Por René Núñez, 21/06/2016
Lo que nos faltaba sobrevino a complicarnos la vida individual y
familiar. Nuestros hábitos de consumo cambiaron radicalmente. Afectando y
alterando nuestra “siquis”. Por la escasez, los altos precios y la baja
sustancial del poder de compra. Un proceso que se aceleró este año y que hoy
nos impide satisfacer los carbohidratos y las proteínas básicas tanto vegetal
como animal. En cantidad y calidad.
Nos acostamos y levantamos todos los días pensando en la comida. Las
primeras preguntas obligadas de cualquier familia venezolana al amanecer, no
cabe dudas, son ¿Qué comemos hoy? ¿Dónde vamos? ¿Cuánto tengo de dinero? ¿En
qué cola me meto para anotar mi número de cédula y encomendarme a Dios y a la
Virgen, para regresar a casa con algo y alimentar a nuestros hijos? Ni el atún
ni la sardina, ni el arroz, ni los huevos, ni la harina, ni el pan, ni la
pasta, ni la carne, ni el pollo, conseguirlo es una osadía humana. Ya se come
con lo que haya, una mala nutrición que nos hace vulnerable a las enfermedades.
A este vía crucis humano, se adiciona otro también delicado y tortuoso,
el de las medicinas; agravando el riesgo salud. Son varios los
venezolanos muertos que no resistieron el tiempo de espera. Niños, mayores y
ancianos.
La gente está comiendo con lo poco que consigue para saciar el hambre,
no para nutrirse y eso es alarmante e inaceptable desde toda consideración
humana. Quienes están obligados a responder, poderes públicos del Estado, según
la constitución, no han asumido la causa menos la secuela de la tragedia en
marcha; algunos de sus voceros han llegado hasta la desdicha de negar la
escasez de alimentos; atreviéndose a afirmar en el exterior que hay suficientes
alimentos como para abastecer tres países más. “Somos campeones en defensa de
derechos humanos”. La industria farmacéutica venezolana ha reconocido una
escasez del 90% en medicinas; mientras el poder ejecutivo y el poder judicial
unidos decidieron negar la entrada de ayuda y donaciones de
organizaciones no gubernamentales desde el exterior porque la consideran una
“intervención”. Ojalá, todas las intervenciones en el mundo fueran ayudas
humanitarias.
Las cifras son más dramáticas de lo que se informa oficialmente. Los
ciudadanos son testigos excepcionales de la escasez, la inflación y bajo poder
adquisitivo. No es una percepción. Un dolor, un sufrimiento individual y
colectivo.
Sí no se toman medidas urgentes para encarar esta catastrófica
situación con medidas acertadas y correctas, el país está a la vuelta de la
esquina de una indeseable crisis humanitaria por no contar con alimentos y
medicinas.
Prohibido seguirla ignorando. Los actuales servicios asistenciales del
país se encuentran colapsados. Incapacitados para reducirla y superarla.
Ya se ha visto desde hospitales a directivos, médicos, enfermeros, empleados y
pacientes quejándose de no contar con insumos, equipos e instrumentación
adecuada para atender la demanda creciente de sus servicios.
Las causales se conocen. Están identificadas. Igual las
responsabilidades. La salud pública de una nación no puede depender de que unos
poderes públicos se pongan de acuerdo y asuman por su lado el rol y los
compromisos que les corresponden por derecho y humanidad. Inhumano.
Se requiere de una asistencia humanitaria con urgencia, pasando por
disuadir al gobierno de turno de abrir un corredor humanitario para recibir la
ayuda económica y de medicina de otros países y ONG. Se trata de salvar vidas
inocentes que nada tienen que ver con la diatriba ideológica, partidista o
electoral.
“Los derechos humanos no se violan solo por el terrorismo, represión o
asesinato, sino por estructuras económicas injustas que crean enormes
desigualdades”, Su Santidad Papa Francisco.
René Núñez, Presidente del Ifedec Capítulo Bolívar
Los domingos, 8 a 9 am, en Onda Global por Onda 97.3 FM Guayana
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