los pasivos, haciendo que el retorno neto sea positivo. Lo contrario sucede en América Latina, región que es importadora neta de know-how. Entre 1980 y 2010, antes de la caída del precio del cobre, Chile había tenido un déficit en cuenta corriente muy pequeño y por lo tanto tenía una pequeña deuda externa neta. Sin embargo, en el año 2010 pagó intereses y dividendos superiores a 7% del PIB, equivalente a una deuda externa de 140% del PIB contratada al 5%. Esto es debe a que los activos externos de Chile están constituidos por capital simple mientras que el pasivo es capital inteligente. Las cuentas no reflejan la gran importación de materia oscura que realiza Chile.

La complejidad económica surge de la economía del know-how. El mundo tiene mucho más know-how del que cabe en la cabeza de una persona. La única forma de acumular know-how a nivel social es poner distintas partes del know-how en distintas cabezas. Pero para usar ese know-how en la producción hace falta juntar esas cabezas. Mientras más amplia la red de cabezas que es necesario juntar para hacer un producto, más complejo es éste. La complejidad económica es el otro lado de la moneda del know-how colectivo: es lo que la sociedad hace para usar ese know-how.

Desde su perspectiva, cuando fue miembro de la Junta del Instituto de Microfinanzas de Acción Internacional, ¿cuáles son las principales lecciones que sacó de esa experiencia?

Las microfinanzas nacen de una idea muy sencilla: dar crédito enfrenta costos fijos de evaluación y monitoreo. El costo de procesar y evaluar un crédito de 10,000 dólares o de 100,000 dólares no es muy distinto. Para recuperar esos costos el banco tiene que cobrar más caro el crédito de 10,000 que el de 100,000. Para un cierto tamaño del crédito, no tiene sentido prestar, porque para recuperar el costo fijo la tasa debiera ser impagable. Por ello los préstamos de 100 dólares tienden a no existir.

Las microfinanzas se basan en la reducción de esos costos fijos para extender el mercado de créditos hacia clientes más pequeños. Hasta aquí todo bien. El problema es que encima de esta mejora económica se creó un discurso y unas expectativas inalcanzables.

La hipótesis que llevó al entusiasmo era que si la gente lograba tener acceso al capital, cambiaría el mundo de manera radical. Pero el mundo no ha cambiado y todas las evaluaciones serias de las microfinanzas encuentran impactos pequeños y a menudo negativos. Las micro-finanzas son mucho más viejas que la telefonía móvil pero hoy hay miles de millones de personas con esos teléfonos y solo cientos de millones con microcréditos y estos constituyen una muy pequeña parte del sistema bancario, aún en Bangladesh.

Para mí esto es un reflejo del tema del know-how. Yo le puedo dar capital a todas las mujeres de un barrio. Pero si lo que saben hacer es poner una pequeña bodega o vender los mismos dulces, los retornos al capital van a ser muy bajos y posiblemente inferiores al costo del crédito.

Además, las microfinanzas no estaban diseñadas para seleccionar empresas de alto potencial y acompañar su crecimiento. El crédito solidario en grupo obliga a cada emprendedor a asegurar a los demás miembros del grupo y eso los hace reacios a tomar el riesgo de otros. Este es el modelo contrario al de un fondo de capital de riesgo, donde lo que se invierte es equity y no deuda y donde un éxito paga por muchos fracasos. Mientras más ampliemos la disponibilidad de micro-deuda, más importante va a ser la restricción de know-how.

El pasado mes de septiembre se adoptó la Agenda de Desarrollo Sostenible de 2030, con 17 Objetivos y 169 Metas que, sin duda, suponen un reto para la comunidad internacional. En su opinión, ¿están los países preparados para (y dispuestos a) realizar los profundos cambios en sus economías, políticas, cultura y hábitos de vida que detalla la Agenda para la consecución de los Objetivos? ¿Qué papel juega la sociedad civil en su implementación?

