Por Froilán Barrios Nieves
No es necesario presenciar
una quema de libros marxistas, socialistas en la plaza Altamira, u otra similar
de textos sobre neoliberalismo en la Ceiba de San Francisco, para entender los
extremos de la polarización en nuestro país que radicalizan por un lado las
posturas del común ciudadano de a pie, y por otro al más encumbrado intelectual
de reconocido pedigrí cultural.
A partir de esta fase de
radicalización nada es rescatable, desde la simple forma de vestir y el color,
hasta la música criolla o el hard rock, ya que en definitiva eres apátrida,
pitiyanqui, traidor o, por el contrario, desdentado, gobiernero o lamesuelas,
mendigo de la limosna gubernamental.
Alguien dijo alguna vez que
la principal víctima en la guerra es la verdad, en nuestro caso se ha
convertido en la principal arma de la estrategia gubernamental para, mediante
su versión de nuestra historia, dividir a una nación, confrontarnos y alimentar
al extremo los resentimientos del coloniaje español, traducida hoy en el
discurso oficial donde el poder será ejercido eternamente por el pueblo, aun
cuando lo ejecute en realidad la caterva cívico-militar depredadora.
Por tanto, ante el catecismo
gubernamental antiimperialista la respuesta opositora no puede ser de manuales,
donde el antisocialismo, el antimarxismo a ultranza es más similar al
pensamiento único oficialista, que pretendemos por medios constitucionales
sustituir, por la sociedad democrática y plural que aspiramos a rescatar y
reconstruir.
Si bien es cierta la cruenta
pesadilla que sufrimos y nos conlleva a superar esta barbarie, no debe
derivarnos en la dicotomía promovida desde el poder donde solo existen
escuálidos y chavistas, lo que no refleja en realidad la riqueza cultural y
política acumulada en nuestra historia del siglo XX.
En aquella Venezuela donde
se expresaban libremente quienes militaban en organizaciones políticas desde la
socialdemocracia, socialcristianismo, tendencias del marxismo, trotskismo y
diferentes expresiones del socialismo, cuyas propuestas de país se confrontaban
y algunas eran coincidentes, teñidas de estatismo, otras de neoliberalismo, en
un contexto de libre expresión de las ideas.
Hoy ¿que diferencia a un
militante del PSUV, PPT, Podemos, PCV, entre otras del zoológico oficialista?,
que no sea su fidelidad a una revolución ficticia y el acceso a los recursos
del Estado. Si cambiamos el tercio ¿que diferencia a un militante de PJ, VP,
AD, UNT, BR entre otros del variopinto mundo opositor que no sea el apego a un
jefe o líder de cada partido? Sin responder a la pregunta ¿y el programa dónde
está?
En todo caso, si hay alguna
certeza es que son días de fin de régimen, los que por tanto determinan
prefigurar los caminos de reconstrucción nacional donde capital y trabajo son
fundamentales, y estos se labran en un contexto unitario, sin exclusiones, ni
sectarismos, ni descalificaciones, donde florezcan las propuestas y el debate
por el país inclusivo que todos aspiramos, que nos permita entrar
definitivamente en el ámbito global del siglo XXI.
22-06-16
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