Omar Barboza Gutiérrez 28 de febrero de 2017
El
avance de la situación económica y social hacia profundidades que se reflejan
en la crisis humanitaria que hoy sufren cientos de miles de venezolanos,
principalmente porque la escasez y el alto costo de la vida los ha condenado al
hambre y muchas veces a la muerte por desnutrición, por falta de medicamentos,
o por las dos cosas, lo cual está produciendo efectos cada vez más dramáticos
en la desnutrición infantil, deberían ser motivos suficientes para que los que
dirigen el gobierno nacional rectifiquen a fondo las políticas públicas que han
dado lugar a estas calamidades.
Pero
lamentablemente lo que ocurre es todo lo contrario, ya que la pequeña macolla
que se beneficia del gobierno nacional y de sus decisiones, que goza de
impunidad para delinquir y aprovecharse de los dineros públicos, es la que
sigue imponiendo la conducta de ratificar como orientación del gobierno, el
modelo que ha fracasado y que está causando la tragedia que hoy vive el pueblo
venezolano.
Como
quiera que el objetivo evidente de esa cúpula cívico – militar es mantenerse en
el poder a cualquier costo, como un fin en sí mismo y no como un instrumento al
servicio del pueblo, avanzan en la dirección de impedir la libertad de
expresión por censura, o por la autocensura que genera el temor, y además no
realizan las elecciones previstas en la Constitución porque saben el alto
repudio que tienen en el pueblo venezolano, y de esa manera se salen del cauce
de la Constitución al negar el principio previsto en su Artículo 5°, de acuerdo
al cual la soberanía reside en el pueblo quien la ejerce mediante el sufragio,
y que los órganos del Estado emanan de la soberanía popular y a ella están
sometidos. Es decir, que este gobierno nacional que ya perdió la legitimidad en
el desempeño por su pésima gestión, desconoce la fuente de su legitimidad de
origen que es la voluntad popular expresada a través del voto, decidió
convertirse en un gobierno ilegítimo, sustentado sólo en la fuerza y en un
Poder Judicial que en su cúpula está controlado políticamente por el Poder
Ejecutivo.
Al
reflexionar sobre esta grave situación que vive la democracia en nuestro país,
considero oportuno citar, en primer lugar, al Prólogo del libro “Los juristas
del horror” de Ingo Muller que nos dice: “¿Qué pasa cuando la justicia deja de
ser independiente y se hace política? ¿Qué ocurre cuando la justicia se pliega
a los amos del poder en un país? En el caso de la Alemania nazi lo que pasó fue
inenarrable”. Más adelante afirma: “millones de desplazados, de muertos por
hambre y enfermedades”… “miles de personas inocentes privadas de sus derechos
más elementales. Centenares de miles de seres humanos condenados por jueces y fiscales
que actuaban, aparentemente, bajo el imperio de la ley”.
Igualmente
recordamos a Jean François Revel en su obra “Cómo terminan las democracias”,
decir a quienes no creíamos mucho en eso, “La democracia se inclina a
desconocer, a negar incluso, las amenazas de que es objeto, por lo mucho que le
repugna tomar las medidas idóneas para darle réplica. Solo despierta cuando el
peligro se vuelve mortal, inminente, evidente. Pero entonces, o ya no le queda
tiempo para poder conjurarlo, o el precio que ha de pagar por sobrevivir
resulta abrumador”.
Yo
creo que todavía nos queda tiempo para rescatar nuestra democracia, pero que
debemos pisar tierra, reconocer claramente lo que está ocurriendo y dar una
repuesta proporcional al peligro que corremos como sociedad. Para ello todos
los que queremos un cambio en Venezuela, debemos asumir la conducta de definir
políticas y estrategias poniendo a un lado las aspiraciones candidaturales o
los intereses partidistas, para enfrentar juntos y con claridad de objetivos el
gran reto que tenemos por delante, no podemos discutir por el cuero del tigre
cuando éste todavía está vivo y nos amenaza con acabarnos.
Los
demócratas que luchamos por un cambio en Venezuela, contamos con el más
importante instrumento para lograrlo, que es el apoyo decidido de la inmensa
mayoría del pueblo venezolano que quiere y necesita con urgencia ese cambio
político. Vamos a dedicarnos a organizar ese sentimiento en la base del pueblo,
y en todos los sectores organizados de la sociedad democrática. Si todos lo
hacemos e incorporamos a la lucha definitiva al pueblo organizado, el triunfo
se producirá más pronto que por cualquier otra vía.
Si
todos los compañeros de la Unidad Democrática estamos de acuerdo en la
existencia de la realidad descrita anteriormente y de las amenazas que ella
comporta, nos será fácil comprender la necesidad urgente de una estrategia
común respetada por todos, que nos permita organizar al pueblo teniendo una
conducción política coherente que no defraude la confianza que las mayorías
nacionales han puesto en nosotros.
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