Trino Márquez 06 de diciembre de 2017
@trinomarquezc
El 10
de diciembre hay que ir a votar en las elecciones de alcaldes, a pesar de las
reservas de algunos sectores y el rechazo abierto de quienes se oponen a
asistir a los comicios, pero que no proponen ninguna alternativa factible, sino
que se quedan en el plano de las denuncias testimoniales o de la queja
lastimera.
El
régimen diseñó una estrategia perversa con relación a los comicios. Por un lado
presiona con el alicate de la amenaza, el chantaje y la extorsión a los grupos
que controla con los Clap, el Carné de la Patria, la Chamba Juvenil y todas las
misiones con las que ha empadronado a los sectores más humildes. Con estas
capas no hay contemplación. A la gente se le persigue de forma obstinada para
que mantenga su lealtad con los candidatos del oficialismo. El método
persecutorio e intimidante fue probado con éxito el pasado 15 de octubre. Ese
día, por si acaso el procedimiento hamponil no funcionaba a cabalidad,
movilizaron a los colectivos y aplicaron el Plan República como instrumento de
apoyo: los soldados y oficiales sacaron de centros de votación a testigos de
mesa que les resultaban incómodos o los hostigaron para que abandonaran las
mesas. Para el madurismo el voto de los grupos que dominan no es optativo, sino
compulsivo. O votas por los abanderados del gobierno o pierdes las migajas que
la burocracia roja te concede.
La
otra tenaza consiste en desestimular el sufragio opositor. El oficialismo
proyecta la imagen de la inutilidad del voto. Pervierte hasta la náusea al CNE.
Levanta cortinas de humo para que los ciudadanos se sientan confundidos y
desesperanzados. Para que se convenzan de que las dictaduras no salen con
elecciones. El gobierno alienta exprofeso a los escépticos y extremistas del
campo opositor para generar dudas acerca del significado y carga explosiva del
sufragio popular.
Las
dos estrategias le han funcionado. El 15-0 lograron reducir sensiblemente la
abstención de las capas más pobres de la población, de esas que necesitan con
urgencia la ayuda del gobierno. En estas parcelas la abstención disminuyó
sensiblemente con relación a los comicios de diciembre de 2015. También
lograron convencer a importantes franjas de la clase media descontenta con los
dirigentes de la MUD –con la eficaz ayuda de los abstencionistas del lado
opositor- de que no concurrieran a las urnas electorales. El resultado fue
calamitoso para la democracia. La gobernación del estado Miranda, por ejemplo,
se perdió porque el ausentismo en municipios tradicionalmente dominados por la
oposición –Chacao, Baruta, El Hatillo y Sucre- fue muy superior al promedio
nacional.
El
mismo ardid -coacción y desestimulo- ha sido instrumentado para los comicios
del próximo 10-D. Toda la maquinaria del Estado madurista se puso en marcha
para distorsionar lo que tendría que ser una jornada de reafirmación del poder
municipal y de la democracia.
La
única forma de desmontar la treta madurista consiste en asistir de forma masiva
a las urnas electorales. Las elecciones representan escenarios útiles para
contrastar proyectos de gobierno y desenmascarar modelos hegemónicos. La
abstención y la indiferencia impiden que la democracia avance y se fortalezca.
Ninguna dictadura ha sido estremecida por la abstención. Asumir las elecciones
como un espacio para la resistencia y el combate siempre resulta la mejor
opción.
Escoja
al candidato de su preferencia y vaya, contra viento y marea, con ánimo de
cambio y de triunfo a depositar su papeleta.
Trino
Márquez
@trinomarquezc
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