Inflación
desatada, escasez de productos de consumo básico, inseguridad en las calles,
conflicto de poderes del Estado y la epidemia del virus zika esparciéndose
día a día. Si al escenario apocalíptico al
que los venezolanos se enfrentan podía faltarle algún elemento, la naturaleza
se prepara para aportarlo. El fenómeno climático de El Niño ya
empieza a producir una fuerte sequía en todo el país, con particular saña en
los Estados del norte, ribereños al mar Caribe.
En el
Estado de Falcón, en la región noroccidental, se ha declarado oficialmente la
emergencia “sobre la prestación del servicio público de agua
potable y sus instalaciones y bienes
asociados, por un lapso de 60 días prorrogable”. En el vecino Estado de Zulia,
fronterizo con Colombia, los tres principales embalses no lograron recobrar sus
niveles regulares de funcionamiento durante la época de lluvia, que en
Venezuela se extiende de mayo a diciembre.
En
zonas vecinas a Caracas, la capital, como la ciudad-dormitorio de Guarenas o el
puerto de La Guaira, que la abastece, se han registrado protestas por las faltas recurrentes del servicio de
agua. Los habitantes de esos lugares se
habitúan a obtener el agua de camiones cisterna que acuden en su auxilio. En la
propia zona metropolitana se prolongan los horarios de racionamiento. Uno de
cada 10 embalses en el país registra niveles críticos de almacenamiento, cuando
todavía faltan seis meses para que comiencen las lluvias. “Nos toca administrar
el agua para que no se nos acabe”, concedió el ministro de Ecosocialismo y
Aguas, Ernesto Paiva, en una entrevista de televisión el lunes pasado. Paiva
dijo que el Gobierno trabaja para encontrar nuevas fuentes de agua para el
consumo humano, “tanto superficiales como acuíferos subterráneos y plantas
desalinizadoras de agua de mar”. El presidente, Nicolás Maduro, ha anunciado un
acuerdo con China para dotar de instalaciones desalinizadoras a algunas
regiones costeras.
Reservas
de agua dulce
La
crisis estalla en un país que se precia de estar entre los 10 primeros del
mundo por sus reservas de agua dulce, que incluyen dos inmensas cuencas, la del
Lago de Maracaibo y la del río Orinoco. Pero el mantenimiento de las
bombeadoras y sistemas de distribución suele ser deficiente, y las obras
diseñadas para suplir el aumento de la demanda —como el sistema Tuy IV, en el
área metropolitana de Caracas— se han retrasado en su ejecución. La sequía tiene otra consecuencia
indeseada para Venezuela. Más de la mitad de
la energía eléctrica que se produce y distribuye en el país es generada por
sistemas hidroeléctricos, en particular la represa de Guri, en el Estado de
Bolívar.
Un
embate anterior de El Niño obligó al entonces presidente Hugo Chávez a decretar
en febrero de 2010 la emergencia “sobre la prestación del servicio eléctrico”.
Un severo plan de racionamiento se impuso, sobre todo en el interior del país,
y se obviaron las licitaciones de rigor en las compras del Estado para adquirir
de manera compulsiva unidades termoeléctricas de generación. La emergencia
eléctrica de 2009-2010 se convirtió así en la ocasión para algunos de los casos
más sonados de corrupción administrativa durante el régimen chavista.
Los
científicos anuncian que el fenómeno de El Niño de esta temporada
será el más poderoso desde que se llevan registros.
Sin que todavía haya desplegado todos sus efectos sobre Venezuela, el
presidente del Instituto Nacional de Meteorología e Hidrología, José Sottolano,
advertía en un reciente boletín del mes de enero que los embalses del eje
norte-costero de Venezuela, donde se concentra el 70% de la población, están
“en situación crítica con respecto a sus niveles óptimos para poder afrontar un
nuevo período seco”.
20-01-16
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