Luis Manuel Esculpí 02 de marzo de 2017
@lmesculpi
Más
allá del debate de la pertinencia al emplear los términos izquierda y derecha
en la actualidad, lo cierto es que esos vocablos siguen empleándose para
definir las visiones políticas en el mundo. En el libro Dos Izquierdas Teodoro
Petkoff como lo indica su título, bifurca esa corriente del pensamiento en una
que califica como borbónica “esa de la cual la casa real, se puede decir que ni
olvida ni aprende” y otra que “marcha por un camino de reformismo avanzado, que
compatibiliza la sensibilidad social con la comprensión de que las
transformaciones en la sociedad pasan por el desarrollo económico con equidad y
por el fortalecimiento y profundización de la democracia “.
Si
bien en el citado libro Teodoro señala la existencia de variados matices y se
refiere en lo fundamental a la izquierda latinoamericana, en mi opinión hoy
resulta más apropiado hablar de las izquierdas en plural, porque en el planeta
puede identificarse más de dos vertientes que concuerdan con el pensamiento que
en general denominamos de izquierda. Es más, en la izquierda democrática, la
que ha asumido como un valor consustancial a la lucha por la justicia y la
igualdad de oportunidades, se pueden reconocer diferencias significativas;
ellas existen entre la izquierda sueca por ejemplo y la española, francesa o
portuguesa.
En
nuestro continente la izquierda chilena se distingue de la uruguaya o la ecuatoriana,
diferencia más pronunciada aún con la que gobierna en Bolivia, Nicaragua y
Venezuela; por estar estas más compenetradas con la izquierda “borbónica”.
En
Venezuela cuando quienes hoy gobiernan lo asumieron por primera vez, su
dirección era más heterogénea, con el transcurrir se fue afirmando el sector
más tradicional y ortodoxo proveniente de la izquierda vieja, otros que no
venían de ese mundo se han adaptado, asumiendo una retórica falsamente radical,
para preservar su objetivo de mantenerse en el poder.
La
cúpula de la “nomenclatura” en casi su totalidad vienen de ese sector más
atrasado de Nicolás Maduro, Tareck El Aissami, Jorge Rodríguez, Aristóbulo
Istúriz, Elias Jaua y Cilia Flores que ha sido asimilada. Solo falta un
integrante de esa cúpula que si bien no proviene de ese mundo es un ejemplo de
quienes se han adaptado, es el caso de Diosdado Cabello.
En el
continente -salvo notables excepciones- la izquierda gobernante, no se inscribe
en la óptica de Giovanni Sartoris, quien define en principio la izquierda como
la vertiente ética de la política, como “hacer el bien a otros”…”altruismo”. La
corrupción generalizadas en estos gobiernos puede ser ilustrada con la
ocurrencia de un amigo, que señala: lo que hoy recorre América latina no es la espada
de Bolívar, sino el fantasma de Odebreth.
Venezuela
en estos diez y ocho años ha conocido los gobiernos más corruptos de nuestra
historia republicana, la magnitud del desfalco en PDVSA, la multimillonaria
estafa con los dólares preferenciales, el fraude con la importación de plantas
eléctricas y los alimentos no tienen parangón; eso solo para mencionar algunos
casos emblemáticos de la corrupción.
Las
gravísimas y alarmantes denuncias sobre narcotráfico que abarcan esferas de los
poderes públicos y la corrupción generalizada demuestran nuevamente la inmensa
distancia entre la prédica que los condujo el poder y su nefasto ejercicio.
Los
niveles de pobreza y miseria que desde el punto de vista de los ingresos nos
coloca por debajo de Haití, resultado de la a política económica y social, no
tiene nada que ver con la solidaridad y el altruismo que se proclamó y se
continua proclamando.
La
izquierda trasnochada además de su fracaso estruendoso, en todos los lugares
donde alcanzó el poder en materia económica y social, impuso regímenes
autoritarios y dictatoriales y no asumió la libertad, la pluralidad y la
profundización de la democracia que tanto pregonó.
La
vieja izquierda no sólo ha desprestigiado el término por sus ejecutorias, sino
que su descrédito -para el ciudadano común- abarca toda la izquierda, incluyendo
a la democrática y moderna; lamentablemente. Mientras existan voluntades que
manifiesten su inconformidad frente a la injusticia y aspiren a un mundo mejor
con igualdad de oportunidades, profundizando la democracia y plena vigencia de
las libertades y los derechos humanos. No es descartable, es más, es deseable
que pueda iniciarse un nuevo ciclo en nuestra historia.
Luis
Manuel Esculpi
@lmesculpi
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico