Por Travieso-Irady
El colapso
de la civilización maya, cuyas causas han desconcertado históricamente a
innumerables investigadores, dejó de ser un misterio: el cambio climático,
agravado por ellos mismos, fue el detonante. Eso muestran los resultados de una
amplia y detallada investigación, realizada por un equipo de tres prestigiosas
universidades donde participaron 20 expertos de cinco países.
El
grupo investigador, dirigido por el eminente antropólogo Douglas J. Kennett, de
la Universidad de Pennsylvania, Estados Unidos, estudió durante más de tres
años la cueva de estalagmitas Yok Balum, al sur de Belice, para medir la
composición de los isótopos de oxígeno en sus estalagmitas y crear un registro
de las lluvias que permitiese explicar los acontecimientos del Período Clásico
de la cultura maya, el cual trascurrió entre el año 300 y el 1.000 de nuestra
era. Los datos analizados, comparados con la historia grabada en los monumentos
mayas, permitieron establecer que los cambios en el clima dejaron una
importante huella, con efectos a largo plazo en el crecimiento y la
desintegración de esa cultura precolombina.
Hasta
hace poco se conocía que esa civilización, ubicada en lo que es hoy Guatemala,
Belice, Honduras y el sur de México, prosperó en tiempos de significativas y
elevadas precipitaciones y decayó de forma estrepitosa, cuando el clima cambió
y dio paso a una gran sequía que duró cuatro siglos.
Ahora,
las conclusiones del proyecto internacional aportan la certeza de que así
ocurrió, permitiendo confirmar hipótesis sostenidas durante largo tiempo. Por
ejemplo, que entre los años 440 y 660, una temporada inusual de lluvias
intensas favoreció el crecimiento de ciudades como Tikal, Copán y Caracol, en
Guatemala, las cuales se ubicaban en humedales que se fortalecían con las precipitaciones
y permitían además que los pobladores almacenaran agua en cisternas. Así mismo,
que en los dos siglos siguientes se produjo una importante sequía que entró en
su etapa crítica en los años 800 y 900, generando un desajuste entre el aumento
de la población y la disponibilidad de tierras agrícolas que condujo al
incremento de la tala de los bosques en la zona, lo que a su vez agudizó la
sequía.
Este
escenario de degradación ambiental y las equivocadas decisiones del sistema
político para enfrentarlo, produjeron numerosos conflictos armados que
propiciaron un colapso de las instituciones políticas mayas y a partir del
mismo, el quiebre de la cultura. En tal sentido, el Dr. Kennett afirmó:
“Nuestros hallazgos indican que el cambio climático jugó un papel clave en la
desintegración de los complejos sistemas políticos de estas poblaciones. La
sequía ayudó a desencadenar la guerra entre los centros políticos, lo que
provocó una inestabilidad global de la sociedad, su fragmentación y colapso
final”.
Aunque
se sabe poco de la suerte de los pobladores, lo cierto es que las poblaciones
tardaron un par de siglos en abandonar las ciudades y cuando decidieron dejar
lo que es hoy Guatemala y emigrar al norte, la escasez de ríos en la península
de Yucatán complicó más sus condiciones de vida, la cual se organizó con base
en pequeños pueblos muy primitivos, un penoso recordatorio de lo que una vez
fue una civilización avanzada. En la actualidad sobreviven unos 2 millones de
mayas en situación de marginación y pobreza y con una actitud fatalista con
respecto a ellos mismos.
Los
mayas no fueron la primera cultura que se rindió ante el embate de los
elementos. El clima, en particular la sequía, fue el principal enemigo de los
imperios antiguos: el Acadio en Mesopotamia (siglo XXVI a.C.), el primer
imperio de la historia, el imperio antiguo de Egipto (2700-2200 a.C.) e incluso
el Imperio Romano, se vieron afectados por ella, al punto de convertirse en
factor significativo para su eventual decadencia.
Valdría
la pena preguntarse si la historia del colapso de la cultura maya puede servir
de ejemplo para que los sistemas políticos actuales actúen antes de que sea
demasiado tarde.
17-01-16
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