No soy amigo de esta agenda ni de estos objetivos. Este es un mecanismo para que los gobiernos de los países ricos justifiquen ante sus parlamentos las ayudas a los países pobres. No creo que es la forma como los países pobres deben fijar sus objetivos. Ningún país rico aceptaría esa intromisión en su soberanía. Además, creo que es profundamente anti-democrático. El rol de la política es precisamente el de definir los objetivos. No corresponde a la ONU decirle a sus miembros qué objetivos deben alcanzar. Tampoco se entiende por qué esos objetivos deben ser los mismos para todos los países. Además, mi experiencia es que las Metas de Desarrollo del Milenio empeoró el funcionamiento de la ayuda internacional y creo que este mecanismo agravará el problema.

Prefiero un sistema menos centralmente planificado: un sistema en el que donantes y receptores se encuentren en un mercado de ayudas y donde se hacen cosas que reflejen los valores comunes de ambos. La coordinación internacional debe ser sobre procedimientos de “procurement”, transparencia y evaluación de resultados. Sobre esto algo he escrito y nada me ha hecho cambiar de opinión. En todo caso, lo veo bastante irrelevante para América Latina, dado que la ayuda internacional juega un muy pequeño rol en la región.

Háganos un comentario sobre el libro de Robinson y Acemoglu: Por qué fracasan los países.

He aprendido mucho de Acemoglu y Robinson pero estoy fundamentalmente en desacuerdo con su tesis central. Para mí, ellos son anti-marxistas en el sentido teórico del término. Marx pensaba que lo primero era el modo de producción. De allí las distintas partes de la sociedad entraban en relaciones de producción. Para regular estas relaciones y legitimarlas se desarrollaba una superestructura institucional. Acemoglu y Robinson tienen la causalidad inversa. Es esa super-estructura la que determina qué se produce y cómo.

Si Marx propuso una tesis, y Acemoglu y Robinson tienen una antítesis, debiéramos buscar una síntesis. Para mí, las instituciones y la producción co-evolucionan. Las sociedades no desarrollan instituciones que son necesitadas por actividades que no existen. El desarrollo institucional surge a menudo del deseo de reducir costos de transacción generados por la realidad de la producción y el intercambio, no están predefinidas por la historia.

Acemoglu y Robinson ponen el acento en las instituciones y yo en el know-how. Ellos arrancan su libro hablando de Nogales, Arizona y Nogales, Sonora. Esa diferencia se debe, según ellos, a las instituciones. Pero las diferencias entre esos dos Nogales son pequeñas con respecto a las diferencias entre Nogales, Sonora y cualquier ciudad de tamaño equivalente en Chiapas, como Ocosingo o Comitán de Domínguez. Cómo es posible que con la misma constitución, el mismo sistema judicial, el mismo tipo de cambio, sistema financiero, idioma y religión, ciudades de un mismo país tengan diferencias mucho más grandes que las de los dos Nogales? No debe haber algo cuantitativamente muy importante que falta en el cuento de Acemoglu y Robinson?

Cuéntenos alguna anécdota, de su vida personal o profesional, que le gustaría compartir con nuestros lectores.

Un aspecto que sorprende a muchos es que, siendo tanto mi esposa como yo economistas, nuestros tres hijos están haciendo su carrera en el mundo de las artes. Michel, el mayor, está desarrollando un teatro regional en Miami –Miami New Drama (MiND)– y presenta a partir de enero del 2016 un musical, escrito por él, llamado “El Golem de La Habana”. Carolina vive en Panamá y está trabajando para desarrollar un nuevo museo de arte para la ciudad. Joanna vive en Nueva York, donde crea comedia, principalmente para el canal Flama en Youtube, y tiene literalmente millones de seguidores. En nuestro chat de Whatsapp, además de hablar de nuestros retos, seguimos las vicisitudes dolorosas de Venezuela varias veces al día. Se avizoran tiempos de cambio. 

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Esta entrevista fue publicada en el Progreso 5.

19-12-15





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