Miguel González M. 06 de diciembre de 2017
@migonzalezm
Más de
1500 candidatos aspiran al voto popular para acceder a las 335 alcaldías del
país, en un proceso electoral que se desarrollará en una ambiente político y
social adverso a la participación y marcado por la desconfianza de la
población. Venezuela padece de una hiperinflación, nunca antes conocida; así
como el declive en su producción petrolera, la incapacidad manifiesta de
cumplir con sus acreencias internacionales que unidas a la inseguridad
ciudadana, la corrupción administrativa y la persecución política, hace que el
llamado a elegir alcaldes del próximo 10-D palidezca y, no despierte mucha
motivación en las grandes mayorías nacionales.
En el
aspecto político-electoral se agregan la nula credibilidad y confianza que
inspira el Consejo Nacional Electoral (CNE) como ente rector del proceso
comicial y, el llamado a la abstención realizado por los principales partidos
de la oposición democrática y de sus sectores más radicalizados. De esta
manera, se completa un panorama devastador para la valorización positiva del
voto popular como instrumento de participación y cambio democrático en la
actual coyuntura venezolana. No cabe duda que, el bloque oficialista sacará
provecho de esta situación de desasosiego para avanzar en la implantación de su
proyecto hegemónico.
La
decisión de la oposición de no participar en las elecciones de alcaldes
pareciera inconsistente y con grietas. Por una parte, defiende la salida
electoral a la crisis del país; pero al mismo tiempo descarta su participación
en las elecciones locales del 10-D, bajo el argumento de su escasa relevancia
para los cambios que requiere el país. Pero además, la alianza democrática que
siempre en su discurso defendió la participación ciudadana y la
descentralización, abandonó ahora los espacios locales de gobierno pensando en
unas elecciones presidenciales previstas para el próximo año. Pudiera
concluirse que, la decisión adoptada nos muestra un desinterés y una
desconexión de la agenda de los asuntos municipales y vecinales.
También
la abstención asumida, ha generado consecuencias políticas en el ámbito
municipal; tanto la esfera partidista
como en la ciudadana: buena parte de su la dirigencia local optó por desconocer
la línea partidista nacional; con lo cual quedó demostrado cierta debilidad en
el mantenimiento de la disciplina en las organizaciones partidistas, la misma
dirigencia y militancia municipales que decidió participar en la elección de
alcaldes, lo hace mediante y vía otras “franquicias políticas” y de paso,
negando su filiación partidista original y conocida; con lo cual se creó un
problema de naturaleza ética; ante el “vacío formal” que dejaron los partidos y
sus estructuras electorales, entraron en competencia una diversidad
candidaturas vecinales independientes y, las fuerzas democráticas locales se
dividieron y se atomizaron; reduciendo de esta manera, sus posibilidades de
triunfo frente al bloque del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV).
En ese
contexto, han sido los propios actores municipales políticos, comunitarios y
sociales los que han asumido la tarea de superar la dispersión de sus fuerzas;
mediante el impulso de candidaturas únicas o por lo menos unitarias en sus
ámbitos locales. Por ejemplo: en los estados Mérida y Táchira se establecieron
consensos alrededor de candidaturas y, sólo se celebraron elecciones primarias
en ciertos municipios donde no se llegó al consenso. en el municipio Sucre del
estado Miranda y, por presión del movimiento vecinal, se llegó a seleccionar un
candidato unitario mediante una encuesta acordada por los tres candidatos participantes.
En
otros municipios, los propios candidatos han llegado a acuerdos entre sí, para
el retiro y apoyo de unos aspirantes hacia otros, como ocurrió en el municipio
Diego Bautista Urbaneja del estado Anzóategui.
Por su
parte, el bloque oficialista encabezado por el PSUV también ha sufrido su
respectivo agrietamiento; aunque quizás de una manera más moderada. No cabe
duda que, durante los últimos tiempos, el PSUV ha perdido fuerza y ascendencia
popular. Tampoco dudamos, que hayan comenzado a surgir nuevos liderazgos dentro
del entorno del chavismo. Sin embargo, esa disidencia; aún no ha conseguido
engranarse de manera eficaz ni tampoco ha podido presentarse como una
alternativa creíble y atractiva a la mayoría del chavismo, que aún sigue a Nicolás
Maduro.
Los
resultados de las elecciones de alcaldes son previsibles. Habrá una alta
abstención y los sectores democráticos podrían sufrir un retroceso
significativo en el número de gobiernos locales que hoy día, están bajo su
control. Pero más allá del porcentaje de participación y del número de
alcaldías que obtenga o retenga la oposición venezolana, quedará en tela de
juicio la decisión de su dirección de abstenerse y no participar en el proceso.
¿Por qué abandonar y entregar al adversario ideológico el ámbito de gestión
gubernamental más cercano al ciudadano? ¿Acaso no importan los derechos de los
millones de ciudadanos que creyeron en una propuesta de democratización de la
gestión local?
La
estrategia abstencionista y acomodaticia implementada por los principales
partidos de la MUD y, también por sectores más radicalizados de la oposición
venezolana, dejó varados y sin apoyo organizativo ni operativo a los millares
de líderes y activistas comunitarios que con entrega y coherencia; aún se
mantienen defendiendo los principios constitucionales y democráticos en cada
municipio del país. Al menos, y gracias a ellos, la esperanza de cambio sigue
intacta para los venezolanos.
Miguel
González M.
@migonzalezm
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